digo que existe la conciencia, no me refiero a algo del pasado y del futuro, sino a algo eterno, mas no perdurable, puesto que el término 'perdurable' conlleva un sentido del tiempo. Cuando digo que siempre existe en el presente, me refiero a que es intemporal; "existencia" significa que es intemporal. Está más allá del tiempo y, de modo simultáneo, más allá del espacio, porque todo lo que es en el espacio será inexistente. De modo similar, todo lo que es en el tiempo, será inexistente. Y el tiempo y el espacio no son dos cosas separadas. Es por eso que las relaciono. Son una misma cosa. El tiempo es únicamente una dimensión del espacio. El movimiento en el espacio es el tiempo; el tiempo que no está en movimiento es el espacio. La existencia es intemporal y no espacial.
Por lo tanto, creo que tú entenderás cuando digo que soy alguien intemporal y no espacial. Pero mi "yo" lo incluye todo. Tú mismo estás incluido, el que pregunta está incluido. Nada está excluido. Entonces, será más fácil responder a tu pregunta.
Todo aquello que cambia tiene un propósito; hay algo que necesita hacerse, tiene un propósito para existir. En cuanto se cumple el propósito de algo, cae en la inexistencia. Pero todo aquello que es realmente existencial carece de propósito, porque no hay ningún propósito que se pueda cumplir. Y si hay algún propósito y éste es cumplido, entonces la existencia se toma insignificante. Por lo tanto, sólo las cosas temporales tienen propósitos. Están intencionadas para algo. Se puede decir del siguiente modo: son medios para algún fin. Esto es lo que significa que algo tenga un propósito. Existe para que algo se cumpla. En el momento en que se cumple, esos medios se van. Pero yo seré necesitado siempre, y cuando digo "yo", incluyo todo. No contiene ningún propósito.
La existencia carece de propósito. Es por eso que se le llama leela: una obra de teatro. La existencia como tal no tiene ningún propósito que cumplir. No va hacia ninguna parte. No tiene fin. Pero aún así, va; aún así, va mucho. Por lo tanto, debe ser una léela, una obra de teatro; nada más que una energía que fluye hacia afuera. Esto se puede relacionar conmigo. No seré nada en absoluto. Aún así, hablo de hacer cosas.
Al saber que uno es parte de la conciencia cósmica, uno se da cuenta que no hay un propósito. Uno existe meramente como una obra de teatro; claro que la obra de teatro se toma cósmica, multidimensional. Uno hace mucho, pero aún así, no hay ningún hacedor, como tampoco un propósito; estas cosas no están ahí. Entonces, se convierte en una obra de teatro.
Y debe señalarse que un hacedor no puede existir sin un propósito, así como un propósito no puede existir sin un hacedor. Son dos polaridades de un mismo ego, y el ego se siente muy incómodo si no hay un propósito. El ego se satisface a través de los propósitos. Algo ha de hacerse, uno ha de lograr hacerlo, uno ha de alcanzar algún lugar, uno ha de crear algo. Uno tiene que crear una firma. Por lo tanto, el ego tiene un propósito. Por otro lado, la existencia carece de propósito. A menos que uno conozca lo que está más allá del ego, no ha conocido nada en absoluto.
Así que, para mí, todo es sólo una obra de teatro. Ni soy, ni existe un propósito. Sin embargo, las cosas están sucediendo, siguen adelante. Por lo tanto, te puedes preguntar: "¿Por qué siguen adelante?". Siguen adelante porque no tiene ningún propósito detenerlas, y no hay nadie para detenerlas. ¿Me entiendes? No hay nadie que las detenga, y no tiene ningún propósito detenerlas. Por lo tanto, está en la naturaleza que sigan adelante. Uno se convierte en un conducto. No se puede ser conducto de modo activo; de modo activo, uno jamás puede ser un medio. Sólo la pasividad hace que uno sea un medio, y la pasividad significa que uno no es. De otro modo, uno sería verbalmente pasivo, pero el ego estaría siempre activo. En el momento en que uno es pasivo, el ego no es. La pasividad significa la ausencia del ego.
Por lo tanto, yo soy completamente pasivo. Lo que sea que sucede, sucede. Nunca me pregunto por qué, puesto que no hay a quién preguntarle. Incluso, si uno encontrara a alguien, si encontrara a Dios mismo, él simplemente se reiría. Incluso él no podría responder. No podría responder porque el concepto de la causalidad, el concepto del por qué, tiene un sentido sólo dentro de un flujo dividido. Si se contemplan un principio y un fin, entonces la causalidad adquiere sentido. Si se entiende el flujo entero como algo sin fin, sin comienzo, entonces, todas las cosas entran en otras y todas las cosas provienen de otras. Así como las olas del mar, toda ola tiene otra detrás, y toda ola tiene algo en frente, algo por delante, otra ola. Y el mar entero tiene olas. Las olas son eternas.
