Finalmente, para no capitular, los güelfos boloñeses pidieron a los güelfos lombardos un gran refuerzo para apoyar a la ciudad.
Triunfaron los güelfos, mientras que diez notables de los Lambertazzi fueron capturados y encarcelados por un golpe de mano del alcalde de Bolonia, que con una excusa los había convocado para discutir su rendición.
Los Lambertazzi entendieron que no había nada que hacer y debían llegar a algún pacto para abandonar Bolonia.
Así que, en la mañana del 2 de junio de 1274, después de meses de guerra, en medio de un silencio irreal, un éxodo de doce mil gibelinos armados, con esposas, hijos y partidarios que los seguían, dejaron Bolonia sin que nadie osara detenerlos, dejando de golpe vacía casi media ciudad.
Tomaron la Vía Emilia en dirección a Faenza, ocupada previamente por los forliveses, que estaba preparada para acogerlos.
Los Lambertazzi exiliados en la Romaña
La larga fila gibelina, amargada, pero no derrotada, se dirigió a Faenza, que hacía poco se había desecho de los güelfos y estaba lista para acogerlos bajo las enseñas de las águilas imperiales forlivesas.
Algunos de ellos con esposas e hijos buscaron refugio estable en Forlí, pero el grueso de los gibelinos de Bolonia se alojó dentro de la recién conquistada Faenza.
Se pusieron bajo las órdenes del capitán de Forlí, Guido de Montefeltro y empezaron a reorganizarse rápidamente para combatir de nuevo a los güelfos de Bolonia.
Los boloñeses, tras la violencia de esos hechos y la recuperación de fuerzas después de la expulsión de los Lambertazzi, se envalentonaron con la situación y decidieron organizarse para atacar de nuevo Faenza y Forlí, para derrotar a los gibelinos de la Romaña de una vez por todas.
Pero los gibelinos de la Romaña, aunque eran inferiores en número, eran más combativos y tenían un capitán militarmente muy capaz y muy pronto Bolonia y los güelfos lo descubrirían por sí mismos.
La captura del Carroccio de Bolonia
Al año siguiente, los boloñeses, creyendo que los Lambertazzi se estaban preparando para volver desde Faenza a Bolonia, decidieron anticiparse y alejarlos de la Romaña de una vez por todas.
Los boloñeses realizaron algunas correrías en los territorios de Faenza para probar la dureza de los gibelinos. Posteriormente decidieron reunir un ejército reforzado con güelfos procedentes de Lombardía, Imola, Cesena y Rávena.
Una vez reunidos, partieron y marcharon hacia Faenza para liberarla de los Lambertazzi y tener un bastión desde el que atacar Forlí.
Los forliveses y los Lambertazzi, al saber esto, dedicaron todos sus esfuerzos en detenerlos.
Armaron un considerable ejército gibelino y se dedicaron a reforzar las defensas de Faenza y Forlí, mientras Guido de Montefeltro conseguía reunir un grupo de valiosos comandantes gibelinos con sus correspondientes tropas provenientes de diversas partes de Toscana y Romaña.
Llegaron bajo las enseñas gibelinas Guglielmo de los Pazzi de Valdarno, comandante de los toscanos exiliados, Maghinardo Pagani de Susinana, un tal Guido Novello y sus hijos, Bandino, Tancredo, Ruggiero y Tigrino de los condes Guidi, señores de Modigliana con sus gentes, a los que se unieron los forliveses Aliotto Pipini, Superbo Orgogliosi y Teodorico Ordelaffi32 y esperaron a los boloñeses en las cercanías de Faenza para adelantárseles antes de que pusieran bajo asedio el territorio gibelino.
El 13 de junio de 1275, en cuanto llegó la noticia de que los boloñeses habían atravesado el puente de San Próculo33 y se preparaban para invadir los territorios de Faenza, no se quedaron esperándolos y fueron a su encuentro para combatirlos en campo abierto.
Al llegar a la vista de los boloñeses, el conde Feltrano, con la ayuda de los comandantes gibelinos Maghinardo Pagani, Teodorico de los Ordelaffi y otros capitanes de los Lambertazzi, dispuso las tropas en formación de guerra y dio una arenga para incitarlos a la batalla.
