abrió un abismo entre la Unidad Popular, en minoría en el Congreso Nacional, y el PDC y precipitó su alianza con el derechista Partido Nacional, que se forjó a lo largo de 1971 y 1972 en distintas elecciones o en la «Marcha de las Cacerolas Vacías» de diciembre de 1971, cuando Fidel Castro culminaba su visita a Chile. A lo largo de aquellos tres años, Allende intentó alcanzar un acuerdo con el PDC para conformar una gran mayoría nacional por la transformación del país, en consonancia con muchos aspectos del programa de Radomiro Tomic en los comicios de 1970, pero poco a poco este partido se aproximó a la derecha y con la elección como su presidente del senador Patricio Aylwin, en mayo de 1973, optó de manera definitiva por unirse a quienes instigaban el golpe de estado.
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La tercera parte analiza el último año de su Gobierno. Desde comienzos de 1972, se apreció una crisis en la Unidad Popular producto del disenso en torno a la estrategia ante las contradicciones, desafíos y oposición generados por la construcción del socialismo. Si inicialmente la polémica confrontó al Partido Comunista y al MIR (no integrado en la UP), en el Cónclave de Lo Curro, en junio de 1972, se expresaron con claridad las dos visiones de la política económica, y del proceso revolucionario en general, que se articulaban en torno a Salvador Allende y el Partido Comunista, por una parte, y al Partido Socialista, por otra.
Sin embargo, el paro orquestado por los gremios patronales y los sectores medios y profesionales en octubre de 1972 diluyó durante varias semanas todas aquellas diferencias en una gigantesca movilización popular de apoyo al Gobierno que impidió el colapso del país. Como solución última, el Presidente integró en su gabinete ministerial a tres altos oficiales de las Fuerzas Armadas, entre ellos el comandante en jefe del ejército. La relevante participación de los militares en el Ejecutivo, inédita desde el convulso periodo de 1925-1932, evidenciaba el grado de división del país, polarizado en torno a la disyuntiva capitalismo-socialismo.
En diciembre de 1972, Salvador Allende emprendió una gira por México, Nueva York, la Unión Soviética y Cuba que probó su enorme prestigio internacional. Si en los años treinta apoyó la lucha de la Segunda República Española contra el fascismo, en los cuarenta la de los aliados contra el nazifascismo, en los cincuenta condenó el derrocamiento de Arbenz en Guatemala y en los sesenta respaldó la Revolución Cubana y la lucha del pueblo vietnamita y repudió la invasión de la República Dominicana por los marines, en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas alzó su voz en nombre de los pueblos del Tercer Mundo que pugnaban por su independencia económica y aspiraban a emplear sus riquezas naturales para su propio desarrollo y denunció los intentos del imperialismo por derrocar el Gobierno constitucional que presidía.
En marzo de 1973, en medio de una grave crisis económica causada en gran parte por la estrategia de la oposición, se convirtió en el Presidente que mayor apoyo popular obtuvo en las dos últimas décadas después de dos años y medio de gestión y el 43,4 % logrado por la UP impidió a la oposición destituirle por los cauces constitucionales, pero también mostró a ésta que su último recurso, antes de las elecciones presidenciales de 1976, era el golpe de estado. El 21 de mayo de 1973, Allende habló ante el Congreso Pleno en defensa de la «vía chilena al socialismo» y de las libertades democráticas y previno al país sobre el peligro de una guerra civil.
Horas después del fracaso del golpe militar del 29 de junio, pronunció un discurso desde los balcones de La Moneda ante miles de personas. Cuando escuchó consignas que pedían la clausura del Congreso Nacional, en manos de una oposición que bloqueaba la acción del Gobierno, y la entrega de armas al pueblo, el Presidente señaló que si era necesario convocaría un plebiscito para dirimir el conflicto político, pero añadió:
Compañeros, ya sabe el pueblo lo que reiteradamente le he dicho. El proceso chileno tiene que marchar por los cauces propios de nuestra historia, nuestra institucionalidad, nuestras características y por lo tanto el pueblo debe comprender que yo tengo que mantenerme leal a lo que he dicho; haremos los cambios revolucionarios en pluralismo, democracia y libertad...
