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INVESTIGACIÓN Y CONSERVACIÓN SOBRE MURCIÉLAGOS EN EL ECUADOR


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cerámica que elaboraba con frecuencia esta cultura ha sido la de ocarinas antropomorfas con máscaras de murciélagos (Hickmann, 1986).

      En las representaciones de artistas manteños se ha evidenciado que procuraban retratar dos formas básicas de quirópteros, una de las cuales se atribuye que correspondería al murciélago vampiro común (Desmodus rotundus), con el hocico corto y redondeado y las orejas amplias; frente a otra con el hocico pronunciado y las orejas triangulares (Gutiérrez-Usillos, 2002).

      La representación de murciélagos hematófagos, se piensa que podría tener alguna relación con sacrificios humanos, debido a su vínculo con la sangre (Gutiérrez-Usillos, 2002), como se ha atribuido en la cultura Mochica de Perú (Bourget, 1990).

      Un rasgo característico que ha sido evidente en la cultura Manteño-Huancavilca, es que los murciélagos al parecer eran considerados como elementos asociados con la fertilidad y lo masculino, ya que en las representaciones iconográficas encontradas se pueden observar formas que recuerdan a un órgano sexual masculino, lo cual estaría relacionado con un símbolo de poder o de jerarquía por parte de los caciques de esta cultura (Gutiérrez-Usillos, 2002).

      Otro hallazgo interesante en esta cultura ha sido la representación de un murciélago rodeado por dos peces en un tortero, lo cual sugiere que existía una relación entre estos organismos, lo cual posiblemente indicaría que se trata de un murciélago pescador (Noctilio leporinus; Gutiérrez-Usillos, 2002).

      En la región Sierra, dentro de este mismo período, no existe evidencia que el murciélago tuviera un culto similar al documentado para la Costa de Ecuador, con excepción de un pectoral de oro encontrado en la cultura Negativo del Carchi (alrededor de 900 d.C.), el cual presenta algunos rasgos en común con los identificados en las culturas de la Costa; pero además, se piensa que estaría asociado con la reproducción y la maternidad, ya que en su vientre se evidencia una cabeza y un cuerpo alado, lo cual podría representar a una cría (Gutiérrez-Usillos, 2002). Mientras que no se ha encontrado información para la región Amazónica.

      PREHISTORIA CIENTÍFICA

      La documentación escrita de la presencia de murciélagos en el actual territorio ecuatoriano, desde la llegada de los conquistadores españoles hasta antes de la aparición de trabajos científicos, es de poca relevancia. Se conoce apenas un par de escritos que, de forma general, describen o mencionan la presencia de este grupo de mamíferos.

      La primera mención conocida corresponde a la obra de Pedro Pizarro (1571), una crónica sobre el descubrimiento y conquista española de los actuales territorios de Ecuador y Perú. Pizarro indica que en su encuentro con Atahualpa, el último soberano Inca, observó que este llevaba una suave manta de color pardo oscuro sobre los hombros, la cual llamó su atención por su finura; al preguntarle de qué estaba hecha, Atahualpa le contestó que era de unos “pájaros que andan de noche en Puerto Viejo [actual Portoviejo, Manabí] y Tumbes, que muerden a los indios” (Pizarro 1571 [1986]: 66).

      Si bien esta crónica puede resultar inverosímil, no es lejana de la realidad que la cultura Manteño-Huancavilca (donde se encuentra Portoviejo) se haya destacado en la actividad textil (Gutiérrez-Usillos, 2002). Lo cual llama la atención es el uso de pelo de murciélago para preparar una manta; sin embargo, existe evidencia que en México y en otras culturas del continente utilizaban pelo de conejo o plumón de aves entremezclados con algodón, con lo cual obtenían hilos de una suave textura (Gutiérrez-Usillos, 2002); mientras que Garcilaso de la Vega (1609) indica que en época incaica, en el actual Perú, se hilaba pelo de vizcacha (Chinchillidae) para elaborar textiles.

      Además, si se relaciona con la evidencia iconográfica explicada anteriormente, sobre la importancia del murciélago en las culturas de la Costa central de Ecuador durante el período de Integración, no llama la atención que el inca Atahualpa haya buscado vestir una prenda construida con pelo de este animal, ya que, como se ha indicado, el murciélago era un símbolo de masculinidad, poder y fertilidad; por lo cual, sus representaciones eran atribuidas a caciques y jefes de las comunidades (Gutiérrez-Usillos, 2002).

