observa, y despierta mi mente para hacer lo mismo. Veía belleza, y lo que veía, lo expresaba maravillosamente. La combinación le ha dado un poder duradero. Es el apologista del siglo XX más leído en la actualidad. Es más popular e influyente ahora que nunca en su vida.
Tres anglicanos y su esfuerzo poético
Este libro se trata de la interrelación entre contemplar la belleza y poder comunicarla de manera bella (y el impacto que este esfuerzo puede tener en nuestras vidas). El libro está basado en la vida y obra de tres cristianos anglicanos: un pastor–poeta, un predicador– dramaturgo y un erudito–novelista. Todos, a su manera, hicieron un esfuerzo poético sostenido en lo que hablaban y escribían. Este libro trata sobre ese esfuerzo y cómo se relaciona con ver la belleza y despertar a otros para que la vean, especialmente la belleza de Jesucristo.
e suele reconocer a John Donne como el más grande de los llamados poetas metafísicos. Tenía veintiún años más que George Herbert y era un amigo íntimo de la madre de Herbert. La influencia de Donne en Herbert fue significativa. Algunas de sus citas más famosas son:
Ningún hombre es una isla,
Entero por sí mismo,
Cada hombre es un pedazo del continente, una parte del principal (…)
Y por lo tanto, nunca envíe para saber por quién tocan las campanas; Tocan por usted.12
Cuanto mayor me hago y más de mi vida en esta tierra está detrás de mí en lugar de delante de mí, más siento la verdad de esto. Soy como un hilo en una tela, una uva en un racimo, una chispa en un fuego, una abeja en una colmena, un nervio en un cuerpo, un ingrediente en una receta, una piedra en una pared o una gota en un océano.
Sin duda, valoro profundamente la individualidad y detesto los horrores de la igualdad comunista, homogénea y constreñida. Dios creó a los individuos con asombroso carácter distintivo y como reflejos únicos de Su gloria. Sin embargo, la gloria suprema puede verse, cuando estos reflejos componen juntos una exhibición unificada de la grandeza de Dios, como una vidriera con miles de fragmentos revela una imagen brillante, no a pesar de las diferencias entre los fragmentos, sino debido a ellos. O como un tapiz con millones de hilos inigualables (amarillo, naranja, azul y carmesí fragmentados por separado) que se tejen en un todo perfecto.
De modo que no es humildad artificial para mí decir que estoy más agradecido a los sesenta y ocho años que nunca por las personas que han hecho posible este libro. Son más de los que puedo recordar u honrar. Decenas de los que han hecho posible este libro están muertos. Han estado muertos durante siglos y son una parte tan importante de mi vida como muchos de los vivos. En mi casa, en la escuela preparatoria, en la universidad, en el seminario, en la escuela de posgrado, en la enseñanza universitaria y en el pastoreo, ha habido cientos de personas que han moldeado mi forma de pensar y mi forma de responder al mundo y a Dios.
Y están los obvios que son cercanos y preciosos. Mi esposa, mis hijos e incluso mis nietos dan forma a mi corazón en estos días. Noël y Talitha son un hogar para mi mientras los tres comemos, dormimos, hablamos, leemos y oramos juntos.
David Mathis, editor ejecutivo de desiringGod.org, y Marshall Segal, mi asistente ejecutivo, protegen, destilan, proporcionan, sugieren, corrigen, refinan y alientan con devoción y excelencia para que yo pueda prosperar en el ministerio de la Palabra.
Desde que dejé el cargo de pastor de predicación en mi iglesia Bethlehem Baptist Church en marzo del 2013, Desiring God ha sido mi nueva base de operaciones. Soy fundador y maestro, recibo un salario, y puedo servir como director del Bethlehem College and Seminary y enseñar frecuentemente. Todo esto significa que estoy rodeado y sostenido por un increíble equipo de socios (en DG y BCS) comprometidos a difundir la pasión por la supremacía de Dios en todas las cosas para el gozo de todos los pueblos a través de Jesucristo.
Doy gracias al Señor por este hermoso tapiz de la vida en el que Dios me ha entretejido.
Crossway está dispuesto de nuevo a publicar otro volumen, el sexto, de la serie Los cisnes no guardan silencio. Gracias a esta asociación, el fruto de todas las demás influencias de mi vida se pone a disposición del público. Que Dios continúe tejiendo, con este libro, decenas de miles de hilos en el gran tapiz de su propósito exaltador de Cristo en el mundo.
No soy una isla. Cuando suena la campana de la pérdida en las vidas de otros, yo también soy afectado. Con este libro espero que más de nosotros seamos entretejidos. Oh que el tapiz crezca, que la belleza aumente, que se multipliquen las aflicciones hasta que la última puntada se realice y al final pueda contemplarse la belleza perfecta.
Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo. Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios (…) ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? (…)
Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres (…) Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.
El apóstol Pablo
1 Corintios 1:17–2:2
ste libro se trata de la relación entre el esfuerzo poético, y el percibir, disfrutar y expresar la verdad y la belleza; especialmente la verdad y la belleza de Dios en Cristo. Por esfuerzo poético, no me refiero al esfuerzo por escribir poesía. Aquellos que hacen el mayor esfuerzo poético, como yo estoy usando el término, pudieran nunca escribir un poema. Sólo uno de los tres hombres de este libro es conocido principalmente por su poesía: George Herbert. Pero los tres hicieron un esfuerzo poético en sus comunicaciones que exaltan a Cristo. Hicieron un esfuerzo poético por ver, saborear y mostrar las glorias de Cristo. Este esfuerzo fue la intención y el esfuerzo dependiente de Dios para encontrar formas impactantes, penetrantes, imaginativas y estimulantes de expresar las excelencias que vieron. Mi tesis es que este esfuerzo por hablar bellamente es, quizás sorprendentemente, una forma de ver y saborear la belleza.
Por ejemplo, cuando escucho a mi hija cantar canciones de adoración en su habitación, mi corazón se alegra. Pero cuando hago el esfuerzo de poner en palabras adecuadas lo que amo de su canto —en una conversación, en una tarjeta de cumpleaños, en un poema— escucho más, veo más, amo más. Así es con toda la verdad y la belleza: las maravillas de la naturaleza, los asombrosos sucesos de la historia redentora y las glorias de Cristo. Al hacer el esfuerzo poético de encontrar palabras adecuadas para estas maravillas, las vemos y saboreamos más profundamente y las pronunciamos con más poder. George Herbert, George Whitefield y C. S. Lewis descubrieron esto mucho antes que yo. Ha sido un gozo profundo seguir su descubrimiento y uso del esfuerzo poético para Cristo y Su reino.
Mi mayor temor
Mi mayor temor al escribir este libro es contradecir al apóstol Pablo cuando dice: «Pues no me envió Cristo (…) a predicar el evangelio (…) con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo» (1 Corintios 1:17),13 o cuando dijo: «… cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría» (1 Corintios 2:1).14 Hay una manera