si no incluye un estudio sobre la piedad.
La piedad es más que el carácter cristiano. Esta abarca la totalidad de la vida cristiana y proporciona el fundamento sobre el cual se construye el carácter cristiano. Por eso los primeros cuatro capítulos abordan el tema general de la piedad, y los demás capítulos consideran rasgos importantes del carácter de la persona piadosa.
El orden en que aparecen los estudios de los distintos rasgos del carácter es deliberado. Los primeros cuatro —humildad, contentamiento, gratitud y gozo— se refieren principalmente a nuestra relación con Dios. El siguiente grupo de tres —santidad, dominio propio y fidelidad—son cualidades que requieren que seamos estrictos con nosotros mismos. Los últimos seis —paz, paciencia, benignidad, bondad, benevolencia y amor— son cualidades que nos capacitan para tratar con misericordia y ternura a los demás. Estas dos últimas divisiones reflejan la aparente dicotomía del carácter cristiano: firmeza con nosotros mismos y ternura hacia los demás. Solo el Espíritu Santo puede crear esa hermosa diversidad de firmeza y ternura dentro de una misma personalidad humana.
La variedad de temas que aborda un libro como este requiere que cada uno sea considerado solo de forma breve. Mi objetivo es crear consciencia de lo importante que es cada uno de estos aspectos de la piedad y proporcionar algunas sugerencias prácticas para crecer en ellos. Espero que muchos lectores sean estimulados a estudiar con mayor profundidad algunos de los temas que más les interesen.
Al estudiar sobre la piedad y el carácter cristiano, me sorprendió encontrar muy poco que se haya escrito previamente sobre estos temas. En consecuencia, he tenido que explorar nuevos caminos en algunas áreas. El no contar con escritos de generaciones previas, me ha hecho recurrir aun más a las Escrituras. Mi única capacitación para presentar estos estudios, por tanto, es el resultado de treinta años de estudio bíblico personal usando métodos y herramientas disponibles para cualquier hombre común.
Siento algo de ansiedad al encargar la impresión de estos estudios debido a la advertencia de Santiago: «Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación» (Santiago 3:1). Soy muy consciente de la necesidad en mi propia vida de mayor crecimiento en muchas de las áreas que este libro aborda. Sin embargo, mi oración es que tanto el autor como los lectores crezcamos juntos a medida que practicamos la piedad.
Más que leerse, este libro debería estudiarse. A fin de facilitar el estudio, he preparado una guía de discusión para usar junto con el libro. Aunque el libro en sí está completo, el uso del estudio bíblico complementario permitirá al lector y estudiante obtener una mejor comprensión de las verdades escriturales enseñadas.
Estoy profundamente en deuda con el equipo de NavPress por el ánimo que me han dado para escribir este libro y por su ayuda al preparar el manuscrito para la producción final.
Capítulo unoProvechosa Para Todo
Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera.1 Timoteo 4:8
No hay mayor halago para un cristiano que ser llamado una persona piadosa. Puede que sea un padre diligente, un colaborador comprometido con la iglesia, un portavoz enérgico de Cristo, o un líder cristiano talentoso, pero ninguna de estas cosas importa si, al mismo tiempo, él no es una persona piadosa.
Si bien las palabras piadoso y piedad solo aparecen un par de veces en el Nuevo Testamento, toda la Biblia es un libro sobre la piedad. Y cuando esas palabras aparecen explícitamente, están cargadas de significado e instrucción para nosotros.
Cuando Pablo quiere condensar la esencia de la vida cristiana en un párrafo corto, él se enfoca en la piedad. Dice que la gracia de Dios nos enseña que, «renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente» mientras esperamos la venida de nuestro Señor Jesucristo (Tito 2:11–13, énfasis añadido). Cuando Pablo piensa en la descripción de su propio trabajo como apóstol de Jesucristo, él explica que ha sido llamado para promover la fe de los escogidos de Dios y su conocimiento de la verdad que conduce a la piedad (cf. Tito 1:1).
