En la misma medida que van cambiando las legislaciones de los países en cuanto a la llamada identidad de género, nos vamos encontrando en nuestra práctica, cada vez con mayor frecuencia, con sujetos que rechazan, junto con el cuerpo sexuado que les tocó en suerte, la dimensión del nombre que a ese cuerpo lo nombraba. Ese nombre recibido del Otro, que vehiculiza tanto huellas de deseo o de goce como lazos de filiación. Como señalaba Lacan, en esta nominación se trata de “el lugar que el niño ocupa en la estirpe según la convención de las estructuras del parentesco, el nombre de pila que a veces lo identifica ya con su abuelo, los marcos del estado civil y aun lo que denotará su sexo”. (3)
Este rechazo del nombre recibido denota entonces un profundo reordenamiento de las estructuras de parentesco, que prescinde de ahora en más del Nombre del Padre, que, tal como lo señalara Nietzsche, ha muerto. Y no es casual que, en la comunidad trans, a ese nombre recibido, con el que el sujeto se identifica tan poco como con su cuerpo, se lo llame nombre muerto. Ese nombre no le concierne de ningún modo, no lo nombra en absoluto, y debe ser borrado junto con la supuesta identidad de género que nombraba.
Lacan señala que “es pues entre el significante del nombre propio de un hombre y el que lo cancela metafóricamente donde se produce la chispa poética, aquí tanto más eficaz para realizar la significación de la paternidad cuanto que reproduce el acontecimiento mítico en el que Freud reconstruyó la andadura, en el inconsciente de todo hombre, del misterio paterno”. (4) Ha muerto el nombre propio, ligado al misterio paterno y, junto con él, esa dimensión metafórica por la que el nombre propio es a la vez lo más propio y lo más ajeno, dejando lugar, o bien a la deriva incansable de nombres que el sujeto no logra terminar de vivir como propios, que no anudan, o bien, en el otro extremo, al nombre como absolutamente propio, marcando a fuego una identidad en un orden de hierro.
Es difícil anticipar los alcances de esta transición. De lo que no cabe duda es que la humanidad está viviendo una transformación radical, de la que seguramente esta pandemia que nos atraviesa no es ajena, tal es el grado de destrucción de la vida natural, al que nuestra propia enfermedad lenguajera nos ha llevado. En el campo del Derecho, nos encontramos frente a leyes que ponen todos sus fundamentos en cuestión, ya que sacuden los cimientos mismos del lenguaje, de las estructuras de parentesco, de los lazos sociales y la distribución del goce tal como los conocíamos hasta ahora. El debate sobre estas leyes relativas al género pone de manifiesto que el hombre, tal como lo conocíamos, parece estar muriendo atrás de su Dios.
Hasta ahora, esta transformación no ha logrado mitigar un ápice el sufrimiento humano. Sigue existiendo un sujeto con el que el discurso capitalista no ha logrado terminar, un sujeto que las leyes no logran atrapar en el discurso del Derecho, un sujeto que escapa a todo colectivo en el que pueda integrarse, un sujeto que eventualmente se dirige al psicoanalista buscando alivio a su malestar.
Es en ese campo abierto por una clínica que interroga los fundamentos mismos del discurso analítico, que se vuelve imprescindible este nuevo libro de Silvia Ons, en el que podemos seguir unos hilos que se tejen con la agilidad propia de una autora que sabe mover sus agujas hasta lograr un entramado complejo, sutil y simple a la vez. En él se entrelazan el discurso analítico, el discurso filosófico y el discurso de género en una trama que bordea el agujero del deseo del analista, cuya voz femenina se deja escuchar a lo largo del texto.
En efecto, es una referencia permanente a su práctica –que no ahorra intervenciones, efectos e interrogaciones ligadas a la incidencia de la época en la misma– la que sostiene un tejido que es también un verdadero ejercicio de deconstrucción, en lo que la autora es fiel a su propio planteo del psicoanálisis como gran deconstructor.
