por la historia social y económica, y la preocupación por los aspectos teóricos y metodológicos del quehacer historiográfico en ambos terrenos, constituyen una especie de signos distintivos de Paulino Iradiel y de la mayoría de sus antiguos doctorandos, en sus trayectorias previa y posterior a la tesis.
Al respecto, y por si sirve una opinión externa a la Universitat de València, Carlos Laliena (catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza) ha recordado en 2016 las «orientaciones teóricas y metodológicas consistentes» proporcionadas por Paulino Iradiel a los investigadores valencianos y la aportación decisiva de todos ellos tanto a la historia económica de la Corona de Aragón en la Baja Edad Media como, sobre todo, al cambio de percepción de dicha historia económica que el profesor Laliena observa en el devenir historiográfico general desde la década de 1980 (2016: 19-21). Incluso las miradas retrospectivas que el propio Iradiel ha dedicado a los trabajos impulsados desde Valencia han enfatizado ideas que irían en una línea similar. En 1995 hablaba ya de los historiadores formados en las décadas de 1980 y 1990 en el Departament d’Història Medieval valenciano, entre los que distinguía un «grupo de colaboración de intercambio historiográfico» definido tanto por el intento de profundizar en ámbitos de investigación novedosos, como por el cuidado con que se pretendía comprender de manera menos esquemática la sociedad del pasado (1995: 12-13). Mientras, mucho más recientemente, ha insistido en el lenguaje y los intereses comunes asumidos por las generaciones de historiadores que se han sucedido y que se han ocupado en especial de la historia urbana, siempre con la idea de haber estado en un work in progress que ha permitido avanzar en el desciframiento del tiempo y el espacio histórico analizados (2016: 327-329 y 341). Con balances como estos, y teniendo en cuenta los resultados obtenidos sobre el Medievo de Valencia y su reino, no es extraño que el propio Paulino Iradiel haya llegado a referirse a esa Valencia como «un verdadero caso historiográfico» y a alguno de sus grupos sociales como «un verdadero laboratorio social de historia comparada» (2010: 278 y 298).
Las muestras que consentirían ilustrar lo que venimos señalando son varias. Pero quisiéramos resaltar tres, no solo porque son muy cercanas a quienes firmamos esta presentación, sino también porque suponen realidades que han contribuido a que la tarea de los investigadores de Valencia en el tiempo de Paulino Iradiel haya sido destacada a escala de la historiografía española y hasta europea. Primera realidad, en cuanto a fuentes: el recurso a la abundante documentación notarial valenciana, que se ha revelado, más allá de sus límites y problemas, como una base de primer orden para la reconstrucción de la sociedad y la estructura económica regionales a finales de la Edad Media (Iradiel, 2011). Segunda realidad, en cuanto a conceptos y hechos: el examen de las élites sociales en varias de sus expresiones (urbanas-rurales, políticas-económicas, campesinas-mercantilesartesanales, locales-internacionales y otras), como modo de fijarse en las minorías que protagonizaron los mundos medievales, pero sin ocultar la capacidad motora de quienes no pertenecían en esa época a dichas élites, es decir, la inmensa mayoría de la sociedad (Iradiel (ed.), 1995; Iradiel y Narbona (eds.), 2000). Tercera realidad, en cuanto a procedimientos: el empleo de la prosopografía, un método que, también pese a sus límites, ha manifestado su eficacia a la hora de conjugar fuentes múltiples, testimoniar un sinfín de individuos y estrategias de comportamiento e integrar gran diversidad de datos sociales y económicos (Navarro et al., 1995; Iradiel, Navarro e Igual, 2002). En relación con esto último cabe reseñar cómo, desde foros ajenos, se ha reconocido a los equipos coordinados por Paulino Iradiel su función pionera y principal en la recepción de la herramienta prosopográfica dentro del medievalismo hispánico (Sesma, Laliena y Navarro, 2006: 9).
