Silvia Ons

El movimiento trans entre el feminimo y el machismo


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ese tipo de libertad no se circunscribe a las temáticas de género –que según veremos tampoco todas ellas caen en esa reducción– sino que parece ser la marca de esta época: la de un individualismo donde se rechaza la incidencia de una dimensión que lo trascienda. El derecho se yergue como el valor yoico supremo (3) en desmedro de la obligación, y no es casual ya que el derecho sea individualista mientras que la obligación incluye al otro y supera el “sí mismo”. Apología del yo y uso indiscriminado de derechos, parecen ser signos distintivos de la época; en definitiva, la antítesis del sujeto del inconsciente.

      Finalmente, esa libertad que no quiere nada más que a sí misma, conduce inevitablemente a un solipsismo muy ligado a la lucha entre los sexos. Me detendré particularmente en la llamada “violencia de género”, prosiguiendo los estudios que desde hace años consagro a tal temática.

      Clásicamente se ha considerado que se elige en función de una deliberación en la que interviene la razón sopesando los pro y los contra, evaluando en definitiva los principios en virtud de los cuales se elige. A diferencia de esta concepción intelectualista, el psicoanálisis considera que la elección es libidinal y que el goce la torna incalculable. Se trataría, paradójicamente, de una elección que no navega en el aire y que no es “libre” de constelaciones ni desembarazada de anclajes.

      Analizo en este libro los supuestos que están en la base de la “elección del sexo” en períodos tempranos, en particular la identidad de género en la primera infancia. Considero necesario el abordaje que realiza el psicoanálisis de la sexualidad en el período que trascurre de la niñez a la adolescencia. También me ha parecido importante considerar las opiniones de intelectuales trans, que no identifican la elección con el libre arbitrio del niño y le devuelven al término la densidad y complejidad que el mismo merece. Ejemplos de mi clínica serán un aporte sobre el tema.

      El término “deconstrucción” se ha levantado como bandera de movimientos que quieren disolver los conceptos adosados a las biparticiones hombre-mujer. Consignas tales como “deconstruir al varón”, “deconstruir al patriarcado”, o “deconstruir el género”, son de uso corriente. Sin embargo, su empleo es mucho más abarcativo y alcanza a lo relativo a la moral, a las costumbres, a los ideales, al lenguaje y hasta al género humano, como si se tratase de un ideal ilimitado. En los últimos capítulos me detengo en las consignas feministas vinculadas con la decontrucción del patriarcado, levantadas con justicia y con vehemencia frente a los terribles femicidios a escala planetaria. Considero de suma importancia no equiparar “machismo” con “patriarcado”, y desarrollo la manera en la que el machismo es una manifestación de la decadencia del sistema patriarcal.

      Así, para estudiar el fenómeno trans, es necesario remitirse a toda una corriente filosófica: Hegel con su idea del fin de la historia como disolución de los opuestos; Nietzsche con la devaluación de los valores, por no estar ellos ligados a la vida, o con su más allá del bien y del mal denunciando la raíz pulsional de la moral; Heidegger desmantelando a la metafísica occidental; Derrida y Deleuze llevando la deconstrucción a planos insospechados, sólo para citar algunas de las muchas influencias.