Romina Natalín Aldecoa

Tu nombre es el Amor


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Tu gloria que aclama misericordia y solo correr detrás de ella secando mis lágrimas, caminar sobre la luna que recubre mis pupilas de un brillo insólito para comprender cuánta belleza rodea a tanta inapetencia de amor, cuánto desprecio hacia nuestro Padre mientras hoy has hecho renacer la afición en mi interior acompañado de soledad reclamando la asistencia de un médico y has estado ahí en el punto clave de la dolencia sangrando lágrimas de sacrificio, desenvolviendo la mirada solo hacia la efervescencia de la credibilidad desplegada ante mi capacidad de recepción.

      Has tomado mi nada para amarme tan tiernamente, hazme ser un medio para encaminar al que pisa fuera de Tu huella, a rescatar almas perdidas en las cenizas y en el fuego del infierno, semejante al tesoro escondido en lo más secreto de nuestro ser en manos de su Creador protegiéndola de algún ladrón que no logre apoderarse de ella, en este gran océano vestido de oscuridad sueltas mi mano para dejarme volar pero conmigo solo intento descuidarme en el vendaval del orgullo. Llévame a donde anhelas que esté, sé aquella brisa que eriza mi piel y que ya no exista casualidad en nuestras vidas solo el pensar mueva el andar a donde el mundo cubrió a la pobreza, caridad y obediencia de cada alma, vengo a orar por la constancia en las pruebas y las repetidas rupturas de esta calle reseca por los rayos del sol que hacen rasgar de dolor mi alegría. Hazme vivir la vida para abandonarme en ti y no en aquellos hombres que humillan el nombre de quien los creó, echa raíces en los cimientos para ser fuerte en el holocausto y no temblar de miedo en el oprobio de mis desdichas, enlaza mis sueños como un anillo en algún dedo y reza por ellos para que nunca me separe de Ti. Dame paciencia en las debilidades, cuando mis rodillas se doblan y quedo arrojada en medio del camino sin lograr avanzar, ser paciente y solo en ti confiar hasta el punto que en el mismo silencio que un día me agobió hoy lo has logrado convertir en un puente para darme a conocer Tu suave voz. Cuánta misericordia demuestras en la cruz, en el dolor de Tus santas llagas compadeces nuestras faltas y como el mejor amigo, nos salvas de terminar con las manos nuestra propia vida, en esos instantes efímeros pero de un agudo padecimiento rescatas mi pasado, presente y futuro.

      Un nuevo nacimiento, una nueva vida nace en mí como cada día que recibo Tu cuerpo transfigurado en mi interior, la Navidad ha llegado para traer humildad y alegría, un Ángel que anuncia a un hombre y a una mujer tan simples que su Hijo será el mismo Jesús, como si esto lo viviera actualmente y me pregunto por qué a mí me hablas de entrega y renuncia, siendo la nada que soy con tanta perversión, enciendes la llama de la duda y la avivas cada día con Tu amor, todas las mañanas ante mi aflicción dices a mis oídos: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”. Así despiertas mi ánimo adormecido y abrumado por la confusión, abrazándome con el cantar de los pájaros y la salida del sol en el horizonte calmas el miedo que detiene mi tiempo y entre oraciones veo resplandecer nuevamente un murmurar que decía : “Concebirás y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús...”, has dicho que en mi alma como en su vientre lo llevó la Santísima Virgen María, llevaré a Jesús para darlo a conocer a quienes aún no lo han llevado de este misterioso modo, y siendo así mi inseguridad pregunto cómo puede ser esto si mi alma está llena de suciedad por los tantos pecados que la han manchado y sin tardar concedes el perdón de ellos a través de una reconciliación que contagia mi camino de humildad e intenso arrepentimiento por las gracias que Tu mismo Espíritu derrama en este difícil escalar a través de las montañas más altas y peligrosas, el fuerte viento proclama Tu grandeza ya que “no hay nada imposible para Dios”. Luego de esto como no vamos a poder postrarnos ante Él y decirle ser sus servidores, que solo se haga Su voluntad y no la nuestra.

