Angie Guerrero Zamora

Cartas al general Melo: guerra, política y sociedad en la Nueva Granada, 1854


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decir que beneficiaba a los primeros cuando intervenía en estos enfrentamientos. Se unió al golpe de Melo y fue ascendido a coronel. Sin lugar a duda, fue uno de los militares más capaces con el que contó el gobierno del 17 de abril; lo demostró en la batalla del alto de los Cacaos o de Petaquero (30 y 31 de octubre de 1854), donde frenó el avance del Ejército constitucional a la cabeza del general Mosquera, quien debió reconocer los dotes del joven oficial. Concluida la dictadura, fue hecho prisionero e indultado con la condición de salir del país por siete años (6 de junio de 1855), pero semanas después se le rebajó la pena a la mitad y, a mediados de julio, cuando estaban listos para partir a la costa atlántica, se fugó con Ramón Ardila y Manuel Jiménez.

      Gutiérrez se vinculó al liberalismo a finales de la década, fue parte de los candidatos seleccionados por la junta eleccionaria de Cundinamarca para diputado del departamento (1859); fue nombrado por la Asamblea Legislativa de Santander jefe departamental de El Socorro (1859), siendo parte de los oficiales de aquel Estado que defendió al gobierno de la invasión conservadora proveniente de García Rovira (agosto de 1859). Participó en el combate de Concepción (29 de agosto de 1859), donde las armas liberales triunfaron. Nuevamente defiende al Estado, esta vez de la guerra que le declaró la Confederación, enfrentándose al Ejército conservador dirigido por Pedro Alcántara Herrán en el combate de Galán (llamado en ese periodo La Robada) el 29 de julio de 1860, momento en el que falleció. Si bien el triunfo se lo llevaron los liberales, la batalla fue fatal para el régimen porque perdieron al militar de más experiencia y, posiblemente, una de las futuras espadas del liberalismo86.

      Lo señalado anteriormente sobre la posición claramente liberal de ciertos oficiales no fue exclusivo de Juan de Jesús Gutiérrez, varios de los comprometidos con el melismo terminaron defendiendo la causa liberal contra el gobierno de la Confederación presidido por Mariano Ospina Rodríguez, entre ellos Ramón Acevedo Calderón, Rafael Peña, Pedro Arnedo y Juan Cristo Velandia, quienes sirvieron en el Ejército del Estado de Santander, José Manuel Calle y José del Rosario Guerrero, vinculados al gobierno de Mosquera en el Cauca; Manuel Antonio Carvajal, quien falleció en la acción de La Polonia en 1861; José María Dulcey, un melista del Valle comprometido en las democráticas de Cali y Palmira. Pero, como toda regularidad tiene sus discontinuidades, Habacuc Franco y Benito Franco lucharon en esa guerra a favor del conservatismo y del gobierno de la Confederación87.

      También esta regularidad se presenta en otros melistas menos visibles, en el sentido de que no contamos con mucha información empírica sobre los personajes. Este es el caso de Ricardo Brun, oficial de artillería, quien se encargó de dichas piezas en la batalla de Tiquisa, sirvió durante toda la dictadura y fue capturado el 4 de diciembre en Bogotá, pero logró fugarse a principios de febrero de 1855. Se dedicó luego al comercio contando con conexiones en el puerto de Buenaventura, formó parte de los liberales que dominaron dicho fondeadero del Pacífico en marzo de 1861 y, según informes de los contemporáneos, cometió gran cantidad de arbitrariedades con las mercancías de sus opositores políticos; además de sacar enormes ganancias con la especulación de la sal88.

      No obstante, hay que señalar que el melismo contó con casos que no se ajustan a ninguna de las regularidades expresadas, estos son los casos de Manuel Jiménez y José del Rosario Guerrero. El primero era un militar venezolano del pueblo de La Cruz, quien luchó en la guerra de Independencia en diversas campañas desde Venezuela hasta Perú. Solicitó, desde Venezuela, la admisión al Ejército granadino en 1842, siendo aceptada favorablemente con el grado de teniente coronel por haber servido en los ejércitos de Colombia.

      Jiménez apoyó al gobierno liberal durante la rebelión conservadora de 1851 y se comprometió con el golpe, siendo jefe de la caballería del Ejército melista. Se encontraba en Zipaquirá cuando acontecieron los eventos del 17 de abril, el gobernador de la provincia, José María Martínez, temiendo traición del militar, lo capturó y lo remitió a Guateque, pero fue liberado por los dictatoriales y a la cabeza de ellos marchó y derrotó en el puente de Sisga al gobernador. Fue el encargado de defender a Zipaquirá (20 de mayo de 1854) de las fuerzas constitucionalistas que desde Tunja habían salido a recuperar a Bogotá y, posteriormente, persiguió a los últimos restos de las fuerzas expedicionarias de la fracasada campaña constitucional procedente de Cúcuta al mando de Melchor Corena, derrotada en Aposentos (29 de mayo de 1854).

