modelo verificable, y la inspiración basada en la experiencia arqueológica de Hergé, se hacen añicos en la adaptación al cine.
En la película, que empieza con la frase “se puede ser un buen etnólogo y ganar un Perú”, la momia del inca aparece con gesto fiero, rigor mortis y mascapaicha, mientras los restos arqueológicos incas están trazados con líneas que sintetizan grabados Tiahuanaco y pirámides aztecas con toques de escenografía egipcia, en el estilo de los filmes épicos italianos de los años sesenta, ambientados en la antigüedad clásica.
El camino de los Andes está sembrado de peligros: boas constrictoras, puentes levadizos tendidos sobre abismos, avalanchas de nieve y derrumbes de rocas sobre los desfiladeros que se remontan a lomo de mula o halando llamas, esas “malas imitaciones de camellos”, según definición de Haddock, que manifiesta abierta antipatía por ellas. En el repertorio animal aparece un cóndor que se lleva a Milou, una pantera y un oso emparientados con Bagheera y Baloo, personajes de El libro de la selva (The Jungle Book), escrito por Rudyard Kipling y llevado al cine en varias adaptaciones.
Pero sobre todo contrastan los rasgos faciales de los visitantes extranjeros, de ojos redondeados y curvas en la barbilla y la nariz, con aquellos de los “nativos”: las grafías privilegian en sus rostros las líneas rectas y sin contornos, como cincelados en piedra.
La geografía imaginaria creada por el filme ubica la localidad de Santa Clara en un Callao de empinadas callejuelas andinas, transitadas por llamas y pletóricas de indígenas y quenas, desde donde se aborda un tren con destino a Jauja (transcrita como “Jauga” en los carteles de ubicación), cuya población celebra la fiesta del pisco.
Haddock: —¿Y eso del pisco qué es?
Tintín: —La bebida alcohólica del país, creo.
Fiesta que se celebra con máscaras parecidas a las de la diablada puneña, pero con pasos de baile similares a los de la jota aragonesa, si es posible tal síntesis (ver “Gastronomía”).
*Las locuras del emperador (*The Emperor’s New Groove), de Mark Dindal (2000) es una popular película de animación producida por la casa Disney. En ella, el gobernante de un reino imaginario, el emperador llamado Kuzco, hombre de comportamientos arbitrarios y egolatría manifiesta que habita en un palacio en forma de tumi, es convertido en llama por acción de la villana Izma. Esa transformación es parte de la trayectoria hacia la madurez de Kuzco que, bajo su apariencia animal, se acerca a un campesino de nombre Pacha, con el que establece amistad.
En la película no se mencionan de modo inequívoco los referentes incaicos, pero se ofrecen como parte de una estilizada iconografía que apunta a una relectura de la propia tradición Disney en tiempos de la posmodernidad. Se dejan de lado los cuentos infantiles clásicos y las historias familiares que fueron la imagen de marca de la compañía, para barajar las más dispares influencias culturales. Aquí, con ánimo lúdico y voluntad de pastiche, se mezclan las convenciones del musical clásico, la iconografía inca, el reciclaje del patrimonio audiovisual de la casa Disney y las coreografías de Broadway, mientras se oyen la voz de Tom Jones y canciones escritas por Sting.
*Tadeo, el explorador perdido (*Las aventuras de Tadeo Jones), de Enrique Gato (2012), sintetiza la travesía de *Tintín en el Templo del Sol y las peripecias iniciales de Indiana Jones.
Esta producción española de animación en 3D presenta al personaje de Tadeo, imaginativo albañil que sueña con ser un audaz arqueólogo y explorador, tan arrojado como el mítico Max Mordon (que evoca el perfil de Indiana Jones), al que considera su modelo. Su fantasía se cumple de un modo azaroso al ser confundido con el explorador Mordon y enviado al Perú a realizar una misión. Acompañado por un perro de nombre Jeff, un loro y una profesora, asume la tarea de proteger Paititi, la ciudad perdida de los incas, de la codicia occidental encarnada por el malvado Kopponen y la corporación Odiseo.
