I fra Andreu respon: «Tomando de los carrillos a uno de dichos muchachos. De esta manera, y le besó en los labios».36
Les abraçades o amplexos, sobretot quan s’expliquen com a expressió d’una unió espiritual, tenen connotacions força sospitoses d’alumbradisme herètic. Fra Josep Pellisser, franciscà, segons declara l’any 1793 Francesca Cunyat, de Xàtiva, abans de confessar-la, a la sagristia, li feia el següent:
[...] tocarle la cara, besarla, abrazarla y tenerla asida estrechamente, manifestándola que se havían de unir los dos espíritus; que en una ocasión [...] la tocó los pechos. [...] No desistió de su empeño, y en este estado le cogió una sufocación; [...] que en otras ocasiones le tocó a la declarante los muslos por ensima la ropa; que sobre los pechos y vientre, estando la declarante en sinta, le hacía con su dedo una cruz.37
I el sospitosíssim fra Vicent Osca, franciscà, denunciat el 1818 per Vicenta Maria Tarasó per sol·licitacions fetes a Oliva i Gandia. Vicenta narra en primer lloc com sovint, al confessionari, «me hacía poner mi lado izquierdo sobre la misma rexa del Confesionario y él ponía el suio de la misma manera, diciéndome que le entregase mi corazón, que unido con el suyo lo quería todo para Dios, i en una de estas ocasiones me llegó a apretar fuertemente la mano contra el mismo Confesionario». També la feia anar a diferents cases d’Oliva, on, «apretando fuertemente su pecho al mío, ia drecha sobre la pared, ia echados los dos sobre la cama, me decía le entregase mi corazón, que lo quería todo para Dios, estando a las veces más de una hora en esta postura». En una altra ocasió, en una casa a Gandia, «se sentó sobre mis muslos, y alargando la mano, la iba a meter en la braga de las saias, i diciéndole io que allí no estaba el corazón la retiró, y estuvo un gran rato pegado su lado izquierdo al mío, diciéndome que le entregara su corazón, para que los dos unidos amaran a Dios». Al convent de Santa Clara de Gandia, després d’haver-la confessat, «en un pasadizo que hay del claustro a la iglesia, me metió su lengua dentro de mi boca, i unida un largo rato con la mía, me decía que quería su lengua para que alabase a Dios junto con la mía», pràctica que repeteixen en altres ocasions.38
Pel que fa als tocaments sexuals en plena confessió, tant si tenen lloc al confessionari com si no, la mateixa posició respectiva facilita que el sacerdot tire mà als pits de la penitent. És una acció molt freqüent. Per exemple, Maria Uris, de Cocentaina, denuncia fra Bernat Estanya, l’any 1651, perquè «comensándome a confesar me tomó la mano, y todo el tiempo que me estuve confesando, que duró gran rato, me la tuvo, y después me echó la mano a los pechos. Otro día [...] me dixo que me alsase las aldas, y refregava su cara con la mía y me quiso besar».39
Fra Jeroni Centelles, franciscà, és denunciat, entre d’altres, per Josepa Giralt, de València, l’any 1693; diu que, en acabant de confessar-la, fra Jeroni li assegurava «que la quería mucho [...] añadiendo algunas torpezas, como que tenía un señal negro en sus partes verendas». Un altre dia, al confessionari, el religiós «se levantó los hàbitos y le mostró los calzones, diciendo que los tenia apedazados». En una altra ocasió, «la puso la mano en los pechos, haciendo ademán de oscularla, y en otra la asió con sus dos dedos de los labios, alabándola de hermosura. [...] La refería cómo en tales calles havía malas mugeres, y la preguntaba dónde tenía su casa, y quién entraba en ella [...] ofreciéndola [...] dineros y quanto huviesse menester».40
La perspectiva sol canviar si comparem la versió del sol·licitador i la de la sol·licitada, cadascun en la seua declaració. Vegem l’afer de fra Bonaventura Sevilla, del 1697. En primer lloc, amb Felícia N., d’Agres, el frare confessa que la «trató y comunicó illícitamente», i no recorda si «la tocó el rostro o los pechos o si la dixo alguna palabra provocativa o si la osculó». Amb Antonia Fuster, d’Oliva, segons ell, «incitado deste cariño que le mostrava, una vez le tocó los pechos. [...] Vencido este de su fragilidad la pasó la mano en los pechos, tocándoselos inmediatamente a la carne, y la osculó una vez». Segons ella declara, «la besó estando confesándose. [...] Una ves hiso acción de tocar las partes deshonestas, [...] la besó y la tocó los pechos». I amb Josepa Maria Cerdà, segons fra Bonaventura comença ella: «se echó sobre los pechos deste, y con esta ocación la abrasó este y la dio un ósculo [...] y estando aún en pie la tocó los pechos sobre la ropa». En la versió de Josepa, «con aquella congoxa se acercó a él, el qual la abrasó y le parece la dio un ósculo, y ella, con alguna turbación, s’escató».41
