de la Generalitat, en Mahón. Desde este momento la isla quedó dividida en dos áreas, encabezadas por los dos principales núcleos urbanos, situación que se mantendría hasta la derrota final de los sublevados.193 La guerra se prolongaría hasta 1472 y tendría un alto coste demográfico, no tanto por la pérdida directa de vidas humanas en los combates, como por el saldo migratorio negativo que provocaría, al generar inseguridad y alterar la actividad económica. El fogatge de 1475 solo registraría 494 fuegos fiscales,194 unos 2.225 habitantes. La isla, en menos de veinte años, habría perdido, pues, un 30% de su ya escasa población. Tanto Cataluña como Menorca pagarían, pues, un alto precio por haber perdido la contienda.
En la recesión económica menorquina del siglo XV intervinieron también algunos factores endógenos, específicos, como la tensión creciente entre sus dos villas principales. Aunque Ciudadela era el principal núcleo urbano y conservaría aún durante varios siglos la capitalidad, Mahón y la zona oriental de la isla, durante la fase expansiva de 1380-1410, se habían convertido en el área más dinámica demográfica y económicamente, debido en buena parte a las compras de lana realizadas por los agentes de las compañías italianas. El cambio de coyuntura, el incremento de la presión fiscal y la eclosión de las banderías acentuaron, durante el segundo tercio de la centuria, la conflictividad entre ambas poblaciones. Las consecuencias de la revuelta contra Juan II, fueron desastrosas para el conjunto de la isla, pero alcanzaron sus cotas máximas en Mahón, donde –como ya se ha expuesto– se replegaron los partidarios de la Generalitat de Cataluña. Juan II, desde el inicio de la guerra, indemnizó a los miembros del bando realista por las pérdidas que les ocasionaba con bienes inmuebles, rebaños y censales confiscados a los partidarios de «los catalanes», y concedió al consistorio de Ciudadela rentas para financiar la reconstrucción de las infraestructuras defensivas y económicas.195 La guerra civil provocó, pues, una transferencia considerable de población y de recursos desde el sector oriental hacia el occidental, reforzó transitoriamente –en un contexto global recesivo– la preponderancia de Ciudadela sobre Mahón,196 pero no desmontó la estructura bipolar de la isla. Este proceso no tiene equivalente en Ibiza, con un único núcleo urbano dominante sobre una población campesina dispersa; ni en Mallorca, donde los treinta y un núcleos rurales no consiguieron atenuar la superioridad de la Ciudad. Los enfrentamientos internos del siglo XV solo retardaron el basculamiento del centro de gravedad demográfico, económico y político de la isla hacia Mahón, no lo evitaron. En la balear mayor, tanto la revuelta campesina de 1450 como la Germanía de 1521 reforzaron, en cambio, la preeminencia de la capital.197
La continuidad de las salidas de carneros, bueyes y lana
El recrudecimiento de las banderías y la guerra civil, al destruir muchas explotaciones agrarias,198 agravaron las crisis frumentarias y acentuaron la dependencia –ya crónica– de los menorquines de los cargamentos de trigo aportados por comerciantes mallorquines199 y catalanes.200 Entre 1415 y 1472, el lugarteniente general de Mallorca autorizó la salida de grano con destino a Menorca en 1420, 1430, 1433, 1437, 1457, 1462, 1465 para atenuar las penurias que padecieron, en aquellos años, sus pobladores.201
Los efectos del ascenso de la agresividad debieron de ser, sin embargo, bastante menos intensos en la ganadería que en la agricultura, puesto que continuaron saliendo contingentes de ovinos y vacunos con destino a Mallorca y Barcelona; las ventas exteriores solo quedaron bloqueadas durante la fase final de la guerra civil catalana. En 1436, Simón de Granada, ciudadano de Ciudadela, reclamaba judicialmente a Bernat Tió, vecino de Pollença, las 15 libras que le debía por la venta de dos bueyes menorquines.202 Un año después, Antonio Huguet, menorquín, confiaría a Miquel Martorell, de Pollença, un buey y 19 cerdos para que los vendiera en Mallorca.203
