Gabriel Navarro Ortega

Un curso de álgebra


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para todo i. Entonces xX y x ∉ ⋃i∈I Ai, y por tanto xX − (⋃i∈I Ai). Image

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      Los conjuntos se relacionan mediante aplicaciones. Si A y B son conjuntos, una aplicación o función de A en B, que escribimos

Image

      es una correspondencia (regla o criterio) que asigna a cada elemento aA un único elemento f(a) de B. A f(a) se le llama la imagen de a mediante f. El conjunto A se llama el dominio o conjunto inicial de f. El conjunto B se llama el codominio o conjunto final de f. El conjunto imagen

      f(A) = {f(a) | aA}

      es el subconjunto de B formado por todas las imágenes mediante f de los elementos de A.

      Podemos imaginar una función como una máquina cuyos inputs son los elementos de A. Damos aA a la máquina y esta produce un output perfectamente determinado que es f(a) ∈ B. Para el lector riguroso que no esté satisfecho ni con la definición ni con la idea de la máquina, podemos definir una función f : AB como un subconjunto XA × B tal que X ∩ ({a} × B) tiene exactamente un elemento para todo aA; pero esto es innecesariamente complicado. Si pensamos un momento sobre esta última definición, observamos que X es el grafo de la función f.

      El lector está seguramente acostumbrado a tratar con funciones entre números reales como las aplicaciones f : ℝ → ℝ dada por f(x) = x2 + 1, o g : ℝ → ℝ dada por g(x) = sen(x). O incluso con funciones h : ℝ × ℝ → ℝ definidas por Image. (En estos ejemplos tendríamos que f(ℝ) = {a ∈ ℝ | a ≥ 1}, g(ℝ) = [−1, 1] y h(ℝ × ℝ) = {a ∈ ℝ | a ≥ 0}). Pero quizá el lector está menos acostumbrado a tratar con funciones sobre otros conjuntos, especialmente finitos. Por ejemplo, si A = {1, 2} y B = {2, 3} hay exactamente cuatro aplicaciones de A en B. Recordemos que todo elemento de A debe tener una y solo una imagen en B, por lo que las posibilidades están claras: f(1) = 2, f(2) = 2, g(1) = 3, g(2) = 3, h(1) = 2, h(2) = 3, y l(1) = 3, l(2) = 2 son todas las posibles funciones AB. Tendríamos que f(A) = {2}, g(A) = {3}, h(A) = B y l(A) = B.

      Ejercicio 1.1 Sean A y B conjuntos. Sea BA el conjunto de las aplicaciones de A en B. Si A tiene n elementos y B tiene m elementos, probar que BA tiene mn elementos.

      Dos funciones f : AB, g : CD son iguales si A = C, B = D y f(a) = g(a) para todo aA. Por ejemplo, las funciones f : ℤ → ℤ y g : ℤ → ℕ dadas por f(z) = g(z) = z2 no son iguales porque sus conjuntos finales son distintos.

      Para todo conjunto A, tenemos definida la función identidad 1A : AA con 1A(a) = a para todo aA.

      Con frecuencia, lo primero que nos preguntamos sobre una aplicación f es si es inyectiva o suprayectiva; estos dos adjetivos se asocian de forma natural a las funciones. Una aplicación f : AB es inyectiva si f(a1) = f(a2) solo si a1 = a2, para a1, a2A. En otras palabras, f es inyectiva si elementos distintos de A tienen imágenes distintas en B. Si queremos comprobar que una función f es inyectiva, escribimos la igualdad f(a1) = f(a2) y tratamos de averiguar si a1 es necesariamente igual a a2 o no. Informalmente, si f es una aplicación inyectiva, pensamos que B contiene un subconjunto (f(A)) que tiene las mismas propiedades que A.

      Ejercicio 1.2 Si A tiene n elementos, B tiene m elementos, y f : AB es injectiva, probar que nm.

      Una aplicación f : AB es suprayectiva si f(A) = B. En otras palabras, si para todo bB existe aA tal que f(a) = b. Si queremos comprobar si una función f es suprayectiva, elegimos un elemento bB arbitrario y lo intentamos expresar como f(a) para algún a de A.

      Ejercicio 1.3 Si A tiene n elementos, B tiene m elementos, y f : AB es suprayectiva, probar que nm.

      Teorema 1.2 Supongamos que A y B tienen n elementos, y sea f : AB. Entonces f es inyectiva si y solo si f es suprayectiva.

      Demostración. Esta es la primera vez en este libro que probamos un teorema si y solo si, por lo que hacemos una pausa para explicar lo que significa. Cuando tengamos que probar que un enunciado P es verdadero si y solo si un enunciado Q es verdadero, tenemos que probar que P implica Q (esto es, suponiendo P demostramos Q) y que Q implica P (suponiendo Q demostramos P).

      Escribamos A = {a1, …, an}. Así, f(A) = {f(a1), …, f(an)} ⊆ B.

      Supongamos que f es inyectiva. Entonces f(A) tiene n elementos, pues f(ai) ≠ f(aj) si ij. Como B tiene n elementos, necesariamente f(A) = B, y por tanto f es suprayectiva. Recíprocamente, si f es suprayectiva entonces f(A) = B tiene n elementos, y por tanto no puede ocurrir que f(ai) = f(aj) para distintos i y j. Image

      Finalmente, una aplicación f : AB es biyectiva si f es inyectiva y suprayectiva. Las aplicaciones biyectivas (o biyecciones) son las mejores aplicaciones que podemos encontrar entre dos conjuntos.

      Ejemplo 1.1 La función f : ℕ → ℕ dada por f(n) = 2n + 1 es inyectiva, pues si f(n) = f(m), entonces 2n + 1 = 2m + 1, y concluimos que n = m. Sin embargo, f no es suprayectiva, pues no podemos hallar ningún n ∈ ℕ tal que f(n) = 2. La función g : {1, 2, 3} → {a, b} dada por g(1) = a, g(2) = b y g(3) = a no es inyectiva, pues g(1) = g(3). Sin embargo, g es suprayectiva.

      Sean ahora f : ℝ → ℝ y g : ℝ → ℝ definidas por f(x) = sen(x) y g(x) = x2. Observamos primero que g no es inyectiva pues g(−1) = g(1). Sin embargo, si definimos h : ℝ+ → ℝ con h(x) = x2, donde ℝ+ = {x ∈ ℝ | x