vida de alegría, mucho más de lo que se pueden imaginar. Los quiero inmensamente.
A Matt, mi esposo y mejor amigo: me has animado con tu paciencia a escribir estas reflexiones en medio de nuestra ajetreada vida. Servir a Dios y cuidar a nuestra familia contigo es el más grande y maravilloso de los privilegios.
A mi dulce madre, Nerida Koolik, a quien he visto leer su Biblia cada mañana desde que era pequeña, y a mi sabio padre, Peter Koolik, que con su trabajo desinteresado me enseña cómo vivir dignamente. Ambos aún me inspiran a pensar en los demás y a vivir para Jesús.
A mi querido abuelo, ya fallecido, el pastor Henry Miller. Cuando me asomaba por la puerta de su oficina en mi casa cuando era niña, siempre estaba inclinado sobre su escritorio, estudiando su Biblia.
A mi querida hermana, Tatiana Green, y a Jo Ann Davidson, John Peckham y Joseph Kidder, que dedicaron mucho de su tiempo a animarme y ofrecerme sus comentarios sobre el manuscrito del libro.
A Jerry y Janet Page, que han orado por mí, me aportaron valiosos comentarios sobre este libro y me consiguieron oportunidades para compartir este mensaje. ¡Son una gran bendición!
Y a mi extensa familia y a todos aquellos que me han estimulado a lo largo de los años a buscar joyas en la Palabra de Dios.
Capítulo 1
Un regalo sin envoltura
Con respecto a este Gran Libro [la Biblia], no puedo más que decir que es el mejor regalo que Dios ha dado al hombre. Todo lo bueno que el Salvador dio al mundo lo comunicó por medio de este Libro. Abraham Lincoln
Cuando entregué su regalo a mi hijo por su quinto cumpleaños, lo tomó encantado con sus manitas y lo sostuvo por un momento. Pude ver que se preguntaba qué escondía la linda envoltura. Hizo una pausa y lo sacudió, esperando encontrar una respuesta a su curiosidad.
Al ser incapaz de averiguar el contenido del paquete con aquel gesto, ya no se pudo contener. Arrancó el papel y se encontró con un juego de mesa que (yo estaba segura) brindaría muchas horas de convivencia y diversión a toda nuestra familia. Sin embargo, el rostro de mi hijo reflejó su decepción cuando vio el contenido. No era lo que esperaba. Enseguida, me di cuenta de que no apreciaba el valor del regalo. Mi corazón se sintió un poco triste cuando vi que no era lo que él quería.
Entonces, hizo una pregunta inesperada:
–Mamá, papá, ¿podrían envolvérmelo de nuevo? En este momento no lo quiero. Envuélvanlo y guárdenlo junto a mi cama para otra ocasión.
Y se dio la vuelta, ansioso por averiguar si había algún otro regalo que abrir.
Esa experiencia me hizo reflexionar. ¿Así actuamos con Dios ante el precioso regalo de la Biblia?
¿Tienes un ejemplar de la Biblia, pero prefieres conservarlo cerrado, en algún sitio al alcance de la mano, aunque sin abrir, porque aparentemente hay cosas más interesantes “para jugar” por el momento? Si tu respuesta es afirmativa, tu caso no es el único. No obstante, durante los últimos años yo he abierto ese precioso regalo, y me resulta inevitable compartir contigo lo que he descubierto.
¿Qué lees?
Una amiga, que sabe cuánto me gusta leer, me preguntó qué libro leía.
–La Biblia –respondí.
Ella me lanzó una mirada un tanto burlona y guardó un elocuente silencio.
Al considerar esa breve conversación, me he planteado algunas preguntas. En primer lugar, ¿por qué mi respuesta dejó momentáneamente sin palabras a mi amiga? ¿Se trata realmente de una respuesta tan extraña? Yo leo muchas cosas diferentes, pero en ese momento efectivamente leía mi Biblia con suma atención. Además, ¿por qué no tendría que gustarme leer la Biblia? Es el libro más publicado de todo el mundo en cualquier idioma y uno de los más antiguos. Muchas personas la han copiado en secreto, la han trasladado de contrabando y han pagado grandes cantidades de dinero para conseguir su propio ejemplar personal. Mucha gente incluso ha muerto por ese Libro. Si es verdad que ha sido tan valioso para otros a lo largo de la historia de este mundo, no veo por qué sería menos preciado para mí hoy.
