facciones, cada una de ellas buscando apoderarse de las urnas para evitar que los rivales sufragaran, terminaron muchas veces en reyertas, con heridos e incluso muertos4.
Sin duda, Venancio Ortiz, cronista de los sucesos de 1854, escribió desde su lugar de enunciación, es decir, como miembro de uno de los partidos triunfantes. El fracaso del proyecto melista promovió la proliferación de impresos por parte de los vencedores, que adoptaron la misma perspectiva, como el Resumen de los acontecimientos que han tenido lugar en la república, escrito por el general Tomás Cipriano de Mosquera, para quien los eventos del 17 de abril no eran más que un complot urdido entre Melo y Obando para deshacerse de la oposición en el Congreso y abolir la Constitución de 1853, que restaba facultades al Ejecutivo5. Su tesis fue, sin duda, compartida por la mayor parte de la élite política del momento.
Algunas memorias, como las de José María Samper y José María Cordovez Moure, se distanciaron de la tesis conspirativa, señalando que el verdadero autor del golpe fue el general Melo, quien lo emprendió como medio para librarse del juicio que el Congreso debía hacerle por el asesinato de un cabo de apellido Quiroz. Para ambos, el presidente era débil e incapaz de imponerse a sus conmilitones y, en última instancia, víctima de las circunstancias6.
Los diarios contemporáneos son otra fuente de información, a propósito de la forma en cómo se interpretaron los sucesos de 1854. El Diario político y militar de José Manuel Restrepo y el Diario de los acontecimientos de Popayán, desde el 16 de mayo en que el batallón 5.º se pronunció por la dictadura de Melo, relatan los eventos cotidianos acontecidos en diversas partes de la República durante la guerra. En general, tales piezas documentales no se distancian de la tesis canónica conservadora, aunque no hagan alusión a ella explícitamente, pues se refieren a los conflictos suscitados entre el Ejecutivo y Melo con el Congreso y la facción liberal gólgota7.
Respecto a los trabajos propiamente historiográficos, se encuentra el de José Manuel Restrepo, quien en su Historia de la Nueva Granada narra de forma cronológica los eventos del golpe de Melo y la guerra que desató, siguiendo las líneas generales presentes en su ya citado Diario8. Gustavo Arboleda, en su Historia contemporánea de Colombia, adopta también una narrativa cronológica y retoma la tesis conservadora de la conspiración de Melo y Obando. Este último texto es, sin duda, uno de los más completos en cuanto a la descripción del conflicto y a la forma como se vivió este en varias regiones del territorio nacional9.
La historiografía reciente ha prestado alguna atención al golpe de Melo con un ánimo revisionista frente a las interpretaciones canónicas decimonónicas, en especial la tesis del complot entre Obando y Melo. Entre estos, se destaca Alirio Gómez Picón, con el texto El Golpe militar del 17 de abril de 1854, considerado por algunos autores como “la contrahistoria sobre este periodo”10. Así mismo, en esta línea expositiva se ha ido abriendo paso la interpretación de que el golpe de Melo fue el primer intento de un gobierno de tipo socialista en el país, que buscaba reivindicar y dar un lugar a los sectores populares en un nuevo proyecto nacional, en alianza con los artesanos. Se afirma, incluso, que se trató del primer gobierno de esta clase en el continente. Además, la reacción contra el golpe, expresada en la alianza entre los conservadores y una parte de los liberales, ha llevado a sostener que fue el primer “frente nacional” de la historia del país11.
Se puede decir que, en los últimos años, los hechos estudiados han sido interpretados como un intento de revolución popular frustrada por una coalición de los partidos y grupos de poder económico, quienes vieron comprometidos sus intereses por la alianza artesano-militar. Dicha posición se opone a la que, en su momento, los contemporáneos de los hechos asumieron como un complot por parte del presidente Obando y el general Melo, con apoyo de los sectores populares de la capital. Este cambio interpretativo sin duda se debe a la influencia de una corriente de la historia social: la historia de los pobres, las clases bajas y de los movimientos sociales, la cual se distanció de aquella visión tradicional de sectores populares pasivos que cuando se levantaban siempre se debía a la existencia de demagogos o una mano oculta que los animaba. La tendencia aludida le otorgó iniciativa a los grupos plebeyos e, incluso, capacidad, en ciertos momentos, de elaborar proyectos o ideas políticas radicales12.
