Eugenio Marchiori

El mercado de la salvación


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sin inconveniente el interior del caparazón. Cuando Cócalo le mostró la solución, Minos supo que Dédalo se encontraba en su casa y le exigió que se lo entregara para vengarse. Cócalo fingió acceder, pero antes lo invitó a tomar un baño preparado por sus hijas. El agua (que llegaba a la bañera por unos conductos especiales diseñados, ¿por quién? Sí, acertaron, por Dédalo) estaba lo suficientemente caliente como para hervir a cualquier mortal. Encandilado por la belleza de las jóvenes, Minos se metió sin notarlo. Una muerte no muy honrosa para un personaje antipático que fue engañado por las mañas de otro más astuto que él. Zeus los cría y ellos se matan.

      Dédalo es la mano de los dioses en la Tierra. Un instrumento imprescindible para ejecutar los deseos divinos. Es quien logra la síntesis entre la crueldad intelectual de Apolo y la naturaleza vehemente de Dionisios, y la pone al servicio de las pasiones más locas. La habilidad de Dédalo es materializar el destino tejido por las Moiras. Dicho en otros términos, Dédalo hace el “trabajo sucio” para los dioses.

      Dédalo no se rebela abiertamente a sus patronos sino que se resiste a la autoridad terrenal cambiando de mecenas. Con “picardía” selecciona al nuevo patrono entre quienes confrontan con el anterior. Trabajó para los intereses de ciudades como Atenas, Creta y Sicilia, y para contrincantes como Minos, Pasifae, Ariadna y Cócalo. Dédalo no le cede su lealtad a ningún mortal. En cada nueva realización traiciona a su empleador anterior y se sale con la suya. No es “dominado” por nadie, sino que responde a sí mismo y a los dioses. Solo se cuida de no sucumbir a la tentación de la hybris, porque sabe bien que la desmesura es una ofensa que los dioses no están dispuestos a tolerar. Es ambicioso, trabajador y creativo. Gracias a su astucia y talento (dones que humildemente reconoce le han sido prestados por los dioses) consigue siempre salir airoso de los desafíos más difíciles. En pocas palabras, Dédalo es el arquetipo del entrepreneur exitoso. Una suerte de cruza entre Jeff Bezos y Elon Musk, pero con menos plata.

      No hay registros sobre las circunstancias de la muerte de Dédalo, pero, conociendo su habilidad para salir airoso de las más difíciles situaciones, es probable que haya muerto de viejo en algún lugar paradisíaco de Sicilia, mientras contemplaba a las gaviotas pescar en el Mediterráneo.

      Prometeo, gracias por el fuego: el dios que nos regaló la tecnología

      El relato se remonta a un tiempo en que ya existían los dioses pero aún no habían creado a los seres vivos. Para darle vida a las diferentes especies decidieron modelarlas con una mezcla de tierra y fuego. Para distribuir las cualidades entre los mortales eligieron a los hermanos Epimeteo y Prometeo. El primero le imploró a su hermano que le permitiera realizar esa tarea y le prometió que solo tendría que juzgar su trabajo al final. Prometeo accedió.

      Epimeteo les dio velocidad a algunas criaturas y a otras les dio fuerza. Fue así como dotó a las diferentes especies con características propias que les ayudaran a sobrevivir. En la distribución balanceó el poder de unas contra otras de forma de evitar la mutua destrucción. Luego de las cualidades para defensa y ataque les otorgó protección contra las inclemencias del clima. A algunas les dio piel gruesa para escudarlas del calor y del frío, a otras pieles, a otras plumas, y así a todas las demás. Una vez que les había otorgado habilidades para defenderse de otros y del clima les hizo consumir distintos alimentos. Algunas se alimentarían con hierbas, otras con frutas, otras con raíces, otras con carne. Hizo que los depredadores fueran escasos en número y que sus víctimas se reprodujeran en abundancia para mantener su especie.

      Pero Epimeteo, haciendo honor a su nombre (que significa cosas como “el que comprende después”, el que “actúa sin reflexionar” y el que “va siempre un paso atrás”), no era muy sabio y despilfarró los recursos antes de dar alguna cualidad a los hombres. Al final del reparto los humanos quedaron desnudos, con limitada fuerza y sin armas naturales. Quedaron a merced del clima y de las otras especies. Cuando se dio cuenta del error, era tarde para arreglarlo.

      Prometeo (que en oposición a Epimeteo significa “el que comprende antes”, “el que reacciona rápido, sagaz, pícaro”) fue a controlar el trabajo hecho por su hermano. En seguida se dio cuenta de que estaba frente a una situación crítica sobre la que debía actuar rápidamente. Como no había más habilidades disponibles, decidió robar la capacidad técnica a Atenea. Pero nadie engaña a los dioses y sale indemne. Cuando se enteró Zeus, se vengó privando a los hombres de las habilidades políticas que permiten la convivencia. La maestría sobre la política es propiedad de Zeus y ni Prometeo podía quitársela.

      Con las herramientas que les dio Prometeo, los hombres solo podían sobrevivir en pequeños grupos, ya que no tenían capacidad política para sostener asociaciones mayores. Para evitar que los hombres se exterminaran entre sí, Zeus encargó a Hermes que les entregara dos características adicionales: la vergüenza y el sentimiento de justicia.

      Explica Balaban que Epimeteo, Prometeo y Zeus cumplen diferentes funciones en el mito.

      Epimeteo disfrutaba distribuyendo las cualidades y ayudando a las especies, pero no lo hacía por altruismo ni egoísmo, él estaba más allá de esas valoraciones. Lo hacía porque le gustaba emplear su tiempo en el trabajo. Es el principio del consumo, así como Prometeo es el principio de la producción y Zeus el de la moral. Un acto placentero es un acto de consumo. El placer no implica la inacción, por el contrario, Epimeteo se lanza a una actividad altamente creativa. Pero no es una actividad con fines productivos como la de Prometeo, sino una actividad por la actividad misma, ya que en ella reside el placer. Epimeteo fue el primer workaholic del que se tenga registro.

      La falta de planeamiento de Epimeteo se ve en el hecho de que le da al león garras y dientes afilados, y solo luego de darse cuenta de ello provee al ciervo de piernas rápidas y fertilidad para que la especie no sea exterminada por los leones. Desde el punto de vista de Prometeo –interesado por la productividad y la eficiencia– su hermano es un auténtico desastre. Para Epimeteo el “éxito” o el “fracaso” no se miden por los resultados: “éxito” es pasarla bien. El placer del momento no se cambia por nada. Su naturaleza no responde a ningún “plan”, ni a la búsqueda de una “armonía preestablecida” entre las especies. Esa visión es externa y ad hoc. Sucede que al ver la obra terminada se crea la sensación de armonía.

      Epimeteo es el dios del consumo mientras que Prometeo es el dios de la producción. El placer de consumir y la productividad son dos de los tres valores básicos que conforman la motivación humana. El tercero es la virtud política, comprendida en la figura de Zeus y que consiste en la habilidad de disciplinar los instintos prometeicos y epimeteicos.

      Prometeo