En su primera carta a Timoteo, Pablo hace énfasis en la piedad. Debemos orar por los que están en autoridad, para que podamos llevar vidas tranquilas y sosegadas en toda piedad y santidad. Debemos ejercitarnos para la piedad. Debemos seguir la piedad —seguir en términos de un esfuerzo implacable y perseverante. La piedad acompañada de contentamiento es descrita como una gran ganancia; y finalmente, la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa tanto para la vida presente como para la venidera.
Cuando Pedro, anticipando el día del Señor en que la tierra será destruida junto con todo lo que hay en ella, pregunta qué tipo de personas debemos ser nosotros, él responde que debemos llevar vidas santas y piadosas (cf. 2 Pedro 3:10–12). Aquí Pedro usa el evento más trascendental de toda la historia para impulsarnos en nuestro deber cristiano —vivir de forma santa y piadosa.
Sin duda, entonces, la piedad no es ningún lujo espiritual disponible para algunos cristianos pintorescos de una era pasada o para algún grupo de súper–santos hoy en día. Es tanto el privilegio como el deber de todo cristiano seguir la piedad, ejercitarse para la piedad, estudiar diligentemente la práctica de la piedad. No necesitamos ningún talento o instrumento especial. Dios nos ha dado a cada uno de nosotros todas las cosas que necesitamos para la vida y la piedad (2 Pedro 1:3). El cristiano más ordinario tiene todo lo que necesita, y el cristiano más hábil debe usar esos mismos medios en la práctica de la piedad.
Entonces ¿qué es la piedad? ¿Cuáles son las características de una persona piadosa? ¿Cómo llega alguien a ser piadoso? He hecho esta pregunta a diferentes personas: «¿Qué viene a tu mente cuando piensas en la piedad?». Las respuestas, aunque variadas, al final siempre apuntan a alguna idea del carácter cristiano, usando expresiones como «semejante a Dios», «semejante a Cristo» o «el fruto del Espíritu». La piedad ciertamente incluye el carácter cristiano, pero es más que eso. Hay otro aspecto de la piedad que es aún más fundamental que el carácter cristiano. Es la base, de hecho, sobre la cual se construye el carácter cristiano.
Devoción en acción
La Biblia comienza a darnos algunas pistas sobre la piedad en sus primeras páginas. Génesis 5:21–24 habla de Enoc, el padre de Matusalén. En un brevísimo resumen de tres versículos sobre la vida de Enoc, Moisés lo describe dos veces como alguien que «caminó con Dios». El autor de Hebreos le da a Enoc un lugar en su gran galería de «héroes de la fe» en el capítulo 11, pero él ve a Enoc desde una perspectiva ligeramente distinta. Lo describe como alguien que «agradó a Dios». De modo que tenemos dos pistas importantes: Enoc caminó con Dios y Enoc agradó a Dios. Es evidente a partir de estas dos declaraciones que la vida de Enoc se centraba en Dios; Dios era el punto focal, la estrella polar de su existencia.
Enoc caminó con Dios, él disfrutó de una relación con Dios y él agradó a Dios. Podríamos decir acertadamente que él era devoto a Dios. Este es el significado de la piedad. La palabra para piedad en el Nuevo Testamento, en su sentido original, transmite la idea de una actitud personal hacia Dios que resulta en acciones agradables a Dios.1 Esta actitud personal hacia Dios es lo que llamamos devoción a Dios. Pero siempre es devoción en acción. No es solo un sentimiento cálido de emoción por Dios, el tipo de sentimiento que podemos experimentar mientras cantamos un grandioso himno de alabanza o un coro de adoración moderno. Y la devoción a Dios tampoco es simplemente un tiempo de lectura bíblica y oración privadas, una práctica que a veces llamamos «devocionales». Aunque esta práctica es de vital importancia para una persona piadosa, no debemos pensar que esto es lo que define nuestra devoción.
Enfocados en Dios
La devoción no es una actividad; es una actitud hacia Dios. Esta actitud está compuesta por tres elementos esenciales:
• El temor de Dios
• El amor de Dios
• El deseo de Dios