Albert Toldrà i Vilardell

Per la reixeta


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«la bolvió otra vez a solicitar, y repitieron el acto carnal». Des d’aleshores mantenen «correspondencia ilícita» de seguit i tuvieron comercio carnal como unas cinqüenta veces, emprant el confessionari com a lloc per concertar les trobades.58

      Un personatge de qui parlarem prou és el sàtir amb sotana de Montan, el rector José Cuevas. Significativament, és ell qui confessa les fornicacions, no les dones que el denuncien, quasi totes elles casades. Francisca Gil és la primera a delatar-lo, l’any 1726: en plena confessió, «la solicitó el dicho Cura a actos carnales y torpes. [...] Francisca, ¿bien te olgarías que yo te lo hiziera? Yo te daré toda mi Retoría si te lo dexas hazer y si me das el coño, porque te aseguro que no ay otro en todo el lugar más bonito, y con ninguna tendría tanto gusto como contigo». En una altra confessió, li amolla: «Francisca, tú bien tienes deseos de que yo te haga un chico; quando me ves por la calle, ¿piensas y quisieras que yo te lo hiziera? ¿Te parece que yo te lo haría mejor que tu marido, supuesto que es lo mío más bonito?».

      Acaba Francisca dient que el mateix li ha passat a altres dones del poble, obrint el camí a la investigació del comissari, i que

      es tal el proceder de dicho cura que a todas las mugeres de dicho lugar va inquietando por manera que siempre que enqüentra en la calle a alguna, la llama para que entre en su cassa o el dicho cura va a la cassa de aquella, y como logre la ocasión de no haver alguno delante, empieza a hazer ofertas con algunos dineros si lleva [...] y emprehende a la dicha con abrasos y ósculos, y lo menos cogiéndola la mano, la encamina a sus partes, o a fuerça haze lo que quiere, y esta es la costumbre que tiene el dicho cura y el modo de portarse fuera de la confesión sacramental.

      Declara a continuació María Martín. Acusa mossèn José de sol·licitar-la per «accessos carnales y torpes», i la primera volta ho va fer així: «Señora María, me ha de dar el coño. Usté tiene el moreno muy gracioso, es alta y dispuesta, y assí me lo ha de dar». Malgrat les reticències d’ella, el confessor fa: «En acabar la Confesión, hiré a su cassa». En una altra ocasió li diu: «Ya que la otra ves no quiso dármelo, agora me lo ha de conceder, y si no quiere salir de la Yglesia, venga y vamos a la Sacristía». Com que ella s’hi nega, ell hi insisteix: «Señora María, por amor de Dios, me lo ha de dar». Quan ella li pregunta: «Señor Retor qué le he de dar». Ell li respon: «Lo mesmo que haze su marido he de hazer yo con usté».

      També enumera María les dones del poble sol·licitades, i que

      la costumbre de dicho Cura es hir persiguiendo las mugeres de dicho lugar, y en hallarse solo con alguna, sea en su cassa propia del Cura o de la muger, es importuno hasta conseguir lo que quiere, y lo menos, quanto más no puede, es tomarla de la mano, y encaminándola a sus partes impúdicas, haze con fuerça que con la mano de la muger, cogido su miembro, a meneos y tactos, derrama, y que esto a la testigo le ha sucedido hasta unas doze veces, y que esto es común con las demás.

      María Castillo és la següent, també sol·licitada en confessió «a actos torpes y carnales». La primera volta el rector li havia demanat: «¿Quando estás en la cama, me deseas? Yo te quiero mucho, y estoy pensando mucho en tú; quisiera llegar a tus partes, tus pechos me los quisiera engullir, no sé qué me tengo que quando te veo, se me va el espíritu, ¿quieres que vaya a tu cassa y tendré parte contigo?». Ella intenta dissuadir-lo, però ell hi torna: «Mira que me estoy desasiendo, yo quisiera que me dieras un beso, porque siempre que te veo me lo estoy tocando». I això no és metàfora, diu la testimoni, ja que «advertía que allí mesmo, en la silla del Confesionario, al tiempo de dicha solicitación y expresión de las referidas palabras, tenía la mano puesta el Cura en sus propias partes, a saber, es del mesmo Cura teniendo tactos impuros consigo».

