Garcia Manuel Emídio

Memorias de posguerra


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a este grupo de mexicanos y recorrí con ellos España.

      P.: Aparte de Valencia hizo un recorrido por Madrid y Barcelona.

      R.: Primero fue el Congreso que como usted sabe estuvo en Barcelona, Valencia, Madrid y después regresó a París. Yo me quedé en Barcelona y luego regresé a Valencia. Y allí me uní con esta delegación mexicana que llegó unos días después de finalizado el congreso. Por esto ha habido una cierta confusión sobre la presencia de la LEAR en el congreso. Ellos, insisto, llegaron después.

      R.: Bueno, fue poca cosa. Aquellas intervenciones todas eran bastante vagas y generales. Quizás lo esencial, para mí, no fue el Congreso sino conocer a varios escritores y sobre todo conocer España. Eso fue lo más extraordinario.

      P.: ¿Cuál fue la primera impresión de ese viaje?

      R.: Le voy a contar a usted que la primera impresión fue la llegada a París. Porque en París no estaban esperando a los mexicanos y a los cubanos, que llegaron juntos. Los cubanos eran Juan Marinello y Nicolás Guillén. Y los mexicanos, ya se lo he dicho, Carlos Pellicer, José Mancisidor y yo. Nos estaban esperando en el andén de la Gare de Saint Lazare: Pablo Neruda y Louis Aragon. A mí me emocionó mucho ver a Neruda y a Aragon.

      P.: ¿Ustedes viajaron en barco?

      R.: En aquella época no se usaba el avión. En el viaje tuvimos muchas dificultades. De México a Nueva York nos fuimos en automóvil. Allí coincidimos con los de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios. Ellos se quedaron en Nueva York. Después descubrimos que no había pasajes de barco porque era el tiempo de las Olimpiadas de Berlín. Tuvimos que ir a Canadá y en Québec tomamos el barco Empress of Britain, que fue el primer vapor que hundieron los alemanes cuando estalló la guerra mundial. Desembarcamos en Chesburgo y de allí fuimos a París. Allí vimos a Neruda y a Aragon y al día siguiente fuimos al Consulado de España a por las visas. Nos llevó Pablo Neruda. A la salida del Consulado nos tropezamos con Luis Buñuel. Lo conocí en ese momento. Después lo volví a ver primero en los Estados Unidos y luego en México. Fui muy amigo suyo.

      P.: Hay una leyenda que dice que Luis Buñuel y José Bergamín estaban en Nueva York y hacían de espías de la República española. En verdad, en esa época estaban con los preparativos del Pabellón español de la Exposición de París de 1937.

      P.: ¿A quien conoció en París?

      R.: Al día siguiente de haber llegado a París mientras arreglábamos lo de la visa, hubo una cena de acogida a los que iban al congreso. En esa cena conocí a César Vallejo. Imagínese a un joven de 23 años que llega a Europa y antes de ir a España conoce a los grandes escritores latinoamericanos.

      P.: ¿Conoció a Juan Larrea?

      R.: No le conocí en España. Le traté en México.

      P.: Juan Larrea fue el gran defensor de César Vallejo frente a Pablo Neruda.

      R.: Al día siguiente, en la noche, salimos rumbo a España. En tren. Algunos de los que iban con nosotros tuvieron que bajar en Port Bou y recorrer parte de la montaña a pie porque no tenían la visa francesa. André Malraux iba en nuestro tren. Viajaban asimismo los cubanos, los mexicanos, Pablo Neruda, Ilya Erhemburg, el poeta Stephen Spender y dos escritoras inglesas cuyo nombre no recuerdo ahora. Así llegamos a Barcelona donde se había inaugurado el Congreso aunque llegamos un día tarde. Y al día siguiente llegamos a Valencia. Y allí nuevas sorpresas. Encontrarnos con Tristan Tzara, Julián Benda, etc. pero mi gran emoción fue conocer a Vicente Huidobro. En apenas una semana conocí a tres poetas centrales de la poesía moderna de Hispanoamérica: Neruda, Vallejo y Huidobro. Luego conocí a otros escritores. Y claro fui al Congreso y estuve con Serrano Plaja y Miguel Hernández cuya voz me cautivó. Esa noche en el Congreso recuerdo en la cámara interior de mi mente una sala llena de humo y ruido y de pronto un silencio porque un joven empieza a tocar el piano. Era el poeta ahora olvidado José Herrera Petere un buen amigo de Rafael Alberti. Y entonces Miguel Hernández se puso a cantar. Eran versos populares. Ver a esos dos jóvenes poetas cantando me impresionó mucho. Era como una conjunción de la poesía popular antigua y la poesía moderna.

      P.: Los congresos aparte de debatir ideas sirven para las relaciones humanas, conocer gentes. ¿A quiénes recuerda ahora?

      R.: Bueno mire usted estábamos hablando del Congreso. Allí conocí a grandes figuras y como le dije antes poetas jóvenes como Serrano Plaja y Miguel Hernández. Pero como yo me quede en España durante varios meses pude conocer en Madrid y Barcelona a otras gentes. Mi relación más profunda, naturalmente, fue con la gente de mi generación. Conocí más a los escritores españoles. Sobre todo al grupo de la revista Hora de España.

      P.: ¿Qué impresión le dio esa revista publicada en un país en plena guerra?

      P.: Esa revista pudo editarse gracias al apoyo del político valenciano Carlos Esplá, a la sazón Ministro de Propaganda, que subvencionó la edición de esa publicación.

      P.: Por entonces Manuel Altolaguirre estaba casado con Concha Méndez.

      P.: ¿Qué debates ideológicos se plantearon en el congreso? Aparte de la Ponencia colectiva de los jóvenes ¿se produjo alguna confrontación ideológica?

      P.: ¿Ese libro de André Gide crea en el Congreso alguna discrepancia?

      R.: