se puede entender sin hablar de las lesbianas.
Por ello, en este ensayo integraremos a ambos géneros en un discurso dinámico, pues solo así será posible, si no alcanzar, sí cuando menos aproximarse a una realidad tan compleja como es la sexualidad, en este caso, las sexualidades no normativizadas.
En el apartado que sigue a esta introducción dedicaremos unas páginas al trazado de un breve y paradigmático estado de la cuestión. Analizado el panorama historiográfico, pasaremos al capítulo «Construcción y funcionamiento del sistema represivo», en el que nos encargamos de explicar la forma en que reprimieron al no heterosexual desde la psiquiatría, la legislación y la Iglesia católica. Descubriremos las conexiones e interrelaciones no casuales e imprescindibles entre los tres pilares.
Sobre el papel represor de la legislación y la psiquiatría contra el homosexual existen varias investigaciones, no así sobre la determinante función de la Iglesia, cuyo papel no es precisamente menos trascendente. La Iglesia, testigo y cómplice activo del dictador, acabó por generar una masa social impregnada de moral cristiana. Ese ejército civil adoctrinado fue un elemento esencial en el entramado represivo contra todo aquello que no tenía cabida en el discurso franquista.
La sociedad coactiva4 jugó un papel trascendental e imprescindible en la «vida cotidiana» de todo individuo que rompía con las normas establecidas. Su papel consistió en reprimir estigmatizando y, sobre todo, delatando.
La siguiente parada será «¿Represión sexual, dominación social?» y en ella cuestionaremos si dicho entramado represivo tuvo el éxito esperado. Aportaremos y trabajaremos fuentes tan olvidadas como imprescindibles para el estudio de este colectivo.
Finalmente, lejos de concluir, presentaremos una ventana al mundo de la reflexión. Será una invitación al pensamiento, eso que tanta falta hace en nuestra desorientada sociedad. Cómo llega una colectividad a ser cómplice y partícipe de una idea envenenada; por qué motivos quiere el poder acabar con un grupo minoritario. ¿Acaso no podría volver a repetirse?
Quedan demasiadas páginas en blanco en los libros de Historia. El relato de la masa social, de las minorías, de los que no son varón, heterosexual, blanco y rico, apenas ha comenzado a escribirse.
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1. La represión franquista no estableció una diferenciación entre personas homosexuales y trans, siendo estas entendidas como parte de todo el conjunto «invertido».
2. Terminando así con la preocupación de Baidez, en cuyo libro de 2007 alertó sobre el gran vacío en lo referente al ámbito legislativo.
3. LPRS en adelante.
4. En el sentido pleno del término, es decir, que es coaccionada y ejerce coacción.
2. Breve estado de la cuestión
«Uno no puede ponerse del lado de quienes
hacen la historia, sino al servicio de
quienes la padecen».
ALBERT CAMUS
Hace una década el historiador Jean-Louis Guereña iniciaba uno de sus artículos lanzando una pregunta: «¿Es la sexualidad objeto de la Historia?».5 Desde que formuló la cuestión hasta el momento en el que escribimos estas líneas, el número de investigaciones realizadas sobre la materia no ha hecho sino hacer afirmativa la respuesta.
En los dos últimos lustros la historiografía se ha encargado de iluminar esas parcelas que, todavía hoy para algunos, son ajenas al campo de la historiografía e incluso poco dignas de ser investigadas.
Podemos continuar con otra pregunta, ¿por qué ahora y no antes se han interesado los investigadores por el tema de la sexualidad?
El interés del ser humano6 muta en función de su tiempo presente, el cual, inevitablemente, condiciona tanto el tema de trabajo como su visión sobre el mismo. En definitiva, la subjetividad es inevitable incluso en la elección del objeto de estudio. Aspectos como la disponibilidad de fuentes o la posibilidad de publicación también condicionan el tema de investigación.
La historiografía, como ser vivo que es, va cambiando su interés a favor o en detrimento de un determinado asunto. En los últimos años ha despertado su curiosidad por la sexualidad. Este despertar es debido, probablemente, a una mayor maduración social y a lo yermo y necesitado que está el tema de estudio al haber arrastrado durante décadas multitud de prejuicios sociales.
Si comparamos el panorama de investigaciones españolas sobre la sexualidad con el producido por universidades anglosajonas, apreciamos un claro retraso en el ámbito hispano. La New York University cuenta con el Center for the Study of Gender and Sexuality, dirigido por la profesora Ann Pellegrini, así como con el Lesbian, Gay, Bisexual, Transgender and Queer Student Center. Aunque dicha universidad es una de las que al cabo del año publica un mayor número de investigaciones sobre esta materia, la pionera en este campo fue la San Francisco State University, la cual lleva más de medio siglo estudiando y apoyando la investigación de la historia de la sexualidad.7
En los últimos años está despuntando la universidad británica de Leeds gracias al trabajo realizado por el grupo de investigación History of Sexuality, formado entre otros por el historiador Richard Cleminson.
¿Qué tenemos es España? Apenas un par de grupos de investigación en nuestras universidades; no obstante, una lanzadera palia ese atraso español: las editoriales, que son en nuestro país las que cubren en cierta medida el vacío al dar voz a esos temas a los que el academicismo cierra sus puertas. De nuevo, las universidades españolas alienadas en su microcosmos.
Cabe destacar que la lesbiana ha sufrido un doble olvido historiográfico, por un lado, por su orientación sexual y, por otro, por su condición de mujer.8
¿A qué se debe ese vacío? Uno de los motivos de mayor peso es la escasez de fuentes que permitan rastrear el «lesbianismo». Sin embargo, la dificultad de acceder a los documentos no justifica la resignación a no hacer nada, ya que, como veremos, el lesbianismo llegó a ser incluso penado por la ley, como prueban una serie de expedientes y las propias fuentes orales.
También es habitual que muchos autores aleguen la falta de referencias en sus obras al lesbianismo por la negación de la sexualidad femenina que defendía el franquismo. Como expresa Olmeda «admitir el lesbianismo era admitir que las mujeres podían encontrar satisfacción afectiva y sexual independientemente del varón».9
Dicho autor dedica al lesbianismo un capítulo de los dieciocho que conforman su obra, o lo que es lo mismo, tan solo ocho páginas. De estas, una parte importante son copadas por el testimonio de Empar Pineda, feminista y lesbiana cuyas palabras revelan su experiencia al final del franquismo.
Arturo Arnalte también dedica un breve capítulo al lesbianismo, aunque a diferencia de Olmeda, además de emplear testimonios orales para reconstruir la «vida cotidiana» de las lesbianas, recurre a los textos del jurista Antonio Sabater y al discurso de Pérez Argilés. Combinando estas fuentes consigue ofrecer una visión más completa de ese fenómeno invisibilizado y negado pero latente.
Un aspecto que no debe pasar desapercibido es