Todos los artículos del presente volumen, cada uno a su nivel, ejemplifican en conjunto las características que hemos resumido. Además, son trabajos planteados desde la investigación de base, aunque algunos contienen también una fuerte carga de estado de la cuestión y de propuesta de estudio. Así sucede con los de José Bordes y Nieves Munsuri. El primero examina la documentación judicial valenciana de la Baja Edad Media, sobre todo la de la ciudad de Valencia, pero con referencias asimismo a la archivada en otras localidades del antiguo reino. Se combina aquí la observación del sistema institucional en el que se gestaban las fuentes judiciales, de los fondos existentes en la capital y de los problemas que conlleva su tratamiento, con el uso que les ha dado ya la historiografía y con las posibilidades que continúan albergando, especialmente para conocer la sociedad y la economía urbanas. Nieves Munsuri, por su parte, aborda la espiritualidad de los siglos xiii al xv en la Corona de Aragón, centrándose en las ideas apocalípticas y milenaristas y en varios de sus protagonistas, la mayoría valencianos o muy vinculados a Valencia (Arnau de Vilanova, Vicent Ferrer, Francesc Eiximenis e Isabel de Villena). La autora concibe lo espiritual y lo ideológico en clara conexión con las dinámicas socioeconómicas y, en particular, políticas. Ello la lleva a interpretar el milenarismo en el seno de la construcción de elementos de dominación y como factor, pedagógico y justificativo, al servicio del poder político.
Lo que sugieren las últimas líneas sobre la posible imbricación entre distintas facetas del pasado medieval, en realidad, se reproduce en todos los textos de esta miscelánea. Por ejemplo, Ferran Garcia-Oliver explora las arcas municipales de Gandía en el siglo xv, a través de los componentes fiscales y financieros que emergen de tres ejercicios contables que se han conservado: 1405-1406, 1435-1436 y 1487. En su estudio, el análisis de la tecnoestructura fiscal del municipio, el balance pormenorizado de las cuentas y la afirmación de la escalada sufrida por la deuda pública se acompañan del significado que se otorga a las finanzas de Gandía como instrumento de la lucha por el poder, del control político de la villa y de la diferenciación social. En un sentido parecido, el extenso ensayo de cuantificación que plantea Antoni Furió de la deuda pública municipal del reino durante la baja edad media permite concluir: 1) que la canalización de esta sirvió finalmente para reforzar la hegemonía política y económica de la capital valenciana en el conjunto del territorio; y 2) que dicha deuda y sus mecanismos reforzaron las condiciones de desigualdad entre las elites urbanas y rurales y las capas desfavorecidas de la sociedad. Enric Guinot enmarca la fundación de mercados y ferias durante el primer siglo del reino de Valencia (1233-1350) en el proceso de colonización feudal y ordenación económica de un territorio de conquista. A partir de fuentes variadas, pero también de la atención por el silencio de los documentos respecto a la creación de algún mercado o feria, en este artículo se demuestra la institucionalización de 57 mercados y 25 ferias y se argumenta su paulatina aparición, su distribución geográfica y su nacimiento a causa de motivos que son finalmente múltiples (territoriales, económicos, político-jurisdiccionales). David Igual toma el caso de ciertos giros dinerarios entre Valencia y Cerdeña de 1490 a 1492, detectados en registros notariales valencianos, para señalar la complejidad en la época de los circuitos financieros mediterráneos, el papel en su despliegue de una institución como la monarquía de la Corona de Aragón, el engarce de lógicas diversificadas de nuevo (económicas, sociales, políticas) y la función desempeñada en los tráficos por nobles, funcionarios reales y mercaderes y hombres de negocios.
Precisamente, de comerciantes trata Carles Rabassa al investigar los orígenes de la agencia datiniana en San Mateo entre 1393 y 1397, antes de la llegada de Tuccio di Gennaio como factor de esta empresa mercantil toscana. Basándose en los fondos del Archivo Datini de Prato, el autor indaga en los operadores que representaron a la compañía y en su vinculación con ella, así como en sus modos de actuar en torno a la lana y otros productos. En esos modos se entrelazaron elementos formales e informales y estrategias que terminaron siendo contradictorias según el origen, autóctono o italiano, de los corresponsales. También la vertiente mercantil figura en el texto de Joaquín Aparici sobre Bernat Sorell, un acomodado ciudadano de Valencia de la primera mitad del siglo xv, de probable ascendencia catalana, que llegó a ser señor de Geldo (pequeña localidad cercana a Segorbe). Al personaje se le va perfilando con fuentes de Valencia y Segorbe, la mayoría notariales. Estas dibujan una trayectoria socioeconómica que no se centró solo en el comercio de productos: se relacionó asimismo con el establecimiento de alianzas familiares, con las inversiones crediticias e inmobiliarias y hasta con la acreditación de Sorell como tintorero textil en la capital del reino.
El interés por el mundo del trabajo hacia el que acabamos de apuntar aparece, en paralelo, en más artículos del volumen. Los protocolos