Después de aquella fallida sublevación, un dramático llamamiento del arzobispo de Santiago abrió paso a la última etapa de las negociaciones de Allende y el PDC, pero la dirección que comandaba Aylwin, con la tutela de Frei, rechazó el acuerdo de mínimos que le propuso. El 23 de agosto, tras la dimisión del general Carlos Prats, el Presidente Allende designó como nuevo comandante en jefe del ejército al general Augusto Pinochet, quien hasta entonces había exhibido una impecable lealtad a sus deberes constitucionales.
El 9 de septiembre, horas después de que Allende le explicara su intención de convocar un plebiscito como solución para el grave conflicto político que dividía al país, Pinochet decidió unirse a la conspiración golpista. Dos días más tarde, cada uno eligió su lugar en la Historia: Pinochet encabezó un golpe de estado que aniquiló una democracia sin parangón entonces en América Latina y se convirtió en el jefe de la junta militar que impuso una dictadura que durante 17 años exhibió un absoluto desprecio por la dignidad humana. Allende fue leal a la promesa que hizo al pueblo chileno en reiteradas ocasiones: no entregaría el poder que le había concedido a ningún golpista. Su último discurso por Radio Magallanes, de una belleza casi poética, es una de las piezas oratorias imprescindibles para la memoria democrática de la humanidad.
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Salvador Allende conquistó el apelativo de «compañero Presidente» en 1970 por su trayectoria en las movilizaciones estudiantiles contra la dictadura de Ibáñez, en la efímera República Socialista de 1932, en la fundación del Partido Socialista, en la construcción del Frente Popular, como diputado, ministro de Salubridad y senador durante un cuarto de siglo, como candidato presidencial en cuatro oportunidades. «Yo no tengo otra arma que la persuasión y la autoridad moral que pueda tener por haber sido un hombre leal al pueblo», afirmó el 27 de octubre de 1971 ante los trabajadores del complejo minero de Chuquicamata.
Como Presidente de la República, como el «compañero Presidente», se dirigió en múltiples ocasiones con profundo respeto y afecto a los obreros, los campesinos, los jóvenes, las mujeres, los estudiantes, a las gentes sencillas del pueblo. Les expuso siempre con claridad y franqueza su visión de la situación del país y del proceso revolucionario e insistió hasta el infinito en la necesidad de ganar la «batalla de la producción» y fortalecer el compromiso con la construcción del socialismo. Sus palabras también estuvieron llenas de afecto. Por ejemplo, después de las horas de incertidumbre y preocupación del 29 de junio de 1973, aquella fría noche invernal se despidió así desde los balcones de La Moneda:
Compañeros, todavía algunos grupos fascistas están por allí, tengan cuidado, no caigan en provocaciones. Tienen que tener confianza en el Gobierno, que ha demostrado su fuerza esta mañana y seguiremos demostrándola. Compañeros, quédense en sus casas, únanse a sus mujeres y a sus hijos en nombre de Chile. Lleven mi cariño, mi respeto, mi admiración y mi fe a cada uno de los hogares de ustedes.
Todos estos sentimientos se fundieron en sus palabras del 11 de septiembre de 1973:
Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete de grandes anhelos de justicia, que empeñó su palabra de que respetaría la Constitución y la ley y así lo hizo. (...) Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz no llegará a ustedes. No importa, lo seguirán oyendo, siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal a la lealtad de los trabajadores.
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El nombre de Salvador Allende tiene proyección universal y lo divisamos inscrito en calles y avenidas, centros educativos y culturales en ciudades de numerosos países; incluso en algunos, como España, aparece en los espacios públicos más que en Chile. La conmemoración del centenario de su nacimiento, el 26 de junio de 2008, será, por tanto, un acontecimiento internacional que debiera motivar la reflexión no sólo sobre su trayectoria política y la evolución de Chile en el siglo XX, sino también sobre los desafíos del socialismo del siglo XXI.
En 2008 Salvador Allende regresa. Regresa el joven que fue capaz de asumir un compromiso temprano con los valores de la democracia y del