      Desde un punto de vista científico, quizá la información de mayor relevancia que aparece en el libro de Pedro Pizarro es el comentario que hace alusión a la conducta hematófaga; pues hasta donde se sabe, no existe un documento anterior que haya reportado esta forma de comportamiento.

      Luego de la obra de Pizarro, tuvieron que transcurrir más de 200 años para que a fines del siglo XVIII aparezca un segundo documento. Se trata de la Historia Natural del Reino de Quito del sacerdote jesuita de origen riobambeño Juan de Velasco, fechado en 1789, pero publicado por primera vez apenas en 1841.

      El trabajo de Juan de Velasco, aparte de ser el primer aporte histórico de una persona nacida en el actual territorio ecuatoriano, tiene poca relevancia científica. En su texto se refiere al orden Chiroptera de forma genérica como “avechuchos volantes” e indica que este grupo de animales “no suele entrar en la nomenclatura de los cuadrúpedos”. De Velasco describe cuatro especies de murciélagos, a las cuales se refiere por nombres en lengua quichua, de la siguiente manera:

      •“Hatu-mashu, o gran murciélago, solo de climas calientes, tiene el cuerpo como una rata grande, es de color oscuro y lana larga, abiertas sus alas tienen tres palmos de punta a punta”. Se piensa que el texto hace referencia al gran falso vampiro (Vampyrum spectrum), dado que sería la única especie que en América tropical tendría una envergadura de más de 60 cm (equivalente a los tres palmos indicados).

      •“Puca-mashu, de color medio rojo en el cuerpo y las alas pardas, es la mitad menor que el pasado, propio de climas algo calientes y solo en los despoblados donde sangran a las bestias”. Por la conducta mencionada, sin duda se refiere al murciélago vampiro común (Desmodus rotundus); aunque por la descripción, podría tratarse de varias especies de murciélagos.

      •“Uqui-mashu, de color pardo, del tamaño del precedente, es común en climas benignos y aún fríos. Entra en las viviendas y sangra también a la gente si la halla dormida”. Se trata también de Desmodus rotundus.

      •“Yana-mashu, es el menor de todos, con el cuerpo y color de un ratón casero y con las alas negras, el cual es también común en climas fríos”. Si bien la descripción es demasiado general, se piensa que hace referencia a una especie de Myotis (posiblemente M. oxyotus, una de las más comunes del género en tierras altas, Tirira, 2007).

      Como se ha visto, las descripciones que realizó Juan de Velasco son generales y aportan con poca información relevante; además, no utilizó el esquema de nomenclatura binomial, a pesar que para aquella época dicha corriente había recorrido Europa y contagiado a muchos naturalistas; por lo cual, no cabe duda que Juan de Velasco (exiliado en Italia mientras escribía su obra), conociera el trabajo de Linnaeus (1758).

      HISTORIA CIENTÍFICA

      La historia científica del conocimiento del orden Chiroptera en el Ecuador se considera al período comprendido entre la escritura del primer documento que haya utilizado el sistema de nomenclatura binomial y la aparición del primer investigador ecuatoriano. El avance de la historia científica de los murciélagos en el Ecuador, según el número de contribuciones publicadas o producidas (para las no publicadas, como es el caso de numerosas tesis), se puede apreciar en la figura 2.

      Figura 2. Contribuciones científicas producidas sobre murciélagos del Ecuador según la década de publicación o edición (en el caso de los documentos no publicados). La línea sólida representa los valores acumulados.

      Nace la historia científica

      Se ha establecido que el punto de partida del conocimiento científico de los murciélagos en el Ecuador se dio a fines del siglo XVIII, con la llegada de la Expedición Malaspina al puerto de Guayaquil en 1790, enviada por el Reino de España, la cual tuvo como objetivo visitar sus colonias alrededor del mundo, en las cuales se debían realizar estudios zoológicos, geológicos, químicos y físicos (Estrella, 1996).

      Parte de la Expedición Malaspina fue el marino y naturalista español, nacido en la