ese tipo de libertad no se circunscribe a las temáticas de género –que según veremos tampoco todas ellas caen en esa reducción– sino que parece ser la marca de esta época: la de un individualismo donde se rechaza la incidencia de una dimensión que lo trascienda. El derecho se yergue como el valor yoico supremo (3) en desmedro de la obligación, y no es casual ya que el derecho sea individualista mientras que la obligación incluye al otro y supera el “sí mismo”. Apología del yo y uso indiscriminado de derechos, parecen ser signos distintivos de la época; en definitiva, la antítesis del sujeto del inconsciente.
Finalmente, esa libertad que no quiere nada más que a sí misma, conduce inevitablemente a un solipsismo muy ligado a la lucha entre los sexos. Me detendré particularmente en la llamada “violencia de género”, prosiguiendo los estudios que desde hace años consagro a tal temática.
Si el llamado a la libertad ha tenido históricamente un sentido vinculado con las reivindicaciones sociales que sobrepasan a los sujetos, (4) hoy muchas parecen ceñirse al individuo y a sus goces. El propósito de este libro es el de analizar sus consecuencias; para ello será oportuno rastrear las ideas sobre la libertad a lo largo de la historia, ubicando sus ejes básicos para ceñir cuál está presente en nuestra actualidad. Es interesante indagar la temática de la elección y la posición del psicoanálisis al respecto, ya que tanto Freud como Lacan no la eludieron. Ha sorprendido a todos que el creador del psicoanálisis, ferviente creyente en el inconsciente, se refiriese en el inicio de su obra a la “elección de la neurosis”. Muchos consideraron que el Neurosenwahl –término que acuñó al escribir sobre ello– podía ser un vocablo perteneciente a las primeras conceptualizaciones del psicoanálisis, supuestamente caduco, que no merecería indagación. Sin embargo, cuando Freud abandona su empleo, conserva la expresión “elección” para aludir a la elección de objeto. Su uso convirtió a la palabra en moneda gastada, haciendo que se perdiera de vista la importancia de lo que allí está en juego: ¿de qué trata la elección?, ¿cómo el creador del psicoanálisis, aquel que mostró como nadie la manera en la que nuestros actos están determinados por razones que desconocemos, se refiere a la posibilidad de una elección?
¿Y de qué acto del sujeto se trata tan alejado del cálculo y del intelectualismo y tan cercano a intereses libidinales? Por otro lado, Lacan se refirió a la elección forzada uniendo dos términos que usualmente se contraponen, para indicar que hay un margen de libertad, pero que ella no tiene esa amplitud y ese desamarre que muchas veces se pretende. Ya cercano al final de su obra, ubicó a la elección en el punto preciso del sexo, y pensó que la decisión del ser tiene un carácter insondable. (5)
Clásicamente se ha considerado que se elige en función de una deliberación en la que interviene la razón sopesando los pro y los contra, evaluando en definitiva los principios en virtud de los cuales se elige. A diferencia de esta concepción intelectualista, el psicoanálisis considera que la elección es libidinal y que el goce la torna incalculable. Se trataría, paradójicamente, de una elección que no navega en el aire y que no es “libre” de constelaciones ni desembarazada de anclajes.
Analizo en este libro los supuestos que están en la base de la “elección del sexo” en períodos tempranos, en particular la identidad de género en la primera infancia. Considero necesario el abordaje que realiza el psicoanálisis de la sexualidad en el período que trascurre de la niñez a la adolescencia. También me ha parecido importante considerar las opiniones de intelectuales trans, que no identifican la elección con el libre arbitrio del niño y le devuelven al término la densidad y complejidad que el mismo merece. Ejemplos de mi clínica serán un aporte sobre el tema.