Buena parte de la acción se ambienta en un Perú poblado de campesinos de aire mexicano mientras se recrean, con imágenes generadas por computadora, parajes del Cusco, Machu Picchu y el desierto de Nazca. Es un Perú de manual turístico o, acaso, de descripción de Wikipedia, que inserta a la manera de abalorios las imágenes de los lugares u objetos emblemáticos vinculados con las culturas prehispánicas: Huayna Picchu, los quipus, las líneas de Nazca, entre otros7.
Proveniente del “oscuro Perú” (the bear from deepest, darkest Peru), el oso Paddington (Paddington bear) es un personaje central en la literatura infantil del Reino Unido, gracias a las historias escritas por Michael Bond, desde finales de los años cincuenta del siglo XX.
Nacido en la Amazonía peruana, el oso debe migrar luego de un terremoto que destruye su lugar natal. Protegido por su tía Lucy luego del desastre, Paddington se embarca como polizón en una nave que viaja hacia Gran Bretaña. Al cabo de una accidentada travesía el pequeño oso llega a la estación de trenes londinense de Paddington, donde es acogido por la familia Brown (ver “Terremotos”).
La versión fílmica, *Paddington, de Paul King, data de 2014. Combina la animación digital con la figuración en vivo y dramatiza la partida del Perú y la relación del oso con la familia británica que lo defiende de los esfuerzos de una taxidermista que intenta convertirlo en una pieza disecada de colección.
Superados los riesgos que corre durante el viaje, el oso Paddington se transforma en un peruano asimilado, con perfecta comodidad, a los estándares culturales y el modo de vida del país que lo adopta8.
Apocalipsis
Una constante en las visiones cinematográficas del Perú y de los territorios del Nuevo Mundo se acuña desde los inicios: la asociación con diversas fabulaciones utópicas.
Las montañas andinas, los parajes amazónicos, las costas y playas son encarnaciones de los paraísos originales, espacios pródigos en leche y miel: El Dorado y Jauja.
Por natural oposición y estricto sentido dialéctico, esos mundos felices son también territorios amenazados. Su belleza u opulencia no los extrae del curso natural de las cosas ni de los ritmos de la naturaleza. Los paraísos están amenazados por las severidades de los cataclismos y desastres que se asoman.
*Exterminio (*Fukkatsu no hi, 1980), de Kinji Fukasaku, es una película que escapa de normas y clasificaciones.
A fines de los años setenta e inicios de los ochenta, pródigos en la producción de películas de ciencia ficción de bajo presupuesto, *Exterminio se filma con los mayores recursos económicos, hasta el punto de ser considerada una de las cintas más caras de la historia del cine japonés. Asimilándose al género de las ficciones postapocalípticas, su trama no se contenta con destruir a la humanidad con un virus (la gripe italiana), sino que somete a los supervivientes a una segunda catástrofe. El Armagedón llega con la conflagración nuclear en el clima de una Guerra Fría aún subsistente.
Otra singularidad: teniendo tal envergadura de producción, *Exterminio incluye un reparto que se sustenta en figuras de Hollywood en el ocaso de su carrera, como Glenn Ford, George Kennedy, Chuck Connors o Henry Silva.
La película se afilia sin conflictos a una tradición del cine japonés consolidada en los años posteriores al final de la Segunda Guerra Mundial: el llamado filme de horror nihilista, que representa los efectos de la acción de las armas de destrucción masiva sobre zonas urbanas y sobrepobladas. Pero también recoge las preocupaciones ecológicas propias de la ciencia ficción japonesa desde los años setenta (Hardy, 1984, p. 361).
¿Y luego de la pandemia gripal y el apocalipsis atómico se extinguen el Perú y sus habitantes? Pues, no. Desaparecen los peruanos, pero Machu Picchu se mantiene incólume, con cada una de sus piedras en el lugar correspondiente.
En la parte final de *Exterminio, tras las sucesivas catástrofes planetarias, un sobreviviente japonés, en regresión al estado primario de cazador-recolector, hace un recorrido a pie hacia la Antártida (protegida del virus a causa del frío intenso), recorriendo