que tenemos es profunda y la disfrutamos. Yo soy quien soy por aquellos con los que estoy relacionado, especialmente Jesús y mi familia. ¡Oh, cuán agradecido estoy de que esta relación sea edificante, y no destructiva!
Por último, en este libro especialmente, le agradezco a Dios, el cual está cercano «a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu». ¿Qué sería de nosotros si no pudiéramos decir que: «Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová» (Salmo 34:18–19)?
l Señor Jesús nos dijo con palabras muy aleccionadoras: «De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto» (Juan 12:24). Después añadió: «El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará» (Juan 12:25).
En otras palabras, es posible tener una vida fructífera y una vida eterna por medio de morir como una semilla y aborrecer nuestra vida en este mundo. Lo que me impresiona, a medida que considero esto y examino las vidas de William Tyndale, John Paton y Adoniram Judson, es cuán estratégico fue el hecho de que ellos murieron tantas veces y de tantas maneras antes de que sus vidas en la tierra terminaran. Y eso no es un mero adorno retórico. La Biblia habla de esta manera, y estos seguidores de Cristo lo sabían.
Por ejemplo, cuando John Paton estaba celebrando los triunfos del evangelio en la isla de Tanna en las Nuevas Hébridas, después de un largo periodo de labor misionera y sufrimiento, él afirmó que la victoria se debía a que «las semillas de la fe y la esperanza fueron sembradas no sólo con lágrimas, sino con lágrimas de sangre».1 Después, para darle solidez bíblica a lo que acababa de decir, simplemente citó la asombrosa frase de 2 Corintios 11:23, en donde Pablo describió sus sufrimientos con las palabras: «en muertes, muchas veces». Eso es lo que dice la versión Reina–Valera Antigua y es estrictamente literal.
En 1 Corintios 15:31, Pablo dijo: «cada día muero». La semilla cae en la tierra y muere, no sólo una vez durante el martirio, sino una y otra vez cuando obedecemos el mandato de tomar nuestra cruz «cada día» y seguir a Jesús (Lucas 9:23).
El doloroso camino por el que Dios alcanza a todos los pueblos
Cada vez estoy más convencido, a partir de las Escrituras y de la historia de las misiones, de que el diseño de Dios para la evangelización del mundo y para la consumación de Sus propósitos incluye el sufrimiento de Sus pastores y misioneros. En palabras más claras y concretas, Dios quiere que el sufrimiento de Sus embajadores sea un medio esencial para la difusión triunfante de la buenas nuevas en todos los pueblos del mundo.
No sólo estoy hablando del hecho obvio de que el sufrimiento es el resultado de la obediencia fiel en la difusión del evangelio. Eso es verdad. Jesús dijo que el sufrimiento vendría como resultado de esta fidelidad. «Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre» (Lucas 21:17). «Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán» (Juan 15:20). Lo que quiero decir es que este sufrimiento es parte de la estrategia de Dios para que el mundo conozca Quién es Cristo, cuánto Lo ama el Padre, y cuán valioso es Él.
Esto es aterrador y al mismo tiempo alentador. Nos aterra porque sabemos que es muy probable que seamos llamados a sufrir de alguna manera, para conseguir el avance que anhelamos ver en la difícil situación del campo misionero. Pero también nos alienta, porque sabemos que nuestro sufrimiento no es en vano y que el mismo dolor que tiende a desanimarnos es el camino hacia el triunfo, incluso cuando no podemos verlo. Muchos han atravesado antes que nosotros el camino al Calvario del sufrimiento y, por su perseverancia, han demostrado que la muerte de las semillas humildes produce fruto.
Jesús vino al mundo para sufrir y morir por la salvación de un número incontable de creyentes de todos los pueblos del mundo. «El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Marcos 10:45). «Con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación» (Apocalipsis 5:9).
El camino que Cristo atravesó para lograr la salvación de los pecadores fue el de sufrir y morir en lugar de ellos. «Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición» (Gálatas 3:13). «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados» (Isaías 53:5). Eso es lo que predicamos. Ese es el corazón del evangelio.
Pero este sufrimiento y muerte voluntarios para salvar a otros no es sólo el contenido, sino también el método de nuestra misión. Nosotros proclamamos la buenas nuevas de lo que Él logró, y nos sumamos a Él en el método del Calvario. Abrazamos Sus sufrimientos por nosotros y difundimos el Evangelio a través de nuestro sufrimiento con Él. Como Joseph Tson lo dice con respecto a sí mismo: «Yo soy una extensión de Jesucristo. Cuando me golpearon en Rumania, Él sufrió en mi cuerpo. No fue mi sufrimiento: Yo sólo tuve el honor de participar de Sus sufrimientos».2 El pastor Tson continúa diciendo que el sufrimiento de Cristo es para propiciación; y nuestro sufrimiento, para propagación. En otras palabras, cuando sufrimos con Él a causa de las misiones, mostramos el modo en que Cristo amó al mundo y a través de nuestros propios sufrimientos le comunicamos al mundo Sus sufrimientos. Eso es lo que significa cumplir las aflicciones de Cristo (Colosenses 1:24).
Primero la Biblia, después la biografía
El plan de este libro es centrarse primero en algunos textos de las Escrituras que respaldan las afirmaciones de esta Introducción, y después, permitir que las vidas de Tyndale, Paton y Judson sean un ejemplo vivo de estas Escrituras. Entre los miles de misioneros fieles y devotos de la historia de las misiones mundiales, Tyndale, Judson y Paton no son los únicos que ejemplifican esta verdad.
De hecho, no tengo dudas de que en el Cielo descubriremos que muchos de los misioneros más fieles y fructíferos fueron casi completamente desconocidos aquí en la tierra, pero eran muy conocidos en los libros más importantes del Cielo. Sin embargo, las vidas de algunos han sido registradas en la tierra, y estoy agradecido por eso. Ellos son una gran fuente de fortaleza para mí. Por esa razón leí acerca de sus vidas. De todas las vidas registradas para nosotros, pocas son tan impactantes e inspiradoras como las vidas de Tyndale, Paton y Judson. Junto con otros miles de ejemplos, estos tres muestran cómo el avance del Evangelio de Cristo se produce no sólo por la proclamación fiel de la verdad, sino también cumpliendo las aflicciones de Cristo.
El plan de Dios para las naciones del mundo
El invencible propósito de Dios en la historia es que «el evangelio de la gloria de Cristo» (2 Corintios 4:4) se extienda por todos los pueblos del mundo y eche raíces en iglesias que estén centradas en Dios y que exalten a Cristo. Esa era la promesa del Antiguo Testamento:
Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti. Porque de Jehová es el reino,
Y él regirá las naciones. (Salmo 22:27–28)
Esa era la promesa de Jesús a Sus discípulos:
Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin (Mateo 24:14).
Ese era el propósito que Dios le asignó a la cruz, porque es lo mismo que se proclama en la alabanza del Cielo:
Porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación (Apocalipsis 5:9)
Ese fue el último mandamiento del Cristo resucitado que tiene toda autoridad:
Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por lo tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta