artificial y construida de sus referentes son más dignas de crédito que aquellas otras que se presentan como versiones incontestables del pasado.21 Esta necesidad de una metodología reflexiva (autoconsciente y escrutinizadora de otras prácticas discursivas) es una de las reclamaciones principales de la filosofía postmodernista de la historia. La fundamental aportación de las obras de Foucault, White y LaCapra consiste en la radical “historización” de la historia. A través de sus modelos problematizadores podemos examinar cómo algunas historias previas o contemporáneas han sido construidas y recibidas en un momento determinado. Sus obras ofrecen aproximaciones escépticas, pero críticamente reflexivas que nos permiten explorar el mundo en que vivimos y las formas de la historia que han contribuido a producirlo.
Capítulo 2
El Teatro de la Memoria de Carlos Fuentes
Desde su primera colección de cuentos, Los días enmascarados (1954), hasta sus últimos ensayos, Fuentes ha mostrado en su obra una preocupación casi obsesiva por la reescritura de la historia. En su obra el pasado es contemplado no como un ámbito cerrado y pasivo que aguarda investigaciones puramente arqueológicas, sino como pluridimensional, abierto, reinterpretable y vivo dentro de nuestro mundo contemporáneo. Para el escritor el medio privilegiado para la exploración de tal pasado no es el ámbito discursivo de la historia, sino el espacio imaginativo de la ficción literaria. Su objetivo es sacar a la luz las áreas oscuras del registro histórico, o como dice el propio Fuentes, “darles una voz a los silencios de nuestra historia” (1978: 13).
En cuentos tan tempranos como “Chac Mool”, “Por boca de los dioses” o “Tlactocatzine”, incluidos en Los días enmascarados, Fuentes describe no solo el pasado de México, sino también su conflictiva relación con nuestra realidad contemporánea. En los dos primeros el mundo prehispánico se muestra latente detrás de la realidad mexicana. En el último es la figura de Carlota, mujer del emperador Maximiliano, la que reaparece dentro del ámbito del México actual. En los tres cuentos el pasado, aunque relegado al olvido en nuestra vida diaria, se encuentra siempre al acecho, esperando cualquier oportunidad para irrumpir de nuevo y reclamar sus derechos. En el resto de estos primeros cuentos Fuentes sitúa la acción en momentos significativos de la historia de México, con la intención de reflexionar sobre el inevitable conflicto entre los recuerdos del pasado y la percepción del presente. El mismo título de la colección, Los días enmascarados, alude a los cinco días finales del calendario azteca, haciendo patente la aportación del pasado precortesiano a la cultura mexicana de hoy en día.
Con La región más transparente (1958) Fuentes inicia sus experimentos totalizadores. El objetivo principal de la novela es ofrecer un gran mural del México moderno. Para ello recurre a la técnica del collage a la manera de Dos Passos, presentando un gran abanico de personajes representativos de todos los sectores sociales de la capital. La conciencia central de la obra, Ixca Cienfuegos, actúa como nexo con el pasado azteca. Junto a Teódula Moctezuma, Ixca manifiesta su desprecio por la mediocridad y las injusticias del presente que le ha tocado vivir y busca la vuelta a las raíces prehispánicas, un intento que se ve frustrado a menudo. Y es que Fuentes no se limita a idealizar el mundo azteca. Por el contrario, el pasado prehispánico se revela a menudo como incomprensible a la mentalidad de nuestro tiempo. Sus esfuerzos desde estas primeras obras apuntan hacia la recuperación crítica de dicho pasado, a la comprensión de su aportación a la construcción de la cultura mestiza que configura el México actual.
Pocos años después, la publicación de La muerte de Artemio Cruz (1962) afianza definitivamente la señalada tendencia de Fuentes a reflexionar sobre motivos históricos valiéndose de patrones literarios innovadores. En lo que es, hasta la fecha, su más ácida crítica a la institucionalización de la revolución mexicana, Fuentes analiza la psicología de un miembro representativo de la oligarquía surgida a la sombra del proceso revolucionario. Los sucesos de la vida del protagonista, Artemio Cruz, se corresponden en la novela con episodios característicos de la historia de México. La revolución, iniciada en 1910, es contemplada aquí como un relevo de nombres en el poder, que no resolvió las injusticias seculares que ha venido sufriendo el país. Pero el interés de esta novela no es solo histórico, sino también literario. A la mencionada influencia de Dos Passos, se añade la de otro autor norteamericano, William Faulkner.22 La influencia de Dos Passos se aprecia en el uso de las tres personas narrativas para representar un mismo suceso. La de Faulkner se manifiesta en la yuxtaposición y multiplicación de perspectivas para mostrar la imposibilidad de alcanzar una versión definitiva del pasado.
