la agresión nacionalista o imperialista y la coerción.6
Fue en este contexto en el que los antiguos soldados se movilizaron para crear asociaciones, que se consolidaron en el seno de una más amplia y emergente sociedad civil. Sus organizaciones cultivaban la memoria de las guerras nacionales y desempeñaban funciones de asistencia mutua. De igual modo, estaban estrechamente ligadas con los militares en activo. En Italia, por ejemplo, los grupos patrióticos de excombatientes de las guerras de independencia tenían una cierta influencia a nivel político.7 Por su parte, algunas asociaciones patrióticas de veteranos se tornaron en baluartes del conservadurismo social y el antisocialismo, como el Deutscher Kriegerbund (Kyffhäuserbund) en la Alemania guillermina.8 Pero dado que el número de antiguos soldados era minúsculo en proporción a la población, el peso de los veteranos en política era mínimo. Esto cambiaría drásticamente con el advenimiento de la Primera Guerra Mundial.
Es razonable suponer que todos los excombatientes de diferentes periodos históricos comparten un conjunto de atributos comunes basados en una experiencia bélica comparable.9 De hecho, se puede aprender mucho sobre los veteranos de entreguerras observando las experiencias vividas por los soldados entre 1914 y 1918. No en vano, los historiadores han hablado de una «generación de la guerra» típicamente formada por jóvenes burgueses alistados como voluntarios y que en ocasiones regresaron creyendo haberse convertido en individuos distintos y mejores.10 Sin embargo, resulta imposible hallar un patrón en las respuestas políticas a las experiencias bélicas, pues estas variaron notablemente en función de la clase social y la procedencia sociológica de los actores.11 Aunque algunos historiadores creen que todos los excombatientes comparten un conjunto de características que reflejan la naturaleza de su experiencia bélica,12 sería erróneo sostener que, consecuentemente, todos los veteranos coinciden en un instinto político común.
De hecho, la propia noción de «excombatiente» puede encarnar significados notablemente diferentes dependiendo no solo del Estado nación, sino también del idioma. Al fin y al cabo, ¿qué es un «veterano de guerra»? Incluso antes de que esta noción se definiese oficialmente a nivel legal, los actores históricos ya le habían conferido toda una serie de connotaciones implícitas y subjetivas que variaban según la lengua empleada. No era exactamente lo mismo decir, como en Gran Bretaña, ex-servicemen, que emplear el término más agresivo combattenti, tal y como hacían los italianos. De igual modo, tampoco era neutral denominarlos como Kriegsopfer («víctima de guerra») o Frontkämpfer («combatiente del frente»), como hicieron los nazis en ciertas ocasiones, en lugar de llamarlos ehemalige Kriegsteilnehmer (literalmente, «antiguos participantes en la guerra»). Las razones que explican tamaña variedad de nociones y significados han de buscarse en los marcos nacionales y regionales que condicionaron y dieron forma a las luchas políticas por definir el símbolo del veterano, tal y como veremos. Este libro utiliza el concepto de «veterano», más común en los Estados Unidos, como el menos sesgado para analizar este capítulo de historia europea.13*
Aunque sea difícil definir a los excombatientes como un grupo histórico claramente identificable y políticamente coherente, los historiadores de los veteranos de entreguerras han intentado a menudo determinar su orientación política predominante. Durante los años cincuenta y sesenta, los académicos solían recordar la afinidad de las asociaciones de veteranos con los partidos fascistas y derechistas.14 Los grupos paramilitares posbélicos, muchos de los cuales estaban formados por excombatientes, fueron descritos como «vanguardia del nazismo».15 Posteriormente, una historiografía en transformación revisaría esta percepción de los veteranos como potenciales fascistas. Los historiadores alemanes eran conscientes de que los veteranos de entreguerras habían creado asociaciones muy diversas a nivel político.16 En Italia, donde la idea de los excombatientes como protofascistas había pervivido, el historiador Giovanni Sabbatucci recuperó la historia del ambicioso, aunque fallido, proyecto democrático por una «renovación» política de Italia (rinnovamento) que los veteranos transalpinos impulsaron entre 1919 y 1920.17 Antoine Prost, en un exhaustivo estudio sobre el movimiento de veteranos franceses, planteó que estos, lejos de representar una amenaza fascista, constituyeron una barrera contra la expansión del fascismo en Francia.18 Durante los años setenta, un conjunto de estudios sobre los excombatientes mostró que no era posible asignarles una orientación política clara, ya que estos no solo abrazaron causas de derechas sino también de izquierdas: las diversas organizaciones de veteranos dentro de un mismo país eran, a menudo, rivales políticos. Así, corrigiendo la tendencia general a ver a los grupos de veteranos como predominantemente de derechas y potencialmente fascistas, estos trabajos generaron una imagen más sopesada.19
Esto no significa que se pasase a ignorar la importancia de la política y la ideología de los excombatientes en los orígenes del fascismo, que importantes contribuciones al estudio del fascismo y el nazismo siguieron abordando. Emilio Gentile explicó los orígenes del fascismo como una ideología totalitaria y revolucionaria surgida de la experiencia de la Primera Guerra Mundial.20 Según Gentile, el combattentismo, una suerte de instinto de rebeldía que animó a los veteranos italianos en su regreso, fue uno de los componentes cruciales de la ideología fascista. George L. Mosse apuntó que la revolucionaria ideología nacionalsocialista y el nacionalismo völkisch adquirieron una base de masas tan solo después de la Gran Guerra; según él, las organizaciones de veteranos (como el Stahlhelm) contribuyeron a expandir esta ideología.21 En su libro Soldados Caídos, Mosse definió la persistencia de la violencia en entreguerras como la «brutalización» de la política.22 Afirmó que la experiencia de la guerra de trincheras, con su confrontación diaria con la muerte, originó una deshumanización y trivialización posbélica de la violencia que, en última instancia, conduciría al genocidio. La derecha política y, fundamentalmente, los veteranos de guerra aparecían como los agentes clave de esa «brutalización» de la política.
El debate generado desde entonces en torno a la tesis de la «brutalización» continúa en la actualidad. La idea de «brutalización» se ha convertido, para algunos historiadores, en una herramienta de análisis con la que entender la violencia del periodo de entreguerras. De hecho, los estudios de la historia cultural de la guerra han planteado que la Gran Guerra fue la matriz del totalitarismo, señalando a los veteranos como importantes vectores de violencia.23 Otros historiadores, por el contrario, se han mostrado escépticos con el impacto de la experiencia de la Gran Guerra a largo plazo e incluso han negado la existencia de dicha «brutalización».24 En esta línea, se ha subrayado el hecho de que los veteranos franceses, tal y como señaló Prost, estaban comprometidos con el pacifismo. Richard Bessel, que analizó detalladamente la situación socioeconómica de Alemania tras la Gran Guerra,