aunque Homero no lo nombrara propiamente: «Odiado por los dioses, caminaba solo, devorando su alma y evitando al resto de los hombres» (Ilíada, VI, 200-202).
5 Como fuente principal de la sabiduría astrológica medieval se ha señalado la astronomía de Abû Ma’sar al-Bahli (787-886), que fue el primero en relacionar la figura del melancólico con Saturno.
6 Ludwig Binswanger (Melancholie und Manie, 1960), entre otros, profundizará en estas ideas.
7 R. Burton: The Anatomy of Melancholy (completo) (posición en Kindle 528-534)Digireads.com Publishing. Cito por esta edición digital debido a la dificultad que tiene hoy en día el estudioso para hacerse con el volumen completo impreso.
8 Benjamin no fue el primero en estudiar con detalle el grabado. Retoma los análisis pioneros de Karl Giehlow: Kaiser Maximilians I. Gebetbuch mit Zeichnungen von Albrecht Dürer und anderen Künstlern (1907), a los que se añadirán los de Aby Warburg (1920) y los de Fritz Saxl y Erwin Panofsky, recogidos en el volumen Saturn und Melancholie (1928), que fue enriquecido por Raymond Klibanski. Klaus-Peter Schuster le dedicó su tesis doctoral Melencolia I. Dürers Denkbild (1975). El grabado, analizado al detalle por todos ellos, reúne todos los elementos que la época relacionaba con la melancolía.
9 Como observó Didi-Huberman (1992), los teólogos medievales distinguían entre imagen (imago) y vestigio (vestigium). Lo visible (naturaleza, cuerpos) era la huella (vestigio) de una semejanza (imagen) perdida, arruinada: la semejanza con Dios disipada a causa del pecado.
10 Bacon define así la mente humana en Advancement of Learning (1605): «far from the nature of a clear and equal glass, wherein the beams of things should reflect according to their true incidence […] is rather like an enchanted glass, full of superstition and imposture, if it not be delivered and reduced» (1901: 239).
11 Cito por esta edición: Don Quijote de la Mancha. 1605-1615. Edición del Instituto Cervantes dirigida por Francisco Rico. Barcelona: Instituto Cervantes / Crítica, 2001.
12 Bataillon (1937) señaló que el autocontrol de algunos personajes cervantinos, concretamente Persiles y Sigismunda, prefiguraba el tratado cartesiano sobre las pasiones del alma. Cascardi (1991) también leyó la obra cervantina como precedente de la filosofía del galo. En concreto el Quijote y el Persiles, de acuerdo con las dos etapas de la narrativa de Cervantes detectadas, entre otros, por Américo Castro (1925). Frente a la representación del relativismo epistemológico (el Quijote, novel), la estabilidad moral (el Persiles, romance). No es casual la parcelación genérica que responde al planteamiento filosófico: Novel, género de la subjetividad y la ironía, está asociada al relativismo epistemológico de la modernidad; romance, derivada de la épica, se relaciona, en cambio, con la estabilidad moral, que debe ser objetiva. Ahora bien, en realidad, tanto en los personajes del Quijote como en los del Persiles epistemología y moral son interiores al sujeto, lo que minaría, en mi opinión, este razonamiento, basado en la supuesta parcelación de la producción cervantina en dos etapas bien definidas.
13 Tampoco se deduce de la lectura de los textos posteriores al curso centrados en la configuración de la subjetividad moderna y contemporánea. Me refiero a «La technologie politique des individus» (1982) (Dits et écrits IV, 1988: 813-29); «Techniques de soi» (1983) (Dits et écrits IV, 1988: 783-813), «L´éthique du souci de soi comme pratique de la liberté» (1984) (Dits et écrits IV, 1988: 708-29); y «Une esthétique de l’existence» (1984) (Dits et écrits IV, 1988: 730-5).
14 Baumgarten define la estética como analogon rationis basándose en la premisa leibniziana de que los conocimientos sensibles son análogos a los de la razón. Lo que los distingue es que los sensibles son individuales, mientras que los racionales son universales. La lógica universalista de la razón se relaciona con la ciencia, mientras que el conocimiento estético se relaciona con el gusto. Ahora bien, en Baumgarten no queda definida la relación entre gnoseología inferior y superior. No sabemos si aquella cumple una función propedéutica, o bien si se trata de otro tipo de conocimiento.
15 Gómez (1998: 32 y ss.) ofrece una exposición clara y sencilla de la subjetividad definida y criticada por Adorno en el conocido «Excurso I». Para análisis más profundos y detallados, véase Jay (1973, especialmente el capítulo VIII) y Wiggershaus (1986, especialmente el capítulo IV).
16 Peter y Christa Bürger (2001) han explorado las sorprendentes diferencias entre el desarrollo de la subjetividad masculina y femenina desde el siglo XVI en adelante. Si el sujeto masculino moderno, ejemplificado en Descartes, se configura en soledad, encerrado en una habitación (y cercado por pesadillas, como ha hecho notar uno de los últimos biógrafos del filósofo francés: A. C. Grayling), la subjetividad femenina aparece volcada hacia el exterior, hacia otras figuras humanas, para configurarse.
17 Jean-Baptiste Botul (1999) nos cuenta una jugosa y triste anécdota sobre Kant. La pautada rutina del filósofo no reservaba ni un solo instante a la práctica del sexo; ni siquiera se masturbaba porque consideraba la pérdida de fluidos un debilitamiento de su energía vital.
18 Fichte imparte esas lecciones en Jena públicamente en 1794, al tiempo que explica, en lecciones privadas, la teoría de la subjetividad que será expuesta, corregida y aumentada en las sucesivas versiones de su Wissenschaftslehre (Doctrina de la ciencia). En público, la vertiente «práctica» o política de su modelo; en privado, la base teórica.
19 La conducta estética en sentido idealista (tal y como la definen Bürger [1983] y Schaeffer [1992, 1996 y 2000]), esto es, como enlace entre exterioridad e interioridad, entre lo material y lo espiritual, como estrategia, en definitiva, para restaurar el irreductible dualismo entre la necesidad y la libertad. La belleza, en el pensamiento de Kant e inmediatamente después en el de Schiller, permite que la libertad se muestre en la necesidad.
20 En Die Horen entre septiembre de 1794 y junio de 1795. Schiller tenía la intención de ampliarlas, pero cuando se publiquen en los Kleine prosaische Schriften (1801), no habrá variado la extensión original.
21 Se trata de un texto ampliamente analizado, desde que lo descubriera Franz Rosenzweig, que es quien le dio ese deslucido título, en 1917. Remito a la edición de Jamme y Schneider (1984).
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