a Augusto Geu Rivera, uno de sus principales promotores y entrañable amigo de la familia. En esos años pude ver, por citar solo unas cuantas, La infancia de Iván y La balada del soldado (reseñadas en este libro), poemas cinematográficos que impregnaron en mí su extraña belleza que hasta hoy me persigue. Me sedujo Truffaut (cómo olvidar Los cuatrocientos golpes), ¡Bresson! (Pick Pocket, Al azar Baltasar), y me fascinaron Bergman, Fellini, Antonioni, Kurosawa. Gigantes que parecen haber desaparecido en el tiempo porque, aunque existen magníficos realizadores en la actualidad no parecen alcanzar tamañas estaturas.
Papá, no sabes cuánto te extraño. Entre tantas otras cosas, te debo mi amor por el cine, y la manera en que me enseñaste a mirar el horizonte con ojos de ver. Este libro, que compendia y prologa Emilio Bustamante, me lo confirma una vez más. Por lo cual te agradezco, emocionada.
Marcela Robles
Presentación
Este libro contiene una selección de artículos y notas sobre cine publicados por Armando Robles Godoy en el diario limeño La Prensa y su suplemento dominical 7 Días del Perú y del Mundo, entre 1961 y 1963, que invita a reflexionar sobre la actividad crítica desarrollada por su autor.
Presentamos aquí un conjunto significativo de las críticas de películas que escribió Robles Godoy en la “Sección Cine” y en su columna “Cine Comentarios” de La Prensa, y la totalidad de los artículos que publicó en 7 Días del Perú y del Mundo. Hemos incluido, también, algunas de sus reseñas sobre libros de cine.
Asimismo, hemos transcrito unos breves textos didácticos que publicó el autor en su columna de La Prensa para estimular a los lectores a realizar filmes, así como las notas en que anunciaba actividades de cineclubes o sentaba su posición sobre la importancia de la creación de una cinemateca y de promulgar una ley de promoción cinematográfica, convirtiendo de ese modo su columna en un espacio no solo de crítica, sino también de enseñanza y activismo cinematográfico, que prefiguró su labor de años posteriores.
El orden que hemos dado en esta investigación a los artículos, reseñas, notas didácticas e informativas es cronológico. A las fichas técnicas, que el autor incluía en sus reseñas, hemos añadido el año de la película, y, en las ocasiones en que estaba ausente, el título original del filme, entre paréntesis.
Finalmente, incluimos un anexo con la entrevista que en el número 33 de Hablemos de Cine (enero-febrero 1967) se hiciera a Robles Godoy con motivo del estreno de su película En la selva no hay estrellas; así como el artículo que escribió Robles Godoy para ese mismo número atendiendo una invitación de sus redactores.
La publicación de este libro es fruto de un trabajo realizado para el Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima, y se debe al apoyo de varias personas. Deseamos expresar nuestro agradecimiento a Marcela Robles Rey, Guillermo Gutiérrez Lymha, Isaac León Frías, Desiderio Blanco, Ricardo Bedoya, Arturo Salazar Larraín, Fernando Pinzás y Milagros Tuccio, por sus valiosas contribuciones.
PRIMERA PARTE
Armando Robles Godoy y los inicios de la crítica cinematográfica moderna en el Perú
Armando Robles Godoy (Nueva York, 1923 - Lima, 2010) tiene un lugar destacado en la historia del cine peruano. Nació en Nueva York, sus padres fueron el músico huanuqueño Daniel Alomía Robles, famoso por su composición El cóndor pasa (1913), y la dama cubana Carmela Godoy Agostini. Vino al Perú a los diez años de edad; estudió secundaria en el internado del colegio Santa Rosa de Chosica, regentado por sacerdotes agustinos. Estudió algunos años en las facultades de Medicina y Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. En 1947 se trasladó a la localidad de Tingo María en calidad de colono. Cuando estaba residiendo en la selva amazónica ganó el concurso de cuento convocado por el diario La Prensa en 1953. En 1956 regresó a Lima, y en 1958 se integró a dicho diario como periodista, en cuyo suplemento dominical 7 Días del Perú y del Mundo, empezó, en 1961, a publicar artículos sobre cine. A partir de julio de 1962, se hizo cargo de la sección de Cultura, Espectáculos y Sociales, donde escribió—hasta agosto de 1963—una columna especializada en cine que incluía crítica y notas breves. Después de esa fecha se dedicaría a viajar por el país haciendo registros fotográficos para el proyecto denominado “Reportaje al Perú” del mencionado diario.