Nadie pregunta "¿por qué?" salvo los seres humanos. Así que nadie más experimenta ansiedad alguna.
Cuando la mente humana se angustia, crea preguntas y luego proporciona respuestas. Las preguntas carecen de sentido y, por lo tanto, las respuestas carecen más aún de sentido. Pero, debido a que fabricamos preguntas, no podemos estar en calma a menos que encontremos las respuestas. Por ende, seguimos encontrando respuestas y creando preguntas. Si uno es capaz de ver el sinsentido de hacer preguntas y responderlas, posiblemente se dé cuenta que está sosteniendo un monólogo consigo mismo. Aunque fueras tú quien hiciera las preguntas y yo quien las respondiera, es la mente humana que pregunta y la mente humana que responde. Es un juego de escondidillas entre partes de la misma mente. No importa quién pregunte ni quién responda.
La mente humana pregunta y la mente humana responde, y hemos creado una maraña tal de respuestas y preguntas, pero no se ha respondido a una sola pregunta. Las preguntas han permanecido donde siempre han estado. Si uno logra percatarse de toda esta procesión de preguntas y respuestas, este esfuerzo sin sentido ni fruto y que no lleva a ninguna parte —si uno se da cuenta de todo este sinsentido, como de relámpago— entonces uno se puede reír de lo absurdo de la mente humana. Y en el momento en que hay risa, uno trasciende la mente humana del todo. Entonces, no hay pregunta alguna, ni hay respuesta alguna. Entonces se ama. No hay un propósito ni hay una causa. Entonces, el hecho de vivir, en sí mismo, basta.
Tú preguntas y yo te respondo, pero yo, como tal, no puedo hacer ninguna pregunta. En cuanto a mi, no hay respuesta alguna, ni hay pregunta alguna. Sigo viviendo, así como las olas del mar, o como las hojas del árbol, o las nubes en el cielo, sin pregunta alguna y sin respuesta alguna. Y en el momento en que me di cuenta de todo este absurdo de preguntas, algo se derrumbó completa y totalmente. Fue una resurrección. Renací. Renací dentro de una dimensión cósmica —no como un yo, sino como la conciencia cósmica misma.
En esta dimensión cósmica, todo es una obra de teatro. Cuando uno entiende —y no sólo entiende, sino que se da cuenta— de que todo es una obra de teatro, está en completa calma, absolutamente. Entonces, no hay tensión. Uno está relajado. No hay ego.
El ego no se puede relajar. Vive de tensiones, se nutre de tensiones. Cuando no hay ego, no hay tensión. Y entonces, ahí está uno: incluyendo todo. Entonces, no hay pasado y, por lo tanto, no hay futuro. Uno es la eternidad. Entonces, cualquier cosa que suceda es un suceso; no es que uno lo esté haciendo. No es que algo se haya de cumplir a través de uno. Todas estas son nociones ilusorias. Incluso una persona religiosa pensará en estos términos, en hacer algo. Entonces, el ego se habrá acomodado, se habrá tomado piadoso y más peligroso. Si el ego está ahí, ambos, el hacedor y las cosas, hechas están ahí. Sólo han cambiado los objetos, pero el proceso es el mismo.
Para mí... y cuando me refiero a "mí", no hay nadie a quien me refiera; se trata sólo de un instrumento lingüístico del cual hago uso para que tú entiendas lo que digo. Para mí, no hay nadie a quien se le pueda referir como tú o yo. Pero, entonces, el lenguaje sería imposible. Es por eso que la verdad no se puede expresar con lenguaje. No puede adquirir ninguna forma lingüística, porque el leguaje es creado por aquellos que no son; por falsos, por inexistentes. El ego mitológico ha creado el lenguaje. Proviene del ego, jamás podrá trascenderlo. Por lo tanto, aunque uno sepa que no hay nadie a quien se le pueda referir como "yo", se tiene que utilizar en el lenguaje. Y le recuerdo que no hay ningún ser. En lo que respecta a este "yo", no hay nada que hacerse, porque las cosas suceden por sí solas. Nosotros mismos sucedemos. Nosotros mismos somos sucesos. La existencia misma es un suceso, no algo que se hace. Por lo tanto, sería mejor si digo que el viejo concepto de Dios como creador, no tiene sentido para mí—no diré "Dios el creador", porque la expresión refleja nuestro entendimiento egocéntrico de la creación, del hacer—. Tal y como nosotros