Lo mismo hizo el capitán boloñés Malatesta de Verucchio34 con sus hombres e inmediatamente soplaron los clarines dando inicio a la batalla del puente de San Próculo.
Fue pronto la caballería güelfa, compuesta por la nobleza de Bolonia, la primera en ceder sus posiciones bajo los ataques de los Lambertazzi.
Después de esto huyeron a la vista de todos, abandonando en torno al Carroccio de Bolonia a la infantería de Bolonia, compuesta por miembros del pueblo llano.
El ejército de Bolonia, abandonado a su suerte, se defendió heroicamente en torno al Carroccio y la batalla se mantuvo equilibrada, pero Guido de Montefeltro inclinó la balanza a su favor cuando puso en el campo de batalla grandes ballestas que hicieron pedazos sistemáticamente las filas boloñesas.
Para comprender las dimensiones de ese combate, ocho mil boloñeses murieron en esta batalla.
Cayeron en manos de los forliveses tiendas militares, impedimentas, enseñas, casi tres mil carros y, lo más importante, el estandarte, que era la bandera municipal de Bolonia, colocada en un asta, y el Carroccio de Bolonia, un carro de cuatro ruedas decorado con las enseñas de la ciudad y en torno al cual se reunían los combatientes.
Se hizo subir en triunfo a Guido de Montefeltro sobre el Carroccio de Bolonia en cuanto se conquistó y se hizo que cincuenta boloñeses lo arrastraran dentro de las murallas de Forlí, donde aquél fue acogido como vencedor por una muchedumbre desbordada.
El Carroccio de Bolonia se conservó como trofeo en el palacio municipal, mientras que el estandarte de Bolonia se conservó en un convento de Forlí, en esa época llamado de San Jacobo.35
Los gibelinos capturan toda la Romaña
Con el impulso de esa derrota güelfa, los gibelinos avanzaron hacia Bolonia en los meses posteriores y saquearon algunas aldeas y castillos de los alrededores; si no hubiera sido por las lluvias y la estación hostil habrían intentado capturar Bolonia y hacer volver a los Lambertazzi.
Volvieron a incendiar Castel San Pietro, reconstruida hacía poco tiempo por los boloñeses, volvieron a la Romaña y capturaron la fortaleza de Cervia, que se rindió sin resistirse, después de tres días de negociaciones, a cambio de la libertad de sus ocupantes.
Entonces en Romaña seguían fieles a los boloñeses las ciudades de Rímini, Rávena y Cesena y los forliveses dirigieron sus armas contra esta última, tratando de apoderarse de la fortaleza de Roversano, lugar estratégico a poca distancia de Cesena, donde acudieron a defenderlo los boloñeses y el capitán Malatesta de Verucchio, quien, después del revés del puente de San Próculo, había vuelto a Rímini para reorganizarse.
Pero también esta vez Malatesta de Verucchio fue derrotado y con algunas tropas tuvo que huir y encerrarse en Cesena, dejando dentro de la fortaleza de Roversano al pretor boloñés con algunos notables y miles de soldados asediados, que acabaron rindiéndose.
Los notables de Bolonia fueron hechos prisioneros y llevados también como trofeo dentro de Forlí, mientras los soldados capturados fueron conducidos bajo las murallas de Cesena y liberados a cambio de que se abrieran las puertas a los forliveses.
Mientras Malatesta y algunos güelfos huían hacia Rímini, los habitantes de Cesena abrieron las puertas y aceptaron a los forliveses Teodorico Ordelaffi e Orgoglioso de Orgogliosi como sus gobernadores gibelinos.
Ahora solo faltaba Rávena para hacer gibelina a toda la Romaña y los gibelinos se dispusieron a tomar también esta última ciudad.
En 1276, el Feltrano, sorprendió y dispersó, en las cercanías de Bagnacavallo, una expedición de socorro de Bolonia enviada por los Geremei, que, con güelfos florentinos y seiscientos caballeros franceses, marchaba en auxilio de Rávena.
Los boloñeses organizaron entonces nuevas tropas