Deconstrucción del discurso de género –orientación propuesta por Jacques-Alain Miller (5)–, cuyas afirmaciones interroga con agudeza, demostrando en varios pasajes tanto sus contradicciones internas como su falta de fundamento en ciertas críticas dirigidas al psicoanálisis, movimiento que no anula el reconocimiento de su gran valor en el campo de los derechos conquistados. Pero también constatación de sus efectos en la clínica del sujeto contemporáneo, allí donde al instalarse como nuevo discurso del amo imponiendo la liquidación del sexo, barre tanto con la dimensión del conflicto como con toda responsabilidad subjetiva.
Deconstrucción del discurso filosófico –en el que la autora se mueve con la soltura de quien cuenta con una vasta formación–, siguiendo la vía antifilosófica abierta por Jacques Lacan, allí donde lleva a cabo una tan rigurosa como incisiva lectura de autores tales como San Agustín, Nietzsche o Spinoza, depurando en ella cuestiones centrales en la indagación acerca de la libertad y sus límites, la transvaloración y sus consecuencias, o la perspectiva de un real sin falta. En cada uno de estos autores Silvia Ons irá encontrando aquellos márgenes que destotalizan sus planteos, no sin por ello situar sus distancias con los planteos del discurso analítico acerca de lo incalculable del goce en juego en toda elección, la responsabilidad del sujeto por su inconsciente, o lo irreductible de la pulsión de muerte.
Finalmente, deconstrucción de todo aquello que puede volverse dogma en el discurso analítico, ciñéndose sin embargo a una ortodoxia que es tan freudiana como lacaniana –ortodoxia que sin embargo no deja de alojar cierta perspectiva herética, necesaria sin duda para albergar lo nuevo que proviene de su práctica–, sin por ello caer en el facilismo de una queerización políticamente correcta, lo que consistiría en una nueva forma de autocensura, como acertadamente señala la autora. Este hilo se ve enriquecido por otras hebras que se agregan a los textos de Sigmund Freud, Jacques Lacan y Jacques-Alain Miller, encontrándose valiosas referencias a textos de otros autores, principalmente colegas de la Escuela de la Orientación Lacaniana.
Hay un vaivén en este libro, que propone al lector dejarse llevar por un ritmo que sigue el movimiento incesante de las agujas con las que Silvia Ons nos lleva de un hilo a otro con el oficio de una artesana que sabe hacer nudos con los agujeros que habitan al parlêtre contemporáneo, en una experiencia de lectura absolutamente original.
1- Miller, J.-A., De la naturaleza de los semblantes, Paidós, Buenos Aires, 2020, p. 18
2- Lacan, J., “Nota sobre el padre”, en Revista Lacaniana de Psicoanálisis, 20, EOL-Grama, Buenos Aires, junio 2016, p. 9.
3- Lacan, J., “Observación sobre el informe de Daniel Lagache”, Escritos 2; Siglo Veintiuno editores, Buenos Aires, 1984, p. 633.
4- Lacan, J., “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, Escritos 1, op. cit., p. 488.
5- Miller, J.-A., “Ouragan sur le ‘gender’!”, en Lacan Quotidien, n° 925, marzo de 2021, pp. 2-5.
Introducción
Sabemos que nuestra libertad está restringida desde que nacemos, no elegimos a nuestros padres ni nuestro código genético, ni el día de nuestra muerte, ni las múltiples contingencias de nuestro destino. Sin embargo, hoy más que nunca se reivindica una libertad sin ambages, fuera de cualquier tipo de condicionamiento, exenta de influencias, ignorante de sus límites, excluida de sus marcas. Pero además se circunscribe la elección al plano conciente, negando cómo ella puede estar determinada e incluso comandada por razones desconocidas.
Muchos estudios dedicados al género dan lugar a ideas tales como la de una elección exenta de todo tipo de determinación, contrapuesta a un esencialismo como destino inevitable. Pero tanto en un caso como en otro se rechazan otras constelaciones. Así, el “yo elijo” o “yo soy así desde que nací”, niegan la urdimbre del inconsciente, así como la complejidad de la vida, la contingencia de los encuentros; en fin, la historia y sus avatares. La misma teórica feminista Teresa de Lauretis, (1) precursora