Jorg Rupke

Panteón


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con una estancia separada en la parte trasera, en el muro redondeado. En esos edificios se depositaban también objetos para comunicarse con los dioses. Un modelo en arcilla del tamaño de una jarra de un edificio así (ilustración 10) se usaba en Perachora, en el Cabo Melangavi del Golfo de Corinto, como medio de comunicación con Hera. El tercer tipo de estructura, y el más prestigioso, se remitía a la tradición hegemónica de un edificio largo y rectangular con un vestíbulo, un espacio central y una habitación trasera. Los primeros templos griegos se construyeron según este plano alrededor del año 800 a.C.; un ejemplo es el primer Heraion en la isla de Samos, que tenía una longitud de unos 30 metros y estaba completamente rodeado por una fila de columnas de madera.

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      10. Maqueta de terracota de un templo griego temprano, ca. siglo VIII a.C. Procedente de Perachora, Grecia. Atenas, Museo Nacional de Arqueología, inv.16684. akg-images/De Agostini Picture Lib./G. Nimatallah.

      En todos estos ejemplos, y seguramente en muchos otros construidos de manera independiente, los innovadores decidieron usar un plano del tipo de una casa como modelo de una estructura pensada para la comunicación religiosa. Fue sin duda un toque magistral. Sería mucho más sencillo atraer la atención de los destinatarios sobrehumanos si se les convocaba regularmente a un lugar específico. ¿Dónde, si no es en un lugar así, iban a estar seguros los seres humanos de encontrar a sus contrapartidas sin rostro? El truco, quizás, consistiría en vincular con éxito al destinatario con su localización. Una arquitectura bella, que llamara la atención, podría funcionar, especialmente si era de un tamaño superior al habitual. Las imágenes de culto reforzarían la sensación de posesión y los muebles adecuados podían sugerir un hogar. Otros objetos incluso más lujosos a la larga acabarían también por tener un papel. Los visitantes sin duda estarían dispuestos a invertir en símbolos estéticamente atractivos con capacidad de atraer la atención (y que tal vez aumentaran su valor con el tiempo), porque el contexto espacial garantizaba que la ofrenda tendría una presencia prolongada y una elevada visibilidad. Los objetos se exponían en la superficie y durante largos periodos, a la vez que se protegían del robo. Siendo visibles, no obstante, los objetos podían reconocerse como las ofrendas de un actor concreto solamente si ese actor había logrado atraer un público amplio que fuera testigo del proceso de comunicación que había entablado, lo que anclaría la asociación entre la persona y el objeto en la memoria de terceras partes. De esta manera, los objetos constituirían un memorial de la experiencia compartida. Y este seguiría siendo el caso cuando los donantes empezaran a hacer el contexto también «visible» para los no participantes mediante inscripciones pintadas o grabadas (aunque estas aún no jugarían ningún papel en el siglo VIII).

      Inversiones

      El éxito duradero del modelo que combinaba un pozo con un edificio se reflejaba en el resto de los desarrollos de Satricum. Algunas décadas después de la construcción de la primera estructura, en el tercer cuarto del siglo VI a.C., esta fue reemplazada por la estructura denominada ahora Templo 1. Quienes emprendieron esta nueva iniciativa claramente querían deslumbrar al espectador y decidieron que el tejado sería la atracción dominante; en Etruria también se diseñaban tejados que produjeran una potente primera impresión. Pero no fue Etruria quien proporcionó el modelo para la primera (o tal vez únicamente para la segunda) versión de la estructura de Satricum, como pronto veremos. Las tejas de terracota en los aleros y faldones estaban provistas de piedras de albardilla, o antefijas, que representaban palmetas, cabezas y gorgonas que hacían muecas y sacaban la lengua (ilustración 11). Entre los rasgos decorativos de la cresta del tejado había felinos depredadores. En la base del frontón había representaciones de terracota de ganado.

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      11. Terracota procedente del Templo de Mater Matuta en Satricum, ca. 490 a.C. Roma, Museo Nazionale di Villa Giulia. akg-images/Pirozzi.