Los hombres de negocios y los carniceros catalanes, en el segundo y tercer tercio del siglo XV, también siguieron adquiriendo lana y reses en Menorca. El concejo de la Ciudad Condal, el 23 de febrero de 1437, protestaba ante el lugarteniente del gobernador por la retención, con el pretexto de una escasez local de carne, de una partida de bueyes que habían adquirido los tablajeros barceloneses Antonio Llunes y Jaume Begur.204 La respuesta corrió a cargo de los jurados de la universidad, quienes, el 15 de abril, justificaban el bloqueo con el argumento de que los precios de los animales en la capital catalana habían dejado de ser rentables para los ganaderos locales y recomendaban a sus homólogos barceloneses, después de recordarles la decisiva contribución de los rebaños insulares al aprovisionamiento de la urbe, que restablecieran las cotizaciones vigentes antes de la reciente caída.205 El consistorio de la Ciudad Condal, sin embargo, rechazó de plano las razones expuestas por las autoridades menorquinas, alegando que los precios no habían experimentado ningún cambio importante, y les requirió que autorizasen el embarque de la citada partida de bueyes.206 Dos años después, en 1439, la galera de Galceran de Requesens, gobernador de Menorca, interceptaría una embarcación catalana que navegaba, cargada de bueyes, terneros, ovejas y otros animales de carne, rumbo a Barcelona.207
El ganado menorquín no vuelve a aparecer, en la documentación barcelonesa y mallorquina, hasta mediados de la decada de 1460, en plena guerra civil catalana. La adhesión de uno de los dos bandos que se disputaban el poder en la isla, el del gobernador Pere de Bell-lloc, a la causa de la Generalitat garantizó a los sublevados el acceso al estratégico puerto de Mahón, que jugaría, en las fases álgidas de la contienda, un papel decisivo en el abastecimiento alimentario tanto de la Ciudad Condal como del enclave balear.
A principios de 1466, una escuadra realista se apoderó, en las inmediaciones del puerto de Mahón, de un balener cargado de vitualles (alimentos) e altres coses, que navegaba rumbo a Barcelona, y lo desvió hacia Ciudadela. Los consellers de la capital catalana, en diciembre de aquel mismo año, ofrecieron a sus homólogos de Mahón el envío de cereales, especificando que podrían ser pagados en metálico o con carneros, lana u otras mercancías.208 El ofrecimiento fue aceptado, puesto que, en abril del año siguiente, el consistorio catalán avisaba al capitán de Blanes del paso por su demarcación jurisdiccional de un contingente de ganado menorquín con destino a Barcelona, a fin de que no lo sometiera al pago del cabessatge209 (impuesto de paso). Un tráfico de alimentos idéntico debía de funcionar coetáneamente entre Mallorca y el sector realista de la isla de Menorca, puesto que el Gran e General Consell de la balear mayor había autorizado, el año anterior, la salida de grano para Ciudadela, con la condición de que el dinero obtenido con las ventas se consignase íntegramente a la adquisición de carneros.210
Un delegado de los rebeldes, el 1 de abril de 1472, anunciaba, desde Mahón, al concejo de Barcelona la inminente llegada de embarcaciones cargadas de trigo, procedentes de Marsella, y solicitaba el envío de una nave para remitirles ganado menor y mayor.211 El capitán y los jurados de Mahón, reiteraban la oferta el 6 y el 10 de dicho mes.212 En la segunda de las misivas, le notificaban, además, que, ante la eventualidad de un ataque realista, habían sustraído 1.000 cuarteras de un cargamento de trigo provenzal en tránsito hacia la capital catalana. La presencia de una escuadra realista en agua de Menorca, y el asedio de Barcelona, que impedía la salida de bajeles, obligan, sin embargo, a postergar el embarque de los animales.213 La situación bélica, en los meses sucesivos, evolucionará negativamente para los partidarios de la Generalitat y el ganado menorquín no llegará nunca a la hambrienta Ciudad Condal. De este conjunto de referencias se desprende que el puerto de Mahón jugó, durante la guerra civil catalana, un papel importante en el aprovisionamiento alimentario de Barcelona, como escala segura en la ruta por la que llegaban los cereales adquiridos en los puertos de Provenza y plaza expedidora de ganado de carne. Constituye también un testimonio muy expresivo de la capacidad de resistencia de la ganadería menorquina frente a los efectos destructivos de la larga contienda, que acentuaron el déficit crónico de grano en ambos sectores de la isla, pero no bloquearon las salidas de ganado de carne desde Ciudadela y Mahón, hacia la Ciudad de Mallorca y Barcelona, respectivamente.
¿Se replegaron los comerciantes italianos del mercado lanero menorquín a partir de 1410? No hay ninguna evidencia de que las relaciones económicas entre los ganaderos de la Gimnesia menor y los hombres de negocios toscanos colapsaran