En este sentido, los análisis de las tres últimas décadas del siglo XX acerca de la participación política de los artesanos en 1854 se inscriben en esta perspectiva de una revolución social frustrada. Frente a estas dos interpretaciones, la revolución social frustrada y el complot entre Obando y Melo, una tercera corriente ha emergido, proveniente del creciente interés en los últimos veinte años por las guerras civiles en Colombia; dicho interés inició con la publicación de las Memorias de la II Cátedra Anual de Historia Ernesto Tirado Restrepo, dedicada a los conflictos civiles decimonónicos y su proyección en el siglo XX13. En general, estas nuevas investigaciones se caracterizan por su corte regional, es decir, abandonan la perspectiva nacional para centrarse en los matices provinciales que tuvieron las confrontaciones decimonónicas e intentan comprender desde ese ángulo las lógicas de los levantamientos. Sin desconocer que las guerras fueron luchas por el poder, el enfoque muestra cómo en cada contexto regional había también otras luchas que no pasaban necesariamente por las rivalidades de partido o caudillos14.
En el caso de la guerra de 1854, hay varios estudios que tienen en común situar los eventos de cara al contexto regional. En el suroccidente neogranadino, contamos con los trabajos de Alonso Valencia Llano, quien sitúa los conatos de apoyo a la dictadura en Cali y en otras localidades del Valle en el marco de una acción colectiva popular que tuvo sus raíces en la organización de las sociedades democráticas a finales de la década de 1840 y en los reclamos por las tierras de los ejidos apropiadas por los hacendados de la ciudad. En este contexto, el ascenso del liberalismo, y en especial el triunfo de José María Obando en las elecciones presidenciales, fue percibido por el liberalismo popular como un momento de reivindicación, parcialmente frustrado por el ascenso del conservador Manuel María Mallarino a la gobernación a finales de 1853. Estalló entonces en el Valle un conflicto partidista, según Alonso Valencia Llano, por la recomposición de los poderes locales, las reformas liberales y una creciente agencia de los plebeyos, vinculados tanto en las sociedades democráticas como a las guardias nacionales o derribando cercos y vapuleando conservadores en la oscuridad de la noche, reclamando su espacio en la arena pública. En este proceso se enmarcó el vacilante apoyo a la dictadura de Melo en la ciudad y los posteriores levantamientos en varios sitios del valle, después de la pacificación emprendida paradójicamente por el general liberal José Hilario López15.
Francisco Gutiérrez Sanín, en un estudio que pretende cubrir la República, pero que en realidad se restringe al ámbito capitalino, indaga el discurso del movimiento plebeyo entre 1849 y 1855 y los sentidos de pertenencia de los sectores populares, especialmente alinderados en las sociedades democráticas, que posteriormente apoyaron el golpe. Explora las demandas e intereses de los artesanos bogotanos que reflejan, según él, la existencia de programas políticos mucho más maduros, con implicaciones en el orden social y las formas como se representan a sí mismos en la arena pública16. En esta misma línea capitalina se enfoca el trabajo de Fabio Zambrano sobre el golpe de Melo, analizado como una tensión entre el ideario modernizante de los gólgotas, por un lado, y el proteccionismo de los artesanos vinculados a la facción liberal draconiana, por el otro. Esta tensión lo lleva a concluir que el conflicto de 1854 fue más político que económico, en tanto el librecambismo realmente poco afectaba la actividad del artesanado bogotano17.
Jorge Conde Calderón, en un amplio trabajo sobre la política en el Caribe colombiano en la primera mitad del siglo XIX, aborda los eventos melistas en la región. Su estudio identifica una creciente politización de los sectores populares, especialmente los artesanos mulatos y pardos de Cartagena, quienes tuvieron una función protagónica en la esfera pública local. Respecto al golpe, este se expresó en una enemistad de antaño entre el general Tomás Cipriano de Mosquera y el gobernador de Cartagena Juan José Nieto, quien tuvo un comportamiento displicente con respecto al general y una actitud complaciente por el efímero pronunciamiento de la guarnición veterana en la ciudad a favor de Melo. En el conflicto se alinderaron el cabildo cartagenero y los sectores populares contra el