Sovint es palesa que els tocaments a les mamelles només són una bestreta del que el sol·licitador espera aconseguir; és el cas de les dues dones de València que denuncien fra Joan Urrios, franciscà. El 1694 Margarida Adam conta com el frare li demana «que la diesse entrada en su casa o en otra para corresponderla torpemente». En una altra ocasió «la puso y metió su mano en los pechos». I el 1701 Margalida Esteve denuncia que li deia «que estaba muy enamorado de ella, [...] que por fuersa havía de ir a su casa. [...] Entendió esta que su ánimo era [...] para tener acceso con esta». Més tard, en confessió, «dicho fray Juan alargó la mano, tocando con ella immediatamente los pechos de esta, y diciéndola que era muy ermosa y que no havía de quedar sólo en aquello, sino que esta le havía de dar hora y ocasión para tener parte con esta [...] que esta le permitiese tocar sus partes femíneas».42
Els tocaments i contactes es poden intentar dissimular com a expressions carinyoses, com fa, sembla, fra Josep Garcia de Jesús, franciscà, amb una de les seues filles espirituals, segons la denúncia que escriu l’any 1709 un alarmat company seu del convent de l’Alcora, fra Tomàs Bayo. Tanmateix, en no tenir lloc els tocaments en confessió, no es tractaria pròpiament d’una sol·licitació. Segons el denunciant, «éntrase en casa la dicha, y con achaque que nunca le falta, ya sea sentársela sobre sus rodillas tocándole la barbilla y los pechos, bresándola como si fuera una niña de teta».43
Fra Baltasar Enguix, una víctima de les circumstàncies si creiem les seues versions, confessa els tocaments com qui no vol la cosa, restant-los importància, a la seua espontània de l’any 1722. Hi reconeix que, confessant una dona a Benissa,
metiendo este el dedo por un agujero de la zelocía, más inadvertidamente que por otro fin, le tomó dicha muger con la boca, y sin que este Reo le retirase le tuvo assí algún corto tiempo, asta que la tal muger, apartando la boca, bolvió a proseguir en su confesión. [...] Haviendo buelto a confesarse passados algunos días, hizo el declarante la acción de meterle el dedo por la zelosía para reconocer si dicha muger lo havía executado la vez antecedente con mal fin, y haviédole puesto dentro la boca, le retiró el declarante al instante.
També confessa com, al convent de la Corona de València, una dona pateix un desmai en plena confessió; fra Baltasar li dóna aigua, i «la dixo que se desabrochase para tomar algún desaogo en la respiración; pulsándola y diciéndole que se desabrochase más, le puso la mano a la cintura sobre la ropa, para ver si el jubón estava bastantemente floxo». Després ella li diu que un altre confessor li ha imposat l’obligació de delatar-lo al Sant Ofici per haver-la tocada. Fra Baltasar conta com després d’això, aquesta dona buscava la seua companyia, i en una capella, «unas vezes en pie y otras sentados en las gradas, sin confesarla ni simular que la confesava, tuvo con dicha muger algunos tocamientos en sus partes femíneas y pechos, y en una ocasión le dio un ósculo». Després ell la confessava, «pero sin que passasen acciones ni palabras indecentes».44
Els tocaments als genitals de la penitent són també freqüents, i difícilment podem esbrinar en les declaracions el que és un simple tocament o una masturbació. Quant al modus operandi, a l’hora de ficar mà el sol·licitador sol aprofitar la sorpresa inicial de la penitent, la seua manca de reacció immediata, així com una determinada dosi de violència física.
Vegem com ho fa fra Pere Terol, franciscà, a Vallada, l’any 1736; segons la denunciant, Joana Àngela Torres, fra Pere
hizo acción, por encima de la ropa, de querer tocarla las partes más ocultas y vergonzosas de su cuerpo, en vista de cuya acción le dixo la declarante que cómo se atrevía a hazer una cosa como aquella, y que el religioso le respondió que no lo estrañasse, que él sabía por confessión que otras