      El militar venezolano marchó, a finales de julio de 1854, sobre el Magdalena con unos 500 hombres, el 30 de ese mes ocupó Guaduas y se dirigió a Chaguaní, pero, al no contar con piraguas o barquetas para atravesar el Magdalena, regresó al puerto del Platanal y después retornó a Facatativá. El 30 de septiembre se encargó de operar contra la guerrilla de Ardila a consecuencia de las diversas acciones de dicha partida, arrasando la hacienda de su líder en las inmediaciones de Facatativá. Se rindió con Melo el 4 de diciembre de 1854, otorgándosele un indulto el 6 de junio de 1855 con el compromiso de salir del país por siete años, cuando se alistaba su destierro por la costa Caribe, se fugó89.

      José del Rosario Guerrero, según Gustavo Arboleda, era de Cúcuta. Sirvió a la causa de la emancipación desde 1819 haciendo diversas campañas en el sur y, posteriormente, estuvo en Perú. Debió residenciarse en la costa del Pacífico ya en los treinta, fue el comandante de la campaña que los comerciantes del puerto de Buenaventura financiaron contra los rebeldes de Iscuandé durante la guerra de los Supremos (junio-octubre de 1841). Por sus conocimientos de la región, el gobierno nacional lo nombró comandante de armas de Tumaco y Barbacoas, y luego de Iscuandé (1842-1844), con el grado de sargento mayor.

      Era, sin duda, un hombre que dependía de su salario, pues son reiteradas las quejas de que se le cancelaran los meses atrasados, así como de que se le asignara una parte de este para su familia en Cúcuta. En 1851 se encontraba en Patía apoyando al gobierno en las correrías que hacía contra los rebeldes conservadores de aquel valle, pero debió tener un comportamiento poco claro para que, en ese año, el juez letrado de Popayán le siguiese un proceso judicial por rebelión e intento de asesinato. Se encontraba en Popayán en 1854 cuando se pronunció el batallón 5.º, siendo uno de sus líderes (16 de mayo de 1854). No sabemos la suerte que después corrió, pero aparece como comandante de las fuerzas del estado de Boyacá y luego participó en las guerras federales bajo las banderas liberales en el Cauca y bajo el mando del batallón Palacé90.

      Los casos en mención no se ajustan al derrotero identificado en los hombres seguidores de Melo. Pero sin duda creemos, como lo demuestra la correspondencia de José del Rosario Guerrero, que dependían para vivir del servicio militar, de manera que las políticas antimilitaristas de los gólgotas, sin duda, les despertó temores. Esta es la situación de Jiménez, quien, desde 1842, se había radicado en la Nueva Granada y, siendo reinscrito en el escalafón militar, dependía para vivir del oficio castrense.

      En conclusión, consideramos que el golpe militar de José María Melo, el 17 de abril de 1854, fue una acción contenciosa liderada por los militares. Pero, paradójicamente, la interpretación general de las últimas décadas ha sido ser una acción liderada por los artesanos y no se ha prestado atención al hecho de que el evento fue promovido por los hombres en armas, en los cuales los artesanos participaron enrolados en la Guardia Nacional.

      A partir de hacerles un seguimiento del ciclo de vida de los militares implicados en el golpe, podemos concluir que los participantes de los hechos pretorianos eran, en su mayoría, veteranos de las guerras de Independencia, procedentes de estratos sociales no privilegiados, los cuales iniciaron el oficio de las armas en los grados más bajos del escalafón militar como soldados. Su largo servicio en las milicias los llevó a ascender lentamente en la jerarquía militar, al punto de que los principales seguidores de Melo se hallaban, en abril de 1854, entre sargentos mayores y tenientes coroneles. Es decir, se hallaban en los rangos de jefatura; eran los encargados de los procesos administrativos, de disciplina y mando de las unidades militares de batallones a divisiones, así como de los Estados Mayores, de inspección general o intendencia. Esto significa que eran militares con cierta experticia en su oficio, que no fue obtenida en academias, sino por la experiencia obtenida a lo largo de décadas de servicio en el Ejército o las milicias; aunque, como sabemos, Melo hizo este tipo de estudios formales en Europa.

      Por todo lo señalado, los oficiales