      Coincideix María amb les altres que les maneres de mossèn José són «indignas de un Ecclesiástico y de qualquier hombre Christiano, pues se reduce a perseguir a qualquier muger del lugar, y hasta siete mugeres sabe esta testigo que ha perseguido con ofrecimientos». Tant és així que «venció y tuvo parte» amb Francisca Gil, la primera testimoni, que havia callat aquest detall, «y lo mismo le sucedió a esta testigo». D’altra banda, té per costum, «en verse solo con alguna muger el dicho Cura, empeçar a besos y abrasos, y tomándola de la mano, la encamina a sus partes, y aunque sea con violencia haze que le hagan la puñeta, como dize esta denunciante que le sucedió a ella mesma».

      La quarta dona a declarar és Bárbara Olivar. Diu que «se ha hallado muy perseguida del dicho Dotor Cuevas»; en confessió, la primera volta li va dir:

      A tú, Barbarica, te quiero mucho, has de saber que cada vez que te veo, te tengo tanto amor que quisiera hazértelo, quando tú tienes parte con tu marido, ¿piensas en mí? ¿Lo que llevas en la barriga quisieras que fuera mío? ¿Tendrías aquel gozo? ¿Pues quieres que vaya a tu cassa a tener parte contigo? ¿O quieres venir a la mía?

      Com que ella s’hi nega, el mossèn replica: «¿Lo das a otro y no me lo puedes dar a mí? ¿Pues por qué no quieres venir a mi cassa?». Un dia que la sorprèn a la sagristia, «en la mesma Sacristía la importunó, y con violencias, dize, intentó tener acceso carnal con la dicha testigo, si esta huviera consentido y no huviera huido».

      El rector, declara Bárbara, «tiene el lugar inquieto»; també enumera les sol·licitades, i descriu el seu capteniment,

      que es hir por el lugar inquientando las mugeres, porque siempre que enqüentra en la calle alguna la llama para que entre en su cassa, o el dicho cura va a la cassa de aquella, y como logre la ocasión de no haver alguno delante, empieza a solicitarla a actos venéreos, y las alarga la mano y tomando la de la muger, la encamina a sus partes, para fin de tener tactos impuros, lo que ha executado con la denunciante y las demás, y executa siempre que puede.

      Una segona tanda d’interrogatoris comença el mateix any, amb Jacinta Guiñón. Fora de confessió, «la solicitó para actos torpes y carnales tres o quatro veces», i al seu propi domicili Jacinta va haver de defensar-se físicament del seu atac; acaba dient que «dicho cura es tan viciado que es público entre las mugeres de dicho lugar, y aun entre algunos hombres, que va solicitando las mugeres». Segueix María Teresa Villagrasa, que reconeix només «algunas torpesas con la testigo». Més tard, en la ratificació, María Teresa afegeix, «teniendo hecha más reflexión», que sí, que venint el rector a sa casa una vegada, «y hallándose sola, hizo la acción de tocarle los pechos, que huviera executado si no se huviera apartado esta testigo, pero que bolvió después de algunos días a la cassa de esta testigo, y hallándola también sola, tuvo acto carnal con ella el dicho dotor Joseph Cuevas».

      Detingut i interrogat mossèn José, d’entrada ho nega tot: és fals, l’acusen per enemistat. En la tercera monició acusa les seues delatores de ser «rameras públicas», però comença ja a cantar, i admet la fornicació amb María Teresa Villagrasa: després de confessar-la, va a sa casa, i acaba per «tener cópula con ella». Finalment, mossèn José s’ensorra i ho confessa tot, que serà encara més del que havien dit les acusadores. Reconeix haver sol·licitat Tomasa Salvador (no interrogada), «havrá comerciado con ella asta unas treinta vezes poco más o menos, y en algunas ocasiones, encontrándola este reo en la calle, le manifestaba a la referida sus torpes deseos, diciéndole: Me lo quieres dar? Y asintiendo ella, iba el declarante a su casa y executaba el comercio carnal».

      També amb María Castillo, tercera declarant, amb qui ha tingut

      trato y comercio illícito [...] en seis o siete ocasiones, en casa de la referida estando su marido fuera de ella, y encontrándola algunas veces a la puerta de la calle, le manifestaba este reo su torpe deseo [...] y consintiendo ella, pasaba a la execución, y en una de las dichas ocasiones executaron el comercio carnal iendo la dicha María a casa del declarante.

      Amb una criada seua, María Feliciana Blandina (tampoc interrogada),

      tubieron recíprocamente muchos tocamientos desonestos de sus partes [...] y aunque no llegó el declarante al comercio carnal por temor que podía quedar preñada, pero en veinte ocasiones en que sucedieron dichos tocamientos, ósculos y abrazos, tubo este reo polución agitada de los tocamientos que le hacía dicha muger.

      Amb Francisca Gil, primera denunciant,