parte de la tradición del humanismo laico, de familias de capas medias profesionales provincianas, realizan su tránsito hacia posiciones revolucionarias de manera distinta a la generación de los sesenta. Se sensibilizan, no a través del vehículo de la teoría marxista, sino a través de un conocimiento empírico de la miseria, que Allende realiza durante su práctica en el Hospicio de Santiago, o a través de su inmersión en las luchas sociales de esos años agitados.
En las elecciones del 30 de octubre de 1932 Arturo Alessandri fue elegido presidente con el 54,6 % de los votos y Grove, sin tener detrás una organización política, ni realizar campaña, quedó en segundo lugar, con el 17,7 %. La crisis del Partido Comunista, atravesado por la polémica entre Stalin y Trotsky, se tradujo en el exiguo apoyo alcanzado por su candidato presidencial, Elías Lafferte (el 1,2 %) (Cruz-Coke, 1984: 99). El notable respaldo a la candidatura de Grove aceleró el proceso de creación del Partido Socialista, en el que participó Salvador Allende, como le explicó a Debray: «Yo no adherí al Partido Socialista, Régis: yo soy fundador del Partido Socialista, uno de los fundadores». Sobre por qué no ingresó en el Partido Comunista, que ya tenía entonces dos décadas de vida, apuntó (1971: 57-58):
Efectivamente, cuando fundamos el Partido Socialista existía el Partido Comunista, pero nosotros analizamos la realidad chilena y creímos que había cabida para un Partido que, teniendo un pensamiento filosófico doctrinario similar, un método como el marxismo para interpretar la historia, era un Partido que no tenía vinculaciones de tipo internacional, lo cual no significaba que nosotros desconociéramos el internacionalismo proletario. (...) El Partido Comunista aparecía como un partido más hermético, más cerrado, nosotros creíamos que era conveniente un partido que sobre la base, reitero, del mismo pensamiento, tuviera una concepción más amplia, de una independencia absoluta, con otra táctica que enfocara esencialmente los problemas, digamos, chilenos con un criterio ¿no? al margen de una posición vinculada internacionalmente.
En la fundación del Partido Socialista convergieron numerosos varios grupos de matriz marxista, militantes trotskistas expulsados del Partido Comunista y la Acción Revolucionaria Socialista de Óscar Schnake y Eugenio González, de inspiración anarcosindicalista. Su primera Declaración de Principios proclamó:
El Partido Socialista adopta como método de interpretación de la realidad el marxismo, enriquecido y rectificado por todos los aportes científicos del constante devenir social. La actual organización capitalista divide la sociedad humana en dos clases cada día más definidas, una clase que se ha apropiado los medios de producción y que los explota en su beneficio y otra clase que trabaja, que produce y que no tiene otro medio de vida que su salario.
Al contrario de lo que tradicionalmente se sostiene, el Partido Socialista habló en aquel documento de la necesidad de una suerte de dictadura del proletariado:
El régimen de producción capitalista, basado en la propiedad privada de la tierra, de los instrumentos de producción, de cambio, de crédito y de transportes, debe necesariamente ser reemplazado por un régimen económico socialista en que dicha propiedad privada se transforme en colectiva. Durante el proceso de transformación total del sistema es necesaria una dictadura de trabajadores organizados.
Incluso descartó la posibilidad de construir el socialismo «por medio del sistema democrático» (Arrate y Rojas, 2003: 170):
La transformación evolutiva por medio del sistema democrático no es posible porque la clase dominante se ha organizado en cuerpos civiles armados y ha erigido su propia dictadura para mantener a los trabajadores en la miseria y en la ignorancia e impedir su emancipación. La doctrina socialista es de carácter internacional y exige una acción solidaria y coordinada de los trabajadores del mundo. Para resolver este postulado el Partido Socialista propugnará la unidad económica y política de los pueblos de Latinoamérica para llegar a la Federación de las Repúblicas Socialistas del continente y a la creación de una política antiimperialista.
