que a la vez son oraciones y plegarias ante Dios, revelan lo más profundo de los sentimientos humanos con los cuales las personas se identifican con facilidad. La dimensión religiosa y profundamente espiritual de estas oraciones ponen de manifiesto la extensa gama de experiencias espirituales que le dan sentido de orientación y pertinencia a la vida misma.
Como la religión incluye esencialmente las respuestas humanas ante Dios, las formas y el carácter de las experiencias religiosas están íntimamente relacionadas con las percepciones y los conceptos que se tengan de la divinidad. En efecto, las experiencias y las ideas no solo están relacionadas sino que se influyen mutuamente al proveer los espacios adecuados y las dinámicas necesarias para la reflexión profunda y sosegada, que le permite a la gente que adora comprender, afirmar y celebrar la revelación divina.
En el particular caso del libro de los Salmos, las vivencias religiosas y las articulaciones teológicas se ponen claramente de manifiesto en los poemas que revelan los sentimientos más hondos del pueblo de Israel. En sus plegarias y clamores se afirman y recuerdan las intervenciones divinas en la historia del pueblo y se reflexiona en torno a esas manifestaciones extraordinarias en medio de las realidades cotidianas de la comunidad.
Según el Salterio:
Una vez habló Dios;
Dos veces he oído esto:
Que de Dios es el poder,
y tuya, oh Señor, es la misericordia;
porque tu pagas a cada uno conforme a su obra
Salmo 62.11-12
De acuerdo con el poema, el poder y la misericordia divina manifiestan el corazón de la teología de los Salmos, y confirman la creencia en torno a Dios del Antiguo Testamento. En el corazón mismo del Salterio se revela lo fundamental de la teología bíblica en formas de pares de términos que se complementan y apoyan mutuamente2.
Poder y misericordia son términos de gran importancia espiritual en el Salterio y en la Biblia, porque identifican dos de las cualidades divinas más importantes, y presentan, además, de forma complementaria, dos componentes formidables de las intervenciones de Dios. En efecto, el Dios bíblico, a quien se canta y ora en el Salterio, funde en su esencia la autoridad y la fuerza, junto al amor y el perdón. El poder demuestra su naturaleza creadora y justa, y la misericordia pone de relieve el amor que guió su voluntad en los procesos de creación, liberación, conquista, restauración y renovación del pueblo de Israel.
Las palabras castellanas «salmos» y «salterio» se derivan del latín psalmi y psalterium, que a su vez provienen del griego psalmoi y psalterion. El griego psalmos alude a la música que viene de un instrumento de cuerdas, o inclusive puede referirse a la canción que se entona acompañada por ese instrumento. Por su parte, psalterion, se refería originalmente al instrumento musical (Dn 3.5), aunque con el tiempo llegó a significar «colección de cánticos»3.
En el Nuevo Testamento se hace referencia a los Salmos como biblos salmon (Lc 20.42; Hch 1.20), o simplemente como psalmoi (Lc 24.44). Esas palabras son posiblemente la traducción al griego del hebreo mizmor, que se ha entendido como «un tipo particular de cántico (religioso) que se acompaña con instrumentos de cuerdas», y que se incluye como 57 veces en el libro de los Salmos. El título hebreo del Salterio es sefer tehilim, que puede traducirse como «libro de alabanzas». Cinco salmos tienen en su título la palabra hebrea tepillot, que se traduce al castellano generalmente como «oraciones»4.
En la Biblia hebrea, los Salmos se incluyen en la tercera sección conocida como «Escritos», luego de la Ley y los Profetas. Esta división tripartita de las Escrituras hebreas presupone las diversas etapas de su desarrollo histórico y su crecimiento literario, además de su aceptación como literatura canónica, con autoridad religiosa, legal, espiritual y moral en la comunidad judía.
La Ley presenta el recuento inicial de las intervenciones e instrucciones de Dios en la historia del pueblo de Israel; los Profetas articulan la revelación y los desafíos divinos a la humanidad; y los Salmos, por su parte, describen el diálogo divino-humano que pone en clara evidencia las necesidades del pueblo y las respuestas de Dios.
