en el sistema somatosensorial, en la zona prefrontal y en las cortezas parietal, temporal, occipital y motora primaria.
Los lóbulos prefrontales del descubridor de la Teoría de la Relatividad mostraron un número de pliegues excepcional.
Esto podría estar relacionado con su capacidad para resolver problemas, ya que abre la posibilidad de realizar más conexiones intraneuronales.
Los hallazgos fueron publicados en la revista Brain por Dean Falk.
Resta averiguar si estas características reveladas en el cerebro del premio Nobel de física de 1921 fueron incorporadas a través de la neuroplasticidad, si fueron resultante de factores adquiridos o si vinieron al mundo con él, es decir, si obedecen a cuestiones innatas.
Darold Treffert definió como “síndrome de sabio” (savant) a las personas que demuestran algún talento o alguna competencia con un desarrollo extraordinario.
Esto es independiente de que esa habilidad tenga una aplicación práctica (como ocurre con Messi y el fútbol) o no (gente capaz de decir qué día de la semana fue una determinada fecha elegida al azar o de realizar cálculos mentales con extrema rapidez).
Además de indagar el origen neurofisiológico de sus extraordinarias capacidades, las investigaciones relacionadas con los savants experimenta con técnicas como la estimulación magnética transcraneal.
¿El objetivo? Descubrir si una persona normal puede convertirse, al menos en algún aspecto en particular, en un savant.
Sobre el autismo y la autonomía cerebral
El autismo es uno de los temas que más interés ha despertado en el estudio de la inteligencia relacionada con la anatomía del cerebro.
Las personas que sufren algún trastorno del espectro autista tienen dificultades para relacionar sus propios movimientos con los que ven en los demás, para atribuir un estado mental o inferir una emoción en otra persona o para interpretar el tono de voz o las expresiones faciales. Además, evitan el contacto visual.
Sin embargo, muchas presentan capacidades que sorprenden, apasionan y desvelan a la ciencia.
Algunas memorizan una guía telefónica completa, otras desarrollan capacidades artísticas increíbles y normalmente pueden realizar cálculos matemáticos como lo haría una computadora: en segundos y sin errores.
En 1988, Barry Levinson dirigió la película Rain Man, interpretada por Tom Cruise y un Dustin Hoffman que realizó una de las actuaciones más brillantes de su carrera.
En el film, Cruise debe hacerse cargo de un hermano autista al que apenas conoce. Más allá de la trama, una escena en el casino resulta clave para entender las habilidades mencionadas.
El personaje de Hoffman era capaz de “contar las cartas” en una mesa de juego con solo verlas una vez, lo que le daba una gran capacidad de prever qué saldría en el siguiente lanzamiento.
No es pura ficción: la enorme capacidad de algunas personas autistas con los números siempre llamó la atención. Por eso la ciencia de la inteligencia puso el foco en ella: sus aplicaciones podrían colaborar con el desarrollo cerebral de individuos sanos.
James Hemper Pullen, paciente autista, poseía habilidades excepcionales en escultura. La anatomía de su cerebro mostró un notable desarrollo de las regiones posteriores y una marcada atrofia de los lóbulos temporales y frontales
Por otra parte, en el Centro para la Mente (asociado a la Universidad de Sídney, en Australia) se descubrió que mediante la estimulación magnética trascraneal es posible lograr que algunos individuos con limitaciones intelectuales logren comprender teorías científicas y adquieran conocimientos considerados complejos.
Estas investigaciones tuvieron como punto de partida la curiosidad por el caso de personas autistas que destacaban por sus talentos específicos.
Una de las hipótesis que se manejó fue que cuando una zona del cerebro no desempeña bien sus funciones porque está dañada o inhibida, otra comienza a soltarse, a desplegar sus habilidades.
Esto pudo comprobarse: al aplicar la técnica de estimulación trascraneana para desactivar transitoriamente algunas zonas del hemisferio izquierdo (donde están los centros del habla), el 40 por ciento de los participantes adquirió habilidades intelectuales extraordinarias en tan sólo quince minutos.
En conclusión:
• La anatomía cerebral es muy importante para la inteligencia.
• Una persona con un daño en sus lóbulos frontales no puede procesar rápidamente la información para hallar las relaciones entre los hechos.
• En el caso de las personas sanas, las características físicas del cerebro constituyen “una base desde la cual se parte”.
• Lo anterior se debe a que la inteligencia está determinada no sólo por el sustrato biológico, sino también por componentes adquiridos mediante estímulos emocionales, sociales y culturales.
Capítulo 2
Inteligencia para todos
Verdades absolutas y verdades relativas
Para la filosofía existen muchas verdades que dependen de factores físicos, psicológicos o culturales que influyen en la construcción que las personas hacen sobre lo real.
Por lo tanto, el relativismo considera, como posición filosófica, que la verdad está en relación con el sujeto que la experimenta.
Esta concepción es totalmente compatible con lo que en neurociencias se denomina “construcción cerebral de la realidad”: cada sujeto ve el mundo en función de lo que percibe e interioriza. En ello, el entorno tiene una influencia clave.
Partiendo de esta premisa, el de inteligencia es un concepto relativo.
Además de lo que traemos en los genes y de las condiciones fisiológicas del cerebro, es difícil definirla sin considerar la capacidad de adaptación de una persona a diferentes ambientes.
Diversos factores contextuales pueden ser determinantes.
Sabemos, por ejemplo, que la falta de alimentación en la niñez altera el desarrollo neuronal y provoca la destrucción de entramados que no podrán ser recuperados a futuro.
Este proceso, conocido como “raquitización neuronal”, es resultado de la desnutrición infantil y es muy difícil de revertir.
Por otra parte, no se trata únicamente a la cultura, sino también a la habilidad para sortear los inconvenientes que se presenten en cada momento de la vida.
Hace pocos años, el psicólogo inglés Richard Lynn, de la Universidad del Ulster, en Irlanda del Norte, publicó su polémico libro Race Differences in Intelligence.
Entre sus conclusiones, señaló que los alemanes europeos eran las personas más inteligentes del planeta. Esto le valió una catarata de críticas.
Entre ellas, la del psicólogo alemán Eckhard Winderl: “Un alemán podría morirse en Groenlandia, ya que carece de los conocimientos necesarios para diferenciar los treinta tipos de hielo que existen allí, y posiblemente tampoco sabría qué hacer en África Subsahariana, cuyos habitantes conocen cientos de tipos distintos de nubes y de vientos para pronosticar, por ejemplo, si contarán con agua”.
Winderl pone de manifiesto una vez más el tema del relativismo en la inteligencia.
Cualquier definición, por más abarcativa que sea, termina siendo acotada.
El medio ambiente influye no sólo en el desarrollo de las redes neuronales sino también, y fundamentalmente, en el del tipo de inteligencia que cada ser humano necesita para sobrevivir.
El tema del relativismo es analizado de una manera muy interesante por Howard Gardner, quien aboga por la importancia de adoptar una perspectiva