V, Bac, Md 2004
SR1: SUAREZ, Luis, Franco y la Iglesia. Las relaciones con el Vaticano, Bib. Homolegens, 2011
SR2: SUÁREZ, Luis, Franco, Ariel, Md 2005
UR4: URDANOZ, Teófilo, Historia de la filosofía, IV, Bac, Md 21981
UR5: URDANOZ, Teófilo, Historia de la filosofía, V, Bac, Md 1975
UR6: URDANOZ, Teófilo, Historia de la filosofía, VI, Bac, Md 1978
UR8: URDANOZ, Teófilo, Historia de la filosofía, VIII, Bac, Md 1985
VC1: VICENS VIVES Jaime, Historia general moderna, I, Montaner, Bna 1974
VC2: VICENS VIVES Jaime, Historia general moderna, II, Montaner, Bna 1971
WG: WEIGEL, George, Biografía de Juan Pablo II, testigo de esperanza, Plaza Janés, Bna 1999
WL: WILTGEN, Ralph, El Rin desemboca en el Tíber. Historia del Concilio Vaticano II, Criterio Libros, Md 1999
WN: WENGER, Antoine, La persecutione dei cattolici in Rusia, San Paolo, Milano 1999
Prólogo
El presente volúmen de Apuntes 6 aporta una breve síntesis de la historia de la Iglesia del siglo XX centrada en sus más significativas manifestaciones externas –historiables– de su vida: su Liturgia, Magisterio, evangelizaciones, jurisdicciones, prácticas religiosas, prácticas de la caridad, relaciones con el mundo, contrariedades internas, persecuciones... Y a la vez procuran enmarcar estos signos externos de la vida de la Iglesia en el contexto histórico de la época.
Hilo conductor de la síntesis es ante todo la historia de los Papas del siglo XX y la del Concilio Vaticano II. Una mención especial se hace a la historia de la Iglesia en España, a la que se dedican varios temas. Así mismo, se dedica espacio a las dos guerras mundiales, que marcan la historia del siglo XX, y por ello se desarrollan también varios temas sobre la previa historia de las cinco principales naciones enfrentadas en aquellas dos tremendas contiendas: Inglaterra, Francia, Alemania, Austria –que habían sido el corazón de la gran unidad espiritual de la Cristiandad medieval– y Rusia, de la que se trata con mayor extensión por la breve referencia a su historia en los anteriores Apuntes, y requerirlo la importante cuestión del ecumenismo con la Iglesia ortodoxa, extendida sobre todo en Rusia; y también, por el universal influjo del comunismo a partir del triunfo de la Revolución de Octubre en 1917.
El común problema de fondo de la época, advertido sin cesar por el Magisterio de los romanos pontífices del siglo XX y sus inmediatos predecesores del XIX, es el de la extendida prescindencia de Dios y de la salvación por Cristo, presentadas como lo obvio, como la gran conquista de la modernidad, tanto por la vía más especulativa de las ideologías ateas como de un modo práctico por la relajación de las costumbres. En qué grado, y por qué, han afectado en unos u otros momentos y lugares tales realidades adversas, la historia puede dar algunas respuestas; sobre todo, si es iluminada por la fe y las consiguientes rectas teología y filosofía.
La Iglesia, por la misión de Cristo recibida de anunciar la salvación a todos los pueblos, a la vez que proclama la Verdad, advierte de las desgracias que se derivan para los individuos y las sociedades de no acoger el don de Dios. La historia, por su parte, constata con creces el fracaso de los humanos para estructurar sociedades en paz y justicia si falta el reconocimiento de la soberanía de Dios sobre el mundo; soberanía, que ha tratado de ser sustituida por otras, a lo que han concurrido decisivamente todo un conjunto de ideologías inmanentistas, elaboradas en ambientes muy minoritarios pero de inmensa trascendencia, difundidas por plurales y poderosos cauces: vía enseñanza, mass media, teorías políticas del Estado y de los partidos...