Entonces, mi querida amiga, después de quedarse un instante con la mirada vacía, respondió:
–Pienso que, sin duda, la Biblia es un buen libro. Pero nunca sé por dónde empezar. Creo que Dios puede comunicarse por medio de la Biblia, pero en realidad eso a mí nunca me ha pasado.
¿Alguna vez te has sentido así, con la impresión de que, si supieras en qué sección deberías abrir tu Biblia, tal vez encontrarías fortaleza y esperanza en los mensajes de sus páginas? Quizá te gustaría leerla, pero no sabes por dónde comenzar. O tal vez piensas que deberías leerla a pesar de todo, y te comprometes a leer un capítulo cada día (rápidamente, antes de que inicie tu jornada diaria), pero la vida se llena de otras cosas, y a los pocos días dejas de leerla. Aunque crecí en un hogar cristiano fervoroso, esa fue mi experiencia. Puedo comprenderte muy bien si también es tu caso.
Una cosa es segura: alguien quiere mantenernos alejados de la Palabra de Dios, y me refiero a nuestro gran Enemigo. Él sabe que, cuando leemos la Biblia, es decir, cuando la leemos en serio, nuestra vida cambia y aun cambia la vida de quienes nos rodean. El diablo hace todo lo posible para evitar que abramos las páginas de la Palabra divinamente inspirada. Quizá conozcas algunas de sus tácticas. ¿Alguna vez has pensado algo parecido a lo siguiente?
¡Estoy tan ocupado en este momento! ¿Cómo voy a encontrar tiempo para leer la Biblia?
Tengo tantas cosas que hacer y siempre estoy tan cansada que, en cuanto abro la Biblia, el sueño me vence.
No puedo evitarlo: cada vez que trato de leer la Biblia, me distraigo y me pongo a pensar en otras cosas.
Para mí, la Biblia es anacrónica y me resulta irrelevante. No me parece que diga alguna cosa relevante sobre lo que vivo en estos momentos.
Siento como si ya lo hubiera escuchado todo antes, las mismas historias, los mismos pasajes. ¿Qué de nuevo podría aprender?
Es que, sencillamente, a mí no me gusta leer.
En el fondo, me siento un poco incómoda cuando leo la Biblia. Como no vivo como Dios quiere, difícilmente podrá hablarme por medio de su Palabra.
Si has tenido alguno de esos pensamientos, te tengo una buena noticia: ¡tu caso ni es el único ni está perdido! Esas son algunas de las mentiras que el diablo nos susurra para evitar que abramos la Biblia, porque su poder vivificante es capaz de cambiarnos para siempre. Todos escuchamos esas mentiras de vez en cuando.
Pero Dios espera y llama suavemente a la puerta de nuestro corazón (Apoc. 3:20); desea que le demos la oportunidad de quedarse con nosotros. Cuando bebemos de su fuente, tenemos hambre y sed de lo que ofrece. Nos llena y bendice sin medida (Mat. 5:6).
Tal vez en este momento tengas una vibrante relación con Jesús, y ya sabes cómo buscar y apropiarte de los tesoros que la Biblia te ofrece día a día. Si es tu caso, estoy segura de que ya has constatado cómo la Biblia puede hablarte directamente, en las diversas circunstancias de la vida, para darte orientación y paz. Sin duda, Dios ha cumplido sus promesas y has visto a Dios obrar a tu alrededor y en ti de maneras increíbles.
O tal vez nunca has experimentado algo de lo anterior. Quizá la Biblia te parezca un libro anticuado, más un viejo símbolo religioso que una herramienta que pueda serte útil hoy. Tal vez la hayas leído en el pasado (o incluso hoy mismo), pero no te resulta “viva”, y sientes que tu relación con Dios se ha estancado o dejado de existir.
La verdad es que, en este momento, la Palabra de Dios está viva, a la espera de que la abras