A finales de 1932, Salvador Allende recibió el título de licenciado en Medicina con su tesis de grado titulada Higiene mental y delincuencia[7]y, al no hallar oportunidades de trabajo en la capital, regresó a Valparaíso, ejerció en la Asistencia Pública y fundó la revista Medicina Social. En 1971, le explicó a Roberto Rosellini, en una entrevista grabada para varias televisiones, algunos episodios de aquellos años y sus dificultades para hallar trabajo debido a su participación en las luchas estudiantiles y su militancia socialista (Archivo Salvador Allende, 12, 1993: 67-74):
Tuve muchas dificultades, porque, aunque fui un buen estudiante y me gradué con una calificación alta, me presenté por ejemplo a cuatro concursos en los que era el único concursante y sin embargo los cargos quedaron vacantes. ¿Por qué? Por mi vida estudiantil.
En Valparaíso tuve que trabajar duramente en el único puesto que pude desempeñar: asistente de anatomía patológica. Con estas manos he hecho 1.500 autopsias. Sé qué quiere decir amar la vida y sé cuáles son las causas de la muerte. Terminando mi trabajo de médico me dedicaba a organizar el Partido Socialista. Yo soy el fundador del Partido Socialista de Valparaíso. Me enorgullece haber mantenido desde cuando era estudiante hasta hoy una línea, un compromiso, una coherencia. Un socialista no podía estar en otra barricada que en aquélla en la que yo he estado toda mi vida.
Como dirigente socialista, criticó en distintos actos al Gobierno conservador de Arturo Alessandri y a consecuencia de ello fue detenido por funcionarios de Investigaciones y relegado entre julio y noviembre de 1935 al puerto nortino de Caldera. Allí desarrolló una interesante actividad ya que, al comprobar el estado deficiente de la salud pública, procedió a vacunar a toda la población y, en su condición de dirigente socialista, su labor de adoctrinamiento fue asimilada por una gran parte de la población (Nolff, 1993: 29-30).
Al regresar a Valparaíso volvió a difundir por los cerros las propuestas de su organización al tiempo que ejercía la medicina con un marcado sentido filantrópico, como lo hiciera su abuelo. Su subsistencia la garantizaba trabajando como médico legista y con una consulta privada en una oficina que le prestaba su cuñado, el doctor Eduardo Grove. En 1935, promovió la creación de la Sociedad Médica de Chile y se encargó de la redacción del Boletín Médico de Chile. En el Partido Socialista su trayectoria fue ascendente: jefe de núcleo en 1933, secretario de seccional al año siguiente y secretario del Comité Regional de Valparaíso en 1935. En aquellos años también ingresó en la Masonería (Rocha, 2000).
Asimismo, fue un miembro muy activo de las Milicias Socialistas, creadas en respuesta a la actuación de las derechistas Milicias Republicanas y del Movimiento Nacional Socialista de Chile, con cuyos militantes solían enfrentarse en las calles (Veneros, 2003: 88-89). Waiss recuerda que fue Allende el dirigente de las Milicias en Valparaíso (Jorquera, 1990: 181):
Nosotros, en Santiago, recibíamos informes de los enfrentamientos en Valparaíso entre nuestros camaradas y los nazis. Y entonces empezamos a oír mencionar continuamente el nombre de Salvador Allende. Porque él dirigía a nuestra gente en el Puerto.
En diciembre de 1956, en el Senado, Allende recordó de manera elogiosa la actuación de las Milicias Socialistas, que se disolvieron cuando el gobierno del Frente Popular prohibió la existencia de este tipo de organizaciones (Martner, 1992: 186):
Cuando muchos senadores de la derecha –no todos, por suerte– miraban con complacencia el «nazifascismo», fueron los jóvenes de la Juventud Socialista los que dieron su sangre generosa en las calles de todo Chile para lograr que el régimen democrático, que no nos satisface plenamente, se mantuviera. Y no hay ningún partido, ni el Conservador, ni el Radical, ni el Liberal, que tenga más víctimas que el Partido Socialista, que nosotros, que los socialistas de todos los sectores, en la lucha contra el fascismo.
La fundación del Partido Socialista cerró el periodo fundacional del movimiento popular chileno. Si el «Estado Portaliano» consagró a partir de 1833 la voluntad de la oligarquía como ley, desde los albores de la República hubo grupos sociales que se rebelaron contra su hegemonía. Así, Ramírez Necochea rescató el levantamiento de los mineros de Chañarcillo en 1834 y de otros sectores laborales en unas acciones caracterizadas