      Abre este ser que solo en ti encuentra sentido, endurece la parte que siempre está en quiebre, haz salir de mi boca una melodiosa sonrisa, ese don que a veces es fugitivo, entrégamelo para ya no volver a perderlo como siempre das amistad a cada uno y cubro de soledad Tu grata compañía, he sido capaz de sacar una espada ante un amigo, de soltar palabras sucias contra él, de llenarme de orgullo y egoísmo haciendo ver de esta unión mis propios intereses, así es como he tratado a mis hermanos hasta el extremo de hacer lo mismo Contigo, pero con una mirada sensible comprendí la posible compasión en el otro y en mí también, cómo armas nuevamente este rompecabezas complicado colocando cada pieza en el tiempo y lugar indicados. Como he obtenido confianza en ti, quiero que sientas eso mismo y lo lograré estando en la humildad para cuando lleguen momentos de dolor surja la cuenta regresiva de los caminos, encendiendo aquella sinceridad hasta cuando los segundos lo digan, y así explote compartiendo cada verdad develada en las noches más frías y melancólicas. Así hazme ser con el prójimo, que no oculte mi presencia y mi hablar ante nadie, solo cuidar sus pasos de las entrañas del enemigo y si por un amigo caigo en el olvido hazme humillar por mi orgullo, soberbia y egoísmo para restar las tantas heridas que provoco en Tu Sagrado Corazón. Después de cuántas oraciones, padrenuestros, avemarías, etc., de dejar disipar el transcurso de la hora en Tu cariñosa presencia, intento exclamarme acaso, ¿quién es Dios para mí?, ¿qué es y cómo es mi alma?, si luego de un intenso diálogo con Él abro un lugar pudiendo ser este el primero, segundo, tercero o ninguno dentro de mi corazón, ¿a dónde lo ubicaría a Él?, a ese Dios Altísimo a quien siempre le pido y nunca agradezco por darme la oportunidad de vivir, de amarme y poder conocerlo, de quien hoy me ha dicho mis segundas cuestiones al buscar una respuesta para ver que mi alma es posesión Suya, por la cual puedo abrazarlo, recibirlo y hablarnos porque un alma purificada es Hija de Dios, su valor es tal que Jesús dio su vida por nuestras almas acechadas por el fuego del infierno, cuántos Santos luchan por su salvación y ¿qué hago por ellas?, almas que corren por la oscuridad de los callejones cerrados de la ciudad de la nada, que cambian de estado por no hallar el sentido a la vida, que saltan en un profundo pozo y pensando que es una solución van hacia un camino que los lleva al vacío, que cubren sus ojos con el pañuelo de sus pecados sin ver quién está a su lado, que acompañan a Jesús en su camino al Calvario, que olvidan a Dios y se anclan en las cosas mundanas, almas solitarias que se arrastran según les convenga, almas que aman a Dios intentando cambiar día a día, simples y transparentes llenas de tantos sentimientos, almas por las que el Sacratísimo Corazón de María sangra con cada espina clavada y se ofrece, ahora ¿cómo dirías que es tu alma? Hoy Dios ha puesto a prueba la mía, “cuanto silencio ha rodeado mi vida entre las pinturas más bellas que dibujas ante mis ojos, en cada pupila ver Tu luz iluminar como una fogata ardiente extendiendo mis súplicas sujetas las oportunidades para darme fuerza, el demonio conoce mi debilidad y sabe cómo desequilibrar nuestro andar. Es cargar continuamente una nueva cruz cada vez más pesada, una humildad que ha sido enaltecida y ya no humillada, un pétalo caído de una rosa marchitada, agachar mi cabeza en Tu presencia alimentando mi alma de la flor de harina, si en cada gota de sangre y en cada migaja de Tu cuerpo que recibo estas entrando adentro mío abandonando en ti a cada ser que amo, nunca vi tan de cerca la presencia del Amado mientras mis manos tiemblan porque delante de mis ojos te entregas a este ser indigno de recibirte, mis latidos son aún más fuertes como un trueno en medio de mi alma, iluminando el camino y despertando mi ser adormecido, un aroma a paciencia y un silencio a soledad para abrir paso al cielo, una puerta que conduce a la verdad mientras la Santísima Madre abraza nuestro ser agobiado por el cansancio. Solo pienso qué decirte cuando nos veamos cara a cara, cuántas veces he sido infiel en Tu morada, pero perdona mis lágrimas derramadas por nada, quiero llorar por Tu misericordia y darte mi alma pecadora, cómo decirte cuánto te amo si cuando entras en mi interior me derrito como una vela encendida, no dejes que la llama se apague porque deseo amarte y entregarte toda mi vida”.

      “Todos los colores irán hacia uno,

       has cargado mi cruz y mi vergüenza,

       siendo esta vida un instante que Dios nos ha regalado,

       qué apreciable sería que le entreguemos

       el tiempo de ese instante

       a quien nos creó con tanto amor,

       es esa nuestra vocación”.

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