Jorge A. Freire

Bazar


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      BAZAR

      Ayer me pusieron a la venta

      en la tienda de la esquina,

      en el estante de arriba,

      y por mucho que ocupaba,

      nadie podía verme,

      y pasé el día viendo desfilar gente,

      que se sabía mi nombre,

      pero no me miraba.

      En unos años rebajarán el precio,

      pero ya seré otro producto,

      más viejo;

      más pequeño no,

      aunque pudiera parecerlo.

      Si espero lo suficiente

      y las crisis lo permiten,

      ya sería una antigualla,

      y eso tiene otro valor

      que es difícil precisar.

      Si me compras algún día,

      que sepas que si no supe amar,

      por lo menos, lo intenté,

      y que guardo en mi etiqueta tu fotografía,

      que aunque esté en color sepia,

      sigue contando lo mismo.

      EL HOMBRE ELEFANTE

      Soy el hombre elefante,

      sin almohadas suficientes,

      sin su barraca mugrienta,

      sin entrada que me precie,

      ni guionista que me escriba.

      Busco pares concluyentes,

      palomitas sin maíz,

      campos en barbecho,

      cargas soportables,

      médicos que me atiendan

      sin temor a los contagios,

      confesiones de despecho.

      Soy el hombre elefante,

      el cabeza de cartel,

      mariposa despiadada,

      habitando estómagos sin hambre;

      mamífero compatible,

      que huye de regentes

      con escopetas cargadas,

      de suturas acordadas,

      de campos concentrados,

      de risas justificadas.

      LA GENTE IMPORTANTE

      La gente importante no aprueba presupuestos,

      ni se tira los trastos en escaños necios,

      ni tertulia sobre regentes huidos,

      ni amantes revenidos.

      La gente importante te visita si estás solo,

      te ayuda a cruzar la calle,

      te da indicaciones,

      te llama cuando los demás te olvidan,

      te coge de la mano si agonizas,

      llora tu pérdida.

      La gente importante no hace estadísticas,

      ni convierte en un número lo que te importa.

      La gente importante te mira a los ojos,

      no les importa llorar, aunque la mires,

      escucha cuando hablas,

      sabe tu nombre y sabe nombrarlo.

      La gente importante no necesita casas grandes,

      duerme en camas compartidas,

      te deja hueco,

      no respira fuerte para no robar tu aliento,

      no hace ruido al despertar,

      y si faltas, lo lamenta.

      La gente importante no estudia ingenierías,

      prefiere anatomías,

      para saberte tocar,

      para dar con las teclas,

      que te hagan vibrar.

      Lo demás es accesorio

      y lo pone en los grafitis,

      que otros deben borrar;

      que no importa tu rostro,

      si reconocen tu obra.

      La gente importante no reserva mesa,

      se sabe bien recibida,

      no alza la voz,

      camina de puntillas,

      se calla a tiempo,

      se pone la mascarilla,

      no besa anillos,

      no mea fuera del tiesto.

      La gente importante asume riesgos,

      acepta culpas,

      vive al día,

      pide perdón.

      FANTASMA

      Yo no quiero ser fantasma,

      si no impongo condiciones,

      si no elijo los pasillos

      que conduzcan a tu alma.

      Yo no quiero ser fantasma,

      ni habitar en tus desvanes,

      que después cuando te duermes,

      no distingo mis contornos,

      y eso es lo que más me duele,

      que si no cierras los ojos,

      ya no te acuerdas de mí.

      Yo no quiero ser fantasma,

      ni tener sábanas blancas,

      ni cadenas arrastrando,

      ni una tumba a mi nombre,

      tan llena de flores secas,

      que pretendan retirarlas.

      Yo no quiero ser fantasma,

      para volver a estar solo,

      que si lo sé, no me muero,

      y si espero tres días,

      igual me resucitan,

      aunque no me queden fotos,

      ni haya signos de violencia,

      ni tampoco me apetezca,

      que nada es lo que parece,

      ni lo que hubieras querido,

      pero no pidas milagros,

      si antes no los has pagado.

      ALGÚN DÍA SE HABLARÁ DE MÍ

      Algún día se hablará de mí,

      y entonces ya será tarde,

      pero no sé para quién,

      ni lo pienso preguntar,

      que saber demasiado

      solo conduce a los acantilados

      que quisiste visitar,

      que eran