A estas ideologías hemos hecho especial referencia en Apuntes 4 y 5, y cuyas raíces tienen que ver, en realidad, con errores muy antiguos, deformadores de la fe apostólica, y denunciados por el Magisterio de la Iglesia para bien de sus fieles y del mundo entero ya desde sus primeros siglos. No puede, por ejemplo, hablarse con propiedad del marxismo sin hacer referencia al error judaico denunciado por el apóstol Pablo de una pretendida salvación antropocéntrica1; ni del idealismo hegeliano, sin referencia a las gnosis del siglo II racionalizadoras de los misterios de la fe2. La reflexión paulina de que “el griego busca ciencia y el judío resultados”, mientras él en cambio anuncia “a un Cristo muerto y resucitado”, luz tenida por “necia”, y fuerza despreciada por “ineficaz” e “impotente”, es de permanente validez en la historia.
La atenuación en la práctica de los efectos o consecuencias de estas ideologías en las distintas naciones, al no dar sus dirigentes unas u otras leyes adversas a la Iglesia, o dejar de aplicarlas con rigor, guarda relación con múltiples factores: en especial, con la fe y la vigencia de la tradición religiosa de cada país, con el espontáneo respeto de las gentes a la ley natural y, muy decisivo, con la actitud de la Santa Sede y de los episcopados de cada nación en sus relaciones y acuerdos con los Estados para la defensa y bien de los fieles en las materias de fe y moral que trascienden a la vida pública de un país (sobre matrimonio, enseñanza, moralidad pública, defensa de la familia y la vida, calendario de festividades religiosas, presencia de la Iglesia en las escuelas públicas, en los hospitales, en las cárceles, en la asistencia religiosa al ejército...).
La Iglesia, en unión con Cristo hasta el fin de los tiempos y animada por el Espíritu Santo, sigue cumpliendo su misión de que el orbe entero tenga a Dios por Padre. Las dificultades y contrariedades de la Iglesia, obviamente, son: unas, comunes o universales; y otras, más particulares, según personas y circunstancias de cada lugar.
Para el caso que más a la inmediata nos afecta, el de nuestra España contemporánea, cabe decir que han concurrido sobre ella factores históricos de gran bien, y otros enormemente desquiciadores, y que pese a éstos no puede incurrirse en olvidar o menospreciar los tan numerosos signos de persistencia en la fe que se dan por toda nuestra geografía. Quizá hoy uno de los mayores, después de la específica vida litúrgica y sacramental del pueblo fiel, es la arraigada piedad popular, que celebra públicamente –no sólo en el templo– los misterios de Cristo (nacimiento, pasión, muerte, resurrección, presencia real en la Eucaristía...), así como las solemnidades de la Virgen y de los santos patronos en las fiestas anuales de cada pueblo o ciudad.
A la vez que estos Apuntes relatan hechos históricos de reconocida trascendencia, se pone especial empeño en relacionarlos, exponer antecedentes y consecuencias. Se invita al lector a reflexionar sobre cómo la historia corrobora la verdad conocida por la fe: las palabras de Cristo “sin mi nada podéis hacer”.
Sobrepasa el objeto de los Apuntes –pues compete a la Teología de la historia– el tratar acerca del sentido de la historia a la luz de la Revelación como en su día hace san Agustín ante la caída de Roma y acerca del futuro de la Iglesia. Pero no deja de ser un misterioso signo de los tiempos el curso histórico de nuestro mundo de Occidente.
Decimos “signo misterioso” por la obvia razón de que la gran extensión del ateísmo contemporáneo no ha provenido de naciones paganas o aún por evangelizar, sino del mundo más cristiano, al que la fe dio extraordinario vigor para edificar una civilización, la más próspera del orbe, y que en la medida en que Occidente olvida la raíz de tal civilización –la fe en Cristo– ha sido y es el gran difusor por el universo entero de una “cultura” sin Dios, de unas ideologías inmanentistas y de grandes relajaciones morales3.
A este misterioso proceso aluden en especial los anteriores Apuntes, y con el acento puesto en que es la Iglesia –pese a miserias y faltas en su mismo seno– la roca de Pedro, la que permanece firme anunciando a Cristo –Camino, Verdad y Vida– por todo el mundo, con frutos y vitalidad humanamente inexplicables, y a la vez con enormes pruebas, aún aumentadas en el siglo XX, al que no sin razón suele llamarse “el siglo de los mártires”.
Signo especial de nuestro tiempo, en que crece el ateísmo, pero que lo diferencia del anterior de la modernidad, marcada por las ideologías incubadas en Occidente desde el XVII y luego difundidas por el orbe entero, es el del derrumbamiento de las utopías generadas por tales ideologías prescindentes de Dios