IV.3 Cómo se genera el conocimiento científico
IV.3.1. Ideas no-científicas
IV.3.2. Ensayo y error, el primer enfoque materialista
IV.3.3. Conocimiento científico válido
IV.3.4 El problema filosófico del método científico
IV.3.5. Epistemología de las ciencias factuales
IV.3.6. La lógica del método científico
IV.3.7. Origen y lógica de los problemas científicos
IV.3.8. Origen de las hipótesis y teorías científicas
IV.3.9. Datos vs. Evidencias
IV.3.10. Evidencias directas vs indirectas
IV.3.11. El peso de las evidencias en ciencia
IV.3.12. Construcción de teorías
V
V.1 El proceso de publicación de una investigación
V.2 La indexación del trabajo publicado y los índices de las revistas científicas
V.3 Los índices de los investigadores
V.4 Cuando la publicación se hace pública
V.4.1. La memoria del agua: El polémico caso de la revista Nature, el mago James Randi y el inmunólogo Jacques Benveniste
V.4.2. El fraude del arqueólogo Fujimura
V.4.3. La escurridiza señal extraterrestre WOW
VI
Ciencia para los no-científicos
VI.1 Racionalidad
VI.2 Objetividad
VI.3 Escepticismo moderado
VI.4 Tolerancia
VI.5 Altruismo
VI.6 Compromiso con la búsqueda de la verdad
VI.7 Perfeccionamiento continuo
VII
VIII
I
Introducción
La mayoría de los textos acerca de la naturaleza de la ciencia se acercan al tema central desde la historia de la filosofía de la ciencia, analizando a autores como Aristóteles, Bacon, Descartes, Popper entre otros.
Personalmente no criticaré esta estrategia, considerando que estos textos están orientados para personas que vienen desde una formación filosófico-humanista. Sin embargo, creo que para un público que no es filósofo ni científico profesional, este acercamiento es extremadamente aburrido o poco significativo para el conocimiento y experiencias previas de, por ejemplo, profesores de ciencia, periodistas, jóvenes o menores de edad interesados en la ciencia, amantes y divulgadores de la ciencia en general.
Me consta que para el público anteriormente aludido, el acercamiento desde la historia de la filosofía para comprender la naturaleza de la ciencia, es bastante angustiante debido a la gran cantidad de quiebres, roces y debates filosóficos que se presentaron en diferentes etapas. Este grupo de lectores, en general, no quiere o no puede darse el lujo de retroceder 2.000 años para entender el presente de la ciencia y mucho menos con un lenguaje que les es ajeno.
Ciertamente que existen excepciones, muchas personas amantes de la ciencia traen además ese “germen filosófico” desde pequeños, a esas personas no les incomoda esta aproximación filosófica al tema. Pero, en general, dentro de los amantes de la ciencia, este porcentaje es minoritario. Por otra parte, de este pequeño porcentaje, una fracción tiene el suficiente lenguaje humanista para comprender estos textos, teniendo que dedicar varios años de estudio para poder comprender a un nivel suficiente la lógica, ontología y epistemología de la ciencia actual. Me atrevo a afirmar esto por cuanto me considero dentro de ese pequeño porcentaje y el proceso de aprendizaje no fue ni fácil ni corto a pesar de mi gusto por la filosofía.
Para poder llegar a la mayoría de la gente, en este libro opté por aproximarme al tema desde la estructura de la naturaleza, de los seres y las propiedades que la conforman, esto por cuanto cualquiera que tenga un mínimo de interés por la ciencia sabe algo acerca de los astros, los animales, las células o los átomos. Un adolescente por ejemplo, tiene mucho más claro que la materia está constituida por átomos a diferencia de lo que puede saber de las propuestas de Aristóteles respecto del éter o las propuestas de Descartes respecto de la realidad.
Ahora bien, dentro de este mismo texto traeré a colación, cuando considere necesario, el nombre de algunos científicos o filósofos, de forma que si el lector siente algún interés por profundizar en un trasfondo filosófico respecto de la naturaleza de la ciencia, lo podrá hacer siguiendo posteriormente su obra.
Pues bien, comencemos con algunas reflexiones respecto de la estructura de la naturaleza y usted juzgará la significancia de lo que pretendo entregar en las próximas páginas.
II
La estructura de la naturaleza
La naturaleza tiene ciertas características generales que todo científico profesional reconoce consciente o inconscientemente, independiente de la disciplina científica que cultive.
Por ejemplo, sabemos que todos los objetos naturales tienen una estructura. Que existe un nivel microscópico y un nivel de mayor escala. como el astronómico o cosmológico, pasando por el nivel más a “escala humana” y que estos niveles están conectados.
Así, por ejemplo, sabemos que lo que ocurre a nivel de nuestros órganos, como un cáncer al pulmón, puede tener un origen a nivel molecular, a consecuencia de la inhalación de compuestos orgánicos cancerígenos producto de la combustión de tabaco.
Sabemos que nuestra naturaleza presenta patrones, que tiene mecanismos, que no es caótica. También entendemos que la naturaleza abarca mucho más de lo que podemos percibir desde nuestros sentidos. Es necesario conocer todas las características generales anteriormente mencionadas, si queremos entender la naturaleza de la ciencia.
La necesidad que tiene el científico de conjeturar se debe precisamente a la estructura de la naturaleza, a todos los niveles inaccesibles a nuestros sentidos.
Como la naturaleza posee una estructura, las ideas de la ciencia también deben tener una estructura que la corresponda. Esas ideas sistematizadas son las teorías, por lo que la estructura del conocimiento científico se encuentra estrechamente ligada al orden de la naturaleza. Si queremos comprender la actividad científica, su lógica, cronología y su filosofía, tenemos en primer lugar que conocer también la estructura de su objeto de estudio.
En este texto usaremos como sinónimos los conceptos de “naturaleza”, “realidad material”, “universo” de forma consciente y con un fin didáctico. Tengo muy claro que estos términos en la filosofía pura no son precisamente sinónimos, pero como este libro no está