el medio desde el golpe militar de octubre de 1968. La carrera industrial acabó como la de caballos, sin novedad por delante, con una maniobra política que liquidaba el ímpetu de la televisión privada sin construir nada a cambio. Pero la carrera había sido tan intensa que pudo continuar aún después de 1968 y hacia 1969, sin libertad de expresión y con la nueva Ley de Comunicaciones en gestación, lanzar el producto mejor vendido de la industria cultural peruana, Simplemente María, hito en la historia televisiva del continente.
El sueño del color, entre otras revueltas tecnológicas, hubo de ser postergado ante los temores de intervención. Pero afortunadamente, el imperio de la austeridad militar, desdeñosa de la inversión en cualquier entretenimiento considerado frívolo y extranjerizante, no se opuso a la llegada de la vía satélite. Al contrario, la apurada construcción de la Estación Terrena de Lurín meses antes de la transmisión de la llegada del Apolo XI a la Luna, mostró una vocación internacionalista superior a cualquier mezquindad política. El satélite fue la única grata sorpresa pública para una aterrorizada televisión privada; y, tras el bluff del Apolo, sirvió a un propósito que unió a todos los peruanos por encima de la libertad de expresión confiscada y la empresa amenazada: la campaña del Perú en el Mundial México 70. La dictadura descubrió entusiasmada el rol escapista del fútbol amplificado por la televisión, pero ello no sirvió para convencerse —como los militares brasileños— de que era mejor para sus fines dejarla en libertad. Venció, alentado por místicos de la comunicación alternativa, que hicieron poco o nada cuando tuvieron la sartén por el mango, el gorilismo interventor.
El humor es cosa seria
La Escuelita nocturna y la Loquibambia de Abraham Rubel (a) Freddy El Rezongón, y la Peña Ferrando surgida en los tiempos muertos de las tardes de hipódromo en Santa Beatriz, fueron las dos escuelas humorísticas radiales de fines de los cincuenta que exportaron cómicos a la televisión. El más gracioso y serio de todos, montado en la cresta humorística de algo tan macrosocial y complejo como el proceso de cholificación sesentista fue Tulio Loza Bonifaz (Abancay, 1939).
Tulio llegó a Lima a estudiar derecho y convertirse en ciudadano de copete, tal vez político o prohombre empresarial, pero en el camino se hizo el cómico más autoral y constante de la historia de la televisión. Antes de cumplir los veinte, el estudiante de derecho en San Marcos se “cachueleaba” en la Loquibambia de Freddy en Radio Central:
Me probaron y yo dije que traía un cholo diferente al cholo tonto y pelotudo que había encontrado, un cholo vivo, el que era yo que salí de Abancay y a los 15 días me volví citadino... un cholo que quiere hablar la jerga del capitalino con sus ‘s’ alargadas y sus ‘rr’ bien marcadas... y a la vez que mete términos en quechua y está orgulloso de sus raíces. En esa época se llamaba Crisólogo Quispe, pero al pasar a la televisión se llamó Nemesio Chupaca Porongo. Lo de Chupaca es por un pueblito de cholos heroicos cerca de Huancayo.26
El primer asomo de Tulio por la televisión se dio en El show de Mario Clavel, en noviembre de 1961, uno de los primeros videotapes del 13. Tulio cometía una pequeña rutina ante el entertainer de paso. Poco después llegó el trío Los Charola, de Argentina, a protagonizar una corta temporada limeña de La pensión Charola. Tulio encajó muy bien en el estilo nada afecto a libretos de los extranjeros y alternó con Pantuflas, Achicoria y Teresa Rodríguez “Juanacha”, la segunda chola de la televisión, después de Teresita Arce y por poco tiempo pareja cómica de Loza. Fue bautizada así, sumando el apellido Cachaypoma y el gentilicio de “conchamarquesa” (natural de Conchamarca) por Pedrín Chispa, pero la chola no le prendió como sí prendió más tarde a tantos hombres travestidos. Kiko Ledgard, recién jalado del 4 al 13, empleó a Tulio, junto a Carlos Oneto, Antonio Salim, Mario Velásquez “Achicoria” y Ricardo Tosso en pantallazos cómicos que le daban volumen al Super Market show. En Bata pone el mundo a sus pies también había figurado Tulio en algunos fugaces pantallazos. Noches de Lanificio y sobre todo Festejos con Cartavio, donde su receloso y atrevido cholo “Llavecita” preanunció el programa propio, fueron otros shows con apellido que requirieron sus servicios humorísticos.
