Renacimiento aparecieron en escena nuevos elementos que, de forma compleja e incluso a veces contradictoria, contribuyeron notablemente a crear las condiciones de posibilidad de la nueva ciencia y a preparar su emergencia.
Muñoz participó activamente en estas corrientes y cambios, como hemos adelantado. Como humanista sentía gran admiración por las realizaciones en el mundo clásico griego y romano, contribuyendo a restaurar y recuperar el saber clásico en las disciplinas matemáticas y en la filosofía natural. En su época disfrutó de un enorme prestigio en España y en Europa, esto último sobre todo gracias a sus trabajos sobre la supernova de 1572, citados y comentados por algunos de los mejores astrónomos europeos, como Tycho Brahe de Dinamarca y Thaddaeus Hagecius de Praga. Trabajos que aún hoy en día son citados por los astrofísicos por su interés para estudiar el remanente de este fenómeno. El primer mapa del entonces Reino de Valencia, editado por Abraham Ortelio en Amberes, se basó en los trabajos de Muñoz y se puede considerar obra de él. La labor de Muñoz fue continuada por sus discípulos, profesores en Valencia y Salamanca o cosmógrafos al servicio de la Corona en el Consejo de Indias.
Como astrónomo, Muñoz afirmó con claridad la competencia de esta disciplina para discutir cuestiones de filosofía natural y mostró una actitud de apertura a los nuevos hechos y una curiosidad sin inhibiciones que de algún modo anuncia las obras de Galileo y Kepler. En los Comentarios a Plinio Muñoz usó hábilmente su doble condición de teólogo (profesor de Sagradas Escrituras) y matemático-astrónomo para legitimar sus críticas a la cosmología aristotélica y proponer sus ideas alternativas, y en su Libro del nuevo cometa recurrió a los argumentos tomados de la astronomía y las matemáticas para cuestionar los dogmas de la doctrina aristotélica. Muñoz se planteó tanto una reforma de la astronomía como de la cosmología. Sus observaciones astronómicas y la comparación de sus resultados con las diversas tablas y datos existentes, desde Ptolomeo a Copérnico y Reinhold, le condujeron progresivamente a dudar de la fiabilidad de las observaciones y de los parámetros de Ptolomeo y de los astrónomos posteriores. Así se lo expresaba a Reisacherus: «yo soy de la opinión de que en las cosas que pueden demostrarse no hay que dar crédito a nadie, ni a Ptolomeo, ni al rey Alfonso, ni a Juan Regiomontano, que para mí es más docto que Nicolás Copérnico y Erasmo Reinhold».
Pero la reforma de la astronomía exigía una profunda transformación en el ámbito instrumental, un programa sistemático de observaciones y todo un equipo de trabajo, condiciones con las que contaron los astrónomos de corte: el Landgrave de Hesse-Kassel y, sobre todo, Tycho Brahe, que contó con el apoyo del rey de Dinamarca primero y del emperador Rodolfo II después. Según nos informa el propio Muñoz en una carta a su colega de Viena Bartholomaeus Reisacherus, su libro sobre la «nova», escrito a petición del rey, le valió las «injurias de muchos teólogos, filósofos y palaciegos del rey Felipe». Por ello, decidió no publicar sus obras, siguiendo la sentencia horaciana según la cual «ni las alegrías son solo para los ricos, ni vivió mal quien en vida y en muerte pasó inadvertido». A Muñoz, lo que más debió de decepcionar fue la nula recompensa recibida por parte del rey, «instigador para que escribiera el libro acerca del cometa». El matemático y humanista valenciano aspiraba probablemente al patronazgo real para proseguir sus investigaciones y publicar sus obras, pero tuvo que contentarse con la sanción real para la cátedra de Salamanca, en la que Muñoz debía encargarse de preparar a buenos matemáticos y cosmógrafos, una de las principales preocupaciones de Felipe II.
Así, la biografía y la obra de Muñoz también nos ilustran de los condicionamientos y limitaciones para la actividad científica y filosófica en la Valencia y en la España del Renacimiento: Muñoz se trasladó de Valencia a Salamanca en busca de mejor salario y reconocimiento, formando parte así de la fuga de cerebros que ya denunció con preocupación el humanista aragonés establecido en Valencia Lorenzo Palmireno.