En la sección de «Escritos», los Salmos generalmente ocupan la primera posición5. Las versiones griegas y latinas de las Escrituras no siguen el orden hebreo, pues han eliminado la división entre los Profetas y los Escritos, y han dispuesto la literatura bíblica, posiblemente, con criterios temáticos y cronológicos. Tanto en la tradición hebrea como en la griega, el libro de los Salmos o el Salterio se relaciona con cánticos, particularmente con las alabanzas del pueblo hebreo ante Dios, que juegan un papel destacado para la teología y la liturgia del pueblo.
La pertinencia del libro de los Salmos se pone claramente de manifiesto al descubrir su doble identidad teológica y literaria6. De un lado, los Salmos son parte integral del Antiguo Testamento y reciben, de antemano, la gran autoridad teológica, espiritual y moral que los creyentes relacionan con la Biblia. Desde esa perspectiva, los salmos se convierten en Palabra de Dios para la gente de fe, pues contienen la extraordinaria revelación divina que les orienta, desafía, educa, inspira y redarguye. Son, en efecto, torá, que más que un conjunto de leyes rígidas y regulaciones estáticas son enseñanzas dinámicas y valores fundamentales que afirman, celebran y transmiten la voluntad del Señor a la humanidad7.
Los salmos son, del otro lado, literatura poética, expresiones litúrgicas, experiencias cúlticas, enseñanzas espirituales, articulaciones metafóricas. Son piezas estéticas que motivan y edifican a la gente de fe; son poemas de gran sensibilidad ética que inspiran y desafían a hombres y mujeres de piedad a vivir a la altura de las exigencias morales y espirituales que se ponen de relieve al estudiar las Sagradas Escrituras. Transmiten ciertamente un aluvión de posibilidades de interpretación y de alternativas de aplicación, por esa naturaleza poética e simbólica que les caracteriza, y también porque presentan y revelan muchos siglos de vivencias espirituales y experiencias religiosas.
En el libro de los Salmos se encuentra la oración personal y la plegaria comunitaria del pueblo de Israel. Y aunque en otros libros de la Biblia se incluyen también oraciones similares8 , en contraposición al resto de la Escritura, los Salmos presentan esencialmente el diálogo íntimo y extraordinario de un pueblo que se presenta tal y cual es ante su Dios. Los fieles llegan ante el Señor, de acuerdo con el texto de los Salmos, en medio de sus experiencias cotidianas, con sus esperanzas, frustraciones, debilidades, fortalezas, virtudes, pecados, aspiraciones, resentimientos y amores. En esta extraordinaria tradición religiosa, los Salmos no pretenden ser, como la literatura profética y la legal, enseñanzas nuevas, sino expresan los sentimientos más hondos del ser humano, y de esa forma se convierten en desafío, al movernos a entrar en una relación grata, digna, viva, noble y transformadora con Dios.
A través de la historia, tanto para la comunidad judía como para la cristiana, el Salterio ha sido fuente de gran inspiración. Sus poemas ponen en evidencia clara el extraordinario y fundamental diálogo entre el ser humano y Dios. Una lectura inicial de los salmos descubre en sus pasajes expresiones de extraordinaria belleza literaria, que presentan las peticiones, alabanzas y quejas de la gente ante el Ser Supremo. Reflejan, en efecto, las preocupaciones más importantes de la comunidad judía antigua, que preservó esa literatura de forma oral y escrita a través de los siglos. Además, las personas que adoran y oran al Señor en diferentes períodos históricos se han identificado tan profunda y espiritualmente con esta literatura, que han tomado las plegarias y alabanzas de los salmos, y las han articulado y repetido en medio de diferentes experiencias de la vida.
En ese sentido, los salmos no son literatura antigua e irrelevante, pues se convierten en recurso contemporáneo y pertinente para orientar las devociones privadas y para guiar las experiencias de adoración colectivas. Proveen, en esencia, muchos de los recursos pastorales, teológicos, espirituales y litúrgicos que se encuentran en las Sagradas Escrituras. Brindan las palabras precisas, las oraciones necesarias y las ideas requeridas para entablar un diálogo significativo con Dios. Y esas peculiaridades literarias