En estos shows sin continuidad la estrella cómica del 5 solía ser Carlos Oneto Villavicencio, pero la comicidad pantuflesca era universalista y zanahoria, carecía de la inventiva para armar personajes localistas, individualistas, astutos y con prerrogativas frente a las normas, que sí tenía Tulio. Oneto siguió en el 13 hasta comparecer de invitado en Romero, Julieta y... alguien más (marzo de 1965) con Carlos Velásquez, Cuchita Salazar y Blanca Rowlands en un enredo amatorio escrito por Pedrín Chispa con ínfulas de sit-com. Ni esta entrega, ni La familia Perejil en 1967, inspirada en los Pérez Gil argentinos, con Juanacha como servil eje cómico, prosperaron. La comedia de situación nunca pudo competir con el humor picoteado. Peor fue el fracaso de Telecataplún (enero de 1965), revista cómica urdida por Juan Ureta Mille, conducida por Felipe Sanguinetti, Néstor Quintero y Cayo Pinto, con apoyo de modelos piernonas como Meche Solaeche y Rosa María Kessel y actuaciones de Hugo Loza, Nerón Rojas y Jorge Montoro. No llegó al mes. Solo Tulio prosperó en el frente cómico del 5. Pantuflas pasó al 9 de América, viajó a Argentina y regresó a hacerse cargo de El tornillo, programa con muchos humoristas y ninguna estrella.
A fines de 1963 Panamericana alentó a Tulio a tener un espacio para sí solo. El show de Tulio Loza, también conocido como Nemesio (y unos años después como La revista de Tulio) se convirtió, durante su primera temporada de 1964, en el top del ranking del 13, celebrando la hospitalidad de los Delgado Parker con un “Panamericana yaypi... chay pum” (“Panamericana, por supuesto”). Su imagen emblemática era la suave cabalgata de Nemesio en un burro colado al set, lastimera parodia de chalán (o, ¿por qué no?, de caballero andante) y de paso afirmación del cholo que llega, desde el mundo de los arrieros, para quedarse en la capital de la televisión y meter de contrabando su poncho, sus maneras, sus quechuismos y sus chistes sincréticos (véase, en el capítulo 4, el acápite “Las tribulaciones de Camotillo”) de neocriollo también capaz de sacar a un gringo del sombrero cómico, como el torpe Williams. Por cierto, la imagen del arribo con poncho y encomiendas a la capital, síntesis visual de toda la dramaturgia y la imaginería migrante, no la impuso Tulio en la televisión sino en el cine (Nemesio, 1969, dirigido por el argentino Óscar Kantor) y, en el plano melodramático, la confirmó Saby Kamalich apeándose del tren en la estación de Desamparados en el primer capítulo de Simplemente María. En la Navidad de 1968, nacionalismo obliga, el 5 lanzó un spot con Tulio como rey mago. El cholo había llegado al firmamento estelar de la televisión. Los otros dos reyezuelos eran Augusto Ferrando y Kiko Ledgard. El mestizaje campeaba en el 5 aunque, callado Tulio y fugado Kiko a España, el zambo populista sacó varios cuerpos de ventaja.
Augusto Polo Campos, en la planilla de Panamericana, fue destinado a reforzar con su métrica inspiración criolla, el show de Tulio. Este había reclutado como característicos de histrionismo teatral a Antonio Salim, Cristo en la escenificación de muchas solemnes pasiones, y había persuadido a la mala de las radionovelas, Jesús Morales, a debutar en la televisión cómica. Doña Jesús hacía imitaciones en el espacio radial El mundo en 10 minutos y eso convenció a Tulio de que podía impostar convincentemente el dejo serrano.27 Se sumaron al elenco María Isabel Chiri, Felipe Sanguinetti, Juan Romero y el hermano menor Hugo Loza, recién bajado de Abancay. Además de los números neocholos hacía falta relevar el costumbrismo de callejón de Donayre y la Cristal, y Polo bien podía hacerlo en el boyante show. Además, la sátira televisiva nacional —salvo los esfuerzos de Guido Monteverde por llevar al Doctor Rochabús, de su inspiración periodística, al canal 9, entre 1965 y 1966— estaba virgen. El humor se había limitado, si no al costumbrismo zanahoria, al libreto importado y a la parodia de entrecasa. Genaro Delgado Parker envidió en Buenos Aires el éxito de Tato Bores, dando el mentón cómico a la política e instó a Polo Campos a engendrar un equivalente. Así nació, en la primera temporada de 1967, Camotillo el tinterillo (“Camotillo” porque, en alusión al color de su pelo, fue una