Las obras y actividades de Jerónimo Muñoz han sido uno de los principales objetos de estudio al que he dedicado una parte importante de mi labor como historiador de la ciencia desde mis primeros trabajos en los años setenta. En 1981 publiqué varios trabajos de Muñoz dedicados a la supernova de 1572 junto a un estudio titulado «La obra astronómica de Jerónimo Muñoz». Posteriormente, encontré un importante conjunto de manuscritos de Muñoz (que publicó muy pocas obras) en diferentes bibliotecas europeas (Nápoles, Biblioteca Vaticana, Múnich, Copenhague, Madrid, Salamanca, Barcelona), cuyo estudio y edición he ido llevando a cabo, particularmente de sus comentarios a la Historia Natural de Plinio, cuyo manuscrito autógrafo se conserva en Copenhague. En 1998 publiqué la transcripción anotada y traducción de este manuscrito, realizada en colaboración con Enrique Rodríguez Galdeano y acompañada de un estudio preliminar, obra mía. También me encargué de la edición de su tratado Astronomía y Geografía, manuscrito del que se conservan copias de sus discípulos en Múnich y en la Biblioteca Vaticana. La transcripción, traducción anotada y estudio las realicé en colaboración con Vicente Salavert, Arsenio Pastor y Encarna Pastor. La edición apareció en 2004. Al mismo tiempo, he publicado un buen número de artículos y capítulos de libros en diferentes revistas especializadas y de divulgación y en colecciones, o ponencias presentadas en diversas reuniones científicas, publicadas en las actas correspondientes, en los que he estudiado aspectos particulares de la obra de Muñoz. Este libro pretende ser una síntesis y actualización de mis investigaciones de más de cuatro décadas sobre Jerónimo Muñoz y sus obras y actividades, incorporando también las contribuciones de otros autores, oportunamente citados y poniendo al día y añadiendo nuevos datos y conclusiones de mis estudios sobre Muñoz.
AGRADECIMIENTOS
Como he indicado, este libro lo he confeccionado a partir de diversos trabajos e investigaciones realizados a lo largo de más de cuatro décadas, trabajos varios de ellos realizados en colaboración con otros autores con los que he contraído deudas de gratitud. Especialmente con las personas ya mencionadas en el prefacio: Enrique Rodríguez Galdeano, Vicente Salavert i Fabiani (ya fallecido), Arsenio Pastor (ya fallecido) y Encarna Pastor. También con Ángel Aguirre Álvarez, que me ayudó a transcribir y traducir la carta de Muñoz a Reisacher. Con Milagros Cárcel Ortí, que también colaboró en la transcripción de la carta y con Jorge Ballester (ya fallecido), este último, un extraordinario artista que no tuvo a menos ayudarme a reproducir algunas figuras. Con Elizabeth Ladd, que tradujo al inglés la carta a Reisacher.
Agradezco también a las personas que me han proporcionado información sobre aspectos de las actividades de Muñoz o han precisado aspectos relevantes de la misma, oportunamente citados en este libro. A los estudiosos que me han proporcionado información o pistas sobre los manuscritos de Muñoz, muy especialmente C. Gilly, en cuyo estudio sobre la imprenta en Basilea (Spanien und der Basler Buchdruck bis 1600, 1985) encontré referencias a manuscritos conservados en bibliotecas de Dinamarca e Italia y a Ugo Baldini y Pierre Danielle Napolitani en cuya edición de la Correspondencia de Clavius encontré referencias a los manuscritos conservados en Múnich. Al personal de diversas bibliotecas que nos proporcionaron microfilms o copias de los manuscritos. A los colegas con los que he compartido diversos proyectos de investigación y muy especialmente a José María López Piñero con el que me inicié en el oficio de historiador de la ciencia, dirigió mi tesis de doctorado y me animó a estudiar la obra de Jerónimo Muñoz. A los colegas que han confiado en mí y me han invitado a participar en diversos congresos y reuniones científicas o a colaborar en diversas obras colectivas, dándome la ocasión de difundir los trabajos de Muñoz. Y especialmente a Miguel Angel Granada, colega y amigo, con el que he compartido el interés por las novedades celestes y su importancia histórica y otros temas de la astronomía y la cosmología «en el umbral de la modernidad», cuestiones y temas en los que Muñoz tuvo una participación digna de ser considerada.
A Tayra Lanuza le agradezco que haya leído el texto y me haya señalado alguna errata, además de su colaboración en la elaboración del índice de autores.
Al cabo de tantos años he contraído deudas de gratitud con muchos otros colegas y amigos, pero necesitaría muchos pliegos para mencionarlos, y cometería imperdonables olvidos. Pero no puedo dejar de mencionar a mi esposa Carmina y repetir lo que ya he expresado en otras ocasiones: que su compañía, confianza y amor me han guiado siempre, iluminando los oscuros cauces por los que con frecuencia