Una característica de nuestra actualidad es el fenómeno trans, y es de mi interés en este libro no circunscribirlo al campo relativo a las temáticas de diversidad sexual, sino analizar su extensión en diversos ámbitos, para luego notar su incidencia en la clínica psicoanalítica. En nuestros días, el alcance de la transvaloración anunciada por Nietzsche, tiene una magnitud ubicua no limitada a los estudios sobre género, el cual sería, en este sentido, una de sus consecuencias. La sintomatología que muchos pacientes presentan, no obedece a las teorizaciones clásicas que compartimos los psicoanalistas, y si bien estas son nuestros pilares y se mantienen vigentes, los nuevos casos nos obligan a redefinirlas. Es que trans como partícula significa “más allá de”, y es esta la dimensión con la que nos encontramos cuando surgen manifestaciones clínicas que sobrepasan a las de antaño. Las mixturas y las gradaciones que muestran ciertos cuadros, no responden a las antiguas biparticiones entre psicosis y neurosis, de modo que esa no delimitación no se reduce al género sexual. Por otra parte, la caída del Nombre-del-Padre trae aparejada la evaporación del conflicto, de la culpa y de la responsabilidad, y nos confronta con una clínica en la que se ausenta el sentimiento trágico de la vida. (6) Varios ejemplos extraídos de mi práctica serán pensados a partir de las diferentes décadas que atravesó nuestro país y sus marcas en las diversas historias.
El término “deconstrucción” se ha levantado como bandera de movimientos que quieren disolver los conceptos adosados a las biparticiones hombre-mujer. Consignas tales como “deconstruir al varón”, “deconstruir al patriarcado”, o “deconstruir el género”, son de uso corriente. Sin embargo, su empleo es mucho más abarcativo y alcanza a lo relativo a la moral, a las costumbres, a los ideales, al lenguaje y hasta al género humano, como si se tratase de un ideal ilimitado. En los últimos capítulos me detengo en las consignas feministas vinculadas con la decontrucción del patriarcado, levantadas con justicia y con vehemencia frente a los terribles femicidios a escala planetaria. Considero de suma importancia no equiparar “machismo” con “patriarcado”, y desarrollo la manera en la que el machismo es una manifestación de la decadencia del sistema patriarcal.
Derrida elaboró el concepto de “deconstrucción” apoyándose en Heidegger y en su exégesis del ser, para utilizar un método en el que se fragmentan textos y se encuentran márgenes antes desechados por los discursos hegemónicos. Claro que para estos filósofos no se trata tanto de lo trans como del más allá, sino de “tras”, (7) en el sentido de “ver a través de”, hallar en suma lo encubierto que no sólo se olvida, sino que se ha olvidado que se olvida. Fue el mismo Derrida (8) quien advirtió sobre el peligro del uso abusivo que estaba teniendo la palabra, uso que la hacía equivalente a “destrucción” y que se alejaba del sentido que él le había otorgado.
La deconstrucción derridiana parte de un análisis detallado de los bordes discursivos para captar detalles invisibilizados hasta ese momento y, en definitiva, conmover la estructura predefinida y el significado absoluto que hegemoniza el logos. Si bien muchos detractores y críticos de la corriente, han afirmado que una de las consecuencias de una liberalización de las estructuras del contenido en su fondo y forma, generaría un relativismo del “todo vale”, el método tiene un carácter analítico que se enmarca en una aguda indagación del texto. Y no habrá que olvidar que este autor necesitó ubicar el límite de la deconstrucción en lo indeconstruible, por ejemplo, la justicia. (9) La desconstrucción derridiana es un ejercicio de detectar lo “otro” en los discursos aparentemente homogéneos, convirtiéndose en un verdadero procedimiento de las investigaciones literarias, antropológicas y estéticas. Transvaloración y deconstrucción tienen puntos de contacto, con lo que lo ha llevado a Rorty (10) a considerar que fue Derrida quien logró realizar el sueño nietzscheano del filósofo-artista.
Así, para estudiar el fenómeno trans, es necesario remitirse a toda una corriente filosófica: Hegel con su idea del fin de la historia como disolución de los opuestos; Nietzsche con la devaluación de los valores, por no estar ellos ligados a la vida, o con su más allá del bien y del mal denunciando la raíz pulsional de la moral; Heidegger desmantelando a la metafísica occidental; Derrida y Deleuze llevando la deconstrucción a planos insospechados, sólo para citar algunas de las muchas influencias.
Por otra parte, ha sido el psicoanálisis el gran deconstructor de las ilusiones del yo, y es por eso que Freud afirma que ninguna afrenta ha sido más sentida para el narcisismo que aquella que le indica que no es amo en su propia casa. Sin embargo, se reivindica como bien supremo una libertad “yoica” sustraída