Paralelamente a su labor en La Prensa, Robles Godoy dirigió tres cortometrajes: El baile de las orquídeas (1964), que, según Ricardo Bedoya (2009, p. 157) lo hizo “cumpliendo la tarea de asesor de un grupo de niños y adolescentes que asumieron roles técnicos”; España en Lima (1963), del que informó con cierta regularidad de su rodaje desde su columna periodística; y Reportaje a Ancón (1960). Estas tres producciones fueron realizadas, sostiene Bedoya, gracias a la vinculación de Robles Godoy con los seguidores del Cuarto Camino, la doctrina de George Gurdjieff, agrupados en la Asociación Cultural Cinematográfica.
En 1964, Robles Godoy, según propia declaración (Carbone, 1993, p. 180), dejó el trabajo de periodista en La Prensa, para preparar su primer largometraje, Ganarás el pan (1965), atendiendo a una propuesta del productor Vlado Radovich. El rodaje del filme se inició en junio de 1964, y su estreno tuvo lugar en julio de 1965. Le siguieron los largometrajes: En la selva no hay estrellas (1967, Medalla de Oro en el Festival Internacional de Cine de Moscú), La muralla verde (1970, Hugo de Oro en el Festival de Chicago), Espejismo (1972, Hugo de Oro en el Festival de Chicago), Sonata Soledad (1987) e Imposible amor (2002). Dirigió, además, numerosos cortometrajes en las décadas de 1970 y 19801; condujo un taller de cinematografía que funcionó de 1966 a 1995, y fue el principal impulsor del decreto ley 19327, del 28 de marzo de 1972, Ley de Fomento de la Industria Cinematográfica (vigente hasta 1992); y la ley 26370, del 18 de octubre de 1994, Ley de Cinematografía Peruana.
Aunque la importancia de Armando Robles Godoy en la historia del cine peruano suele ser reconocida (la sala de cine del Ministerio de Cultura lleva su nombre, por ejemplo), no se ha publicado hasta la fecha una investigación profunda sobre su obra como director, ni se había prestado mayor atención a su papel de crítico cinematográfico. Esto último, quizá porque el mismo Robles Godoy, en más de una ocasión, minimizó su labor como crítico. En 1981 declaró a la tesista Anabelle Krateil Fuentes: “siempre tuve un concepto lamentable de la crítica, incluso de la mía” (Krateil, 1981, p. 135); entonces—y más adelante también—calificó la crítica como “la eyaculación prematura de la función intelectual” (Krateil, 1981, p. 138; Carbone, 1993, p. 171). No obstante, en 1963 había escrito que le dedicaba a su labor de crítico toda su capacidad y todo su amor, y en las entrevistas citadas reconoció que la crítica era “un instrumento pedagógico muy necesario” (Krateil, 1981, p. 138) y que su ejercicio, para él, “fue una entrada interesante para ver el cine en otra forma” (Carbone, 1993, p. 171).
Como podrá apreciarse en la selección que presentamos, y en correspondencia con lo declarado por Robles Godoy en las entrevistas citadas, sus textos en La Prensa y 7 Días del Perú y del Mundo tenían —efectivamente—un carácter pedagógico y perfilaban el tipo de cine que él consideraba artístico y deseaba realizar. Además, sus reseñas constituían ejemplos de crítica moderna, que buscaba superar los acercamientos impresionistas y temáticos a los filmes, y reemplazarlos por interpretaciones que tuvieran en cuenta el lenguaje cinematográfico empleado en ellos, con una prosa accesible al público amplio y variado al cual se dirigía.
El rescate de las decenas de artículos que escribió Robles Godoy en el desempeño de la crítica lo consideramos necesario en tiempos actuales, en que se cuestiona el papel de la crítica en general y se buscan nuevos caminos para esta. Una mirada hacia los orígenes de la crítica cinematográfica moderna puede ser útil para retomar un rumbo que parece incierto o extraviado. Como sostiene Terry Eagleton (1999), la crítica en general se ha convertido—con excepciones—en servidora de las indus-trias culturales o en sofisticada práctica académica, cuyo alcance social es prácticamente