En 1962 vio la luz también Aura, novela corta en la que se superponen de modo inquietante historia y fantasía. El protagonista, historiador de profesión, que recibe el encargo de escribir la biografía de un antiguo general mexicano, termina asumiendo la personalidad del difunto bajo el hechizo de su viuda, doña Consuelo. Lo que se presenta a simple vista como una trama fantástica dentro de la mejor tradición gótica sirve a Fuentes a un nivel más profundo para presentar de nuevo una reflexión sobre los engañosos mecanismos de la memoria, así como sobre la dificultad de reconstruir la personalidad individual en un mundo donde la identidad está permanentemente expuesta al desdoblamiento y la dispersión.
Esta misma incidencia en el aspecto proteico de la personalidad humana alcanza su cenit en su novela siguiente, Cambio de piel (1967). En esta ocasión es de nuevo el pasado prehispánico, representado en el paisaje imponente de la ciudad sagrada de Cholula, el que sirve de trasfondo a la aventura existencial de sus personajes. La misma obertura de la novela tematiza la ya mencionada tensión entre el pasado prehispánico y el México contemporáneo: a la narración de la llegada de los personajes a la Cholula contemporánea se superpone la narración que Bernal Díaz hace de la entrada de los españoles en la ciudad azteca en el siglo XVI. En esta novela Fuentes introduce con más intensidad de lo que lo había hecho anteriormente un gran número de referencias a la cultura popular mexicana y norteamericana de los años sesenta. Asimismo, los experimentos con el perspectivismo múltiple que había ensayado en sus anteriores novelas son llevados aquí a un extremo que dificulta enormemente la lectura. La misma volatilidad de personajes y acontecimientos, el afán por socavar la lógica del discurso y la atribución de la voz narrativa a una mente enferma se traducen en una novela en donde el experimento gratuito pone a veces en peligro el diseño global de la obra.
Esta línea experimental de Fuentes tiene su manifestación más reciente en Cristóbal Nonato (1987). En este nuevo texto de proporciones “épicas” ensaya una vez más su concepto de la novela como inmenso mural histórico. Al igual que en su primera novela, La región más transparente, Fuentes hace uso de un gran despliegue de personajes que representan diferentes estamentos de la sociedad mexicana, la ciudad de México se convierte asimismo en protagonista y espacio amalgamante de la realidad del país y, como ya ocurriera también en su primera novela, los mitos prehispánicos manifiestan su presencia en el México del siglo XX. Pero los casi treinta años que median entre La región más transparente y Cristóbal Nonato dejan sentir su presencia. La visión que presenta ahora Fuentes es fundamentalmente apocalíptica, paródica y grotesca. El discurso autorreflexivo que se manifestaba ocasionalmente en sus primeras obras se afianzó en Cambio de piel y, aunque parecía haber llegado a su apogeo en Terra Nostra, alcanza su apogeo en Cristóbal Nonato, donde el protagonista, un embrión en proceso de gestación, reflexiona irónicamente sobre el proceso de redacción de la novela y mantiene un divertido diálogo con el lector. Cristóbal Nonato representa en muchos sentidos la apoteosis del concepto de la novela como pastiche. Es una ficción sobre ficciones que explícitamente confiesa y discute sus propios préstamos literarios.23 En ella Fuentes representa la realidad apocalíptica de su país en un futuro carnavalesco, que es ya pasado, el 12 de octubre de 1992, la fecha del quinto centenario del “descubrimiento” de América. Fuentes tematiza y parodia a la vez lo que Jameson cree ser una preocupación recurrente acerca de la identidad nacional dentro de las sociedades postcoloniales, conectándola con la problemática de la escritura. En última instancia, Cristóbal Nonato desafía nuestra creencia de que las afirmaciones históricas son objetivas, neutrales o imparciales. A través de su narrador autoconsciente en primera persona Fuentes ridiculiza el