Gabourey Sidibe

¿Y tú qué miras?


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a ser yo.

      —¿Estás segura?

      Agarró las conchas, las agitó y volvió a lanzarlas al cuenco.

      —Sí. Vas a ser famosa como Oprah.

      —¿Estás segura de que no quieres decir que mi madre va a ser famosa?

      Tola miró las conchas, pero no las volvió a recoger. Parecía estar viendo algo realmente en aquellas conchas, parecía estar viendo algo que no acababa de entender.

      —Tu madre… un poco. Pero eres tú. Tú eres la famosa. Tu madre es famosa porque tú eres famosa.

      Pues perfecto. No estaba segura de por qué me veía siendo famosa, pero me parecía fantástico. Fantástico y sospechoso.

      —¿Y qué más? —pregunté, ansiosa por saber más.

      —Que te quedarás muy flaca.

      Aquello sí que empezaba a sonar bien.

      —¡Hala! ¡Papá! ¡Voy a ser flaca! —exclamé, emocionada de compartir aquella noticia con él, a la que él respondió con una de sus extrañas risotadas.

      —Tendrás gemelos cuando seas mayor —vaticinó Tola—. Dos niñas.

      Aquello se le estaba yendo de las manos. Dejé que Abdul se marchara a cuatro patas de mi regazo y de mi útero. Por supuesto… era posible. Mi abuela materna tenía una gemela, eso lo sabía, así que lo llevábamos en los genes. Pero tener gemelos sonaba caro. Un bebé era divertido, pero no sabía cómo iba a costearme tener dos bebés al mismo tiempo.

      —¿Seré rica? —le pregunté.

      —Hummm —respondió ella.

      —Ay, qué bien. Suena bien…

      Era una pregunta tonta. Si iba a ser famosa, ¡por supuesto que también sería rica! ¡Buá! Y si Tola sabía que sería famosa y rica, entonces estaba claro que era la mejor vidente del mundo. ¡Y, además, iba a quedarme flaca! Eso explicaba por qué todos los africanos de la ciudad viajaban a Bed-Stuy para verla. ¡La muy capulla hablaba sin tapujos!

      —Entonces ¿tendré un marido? —le pregunté, como si mi padre fuera a permitirme tener hijos fuera del matrimonio.

      —Por supuesto —respondió Tola—. Tu marido será un buen musulmán.

      Me vine abajo. Si las miradas matasen, Tola haría tiempo que ya no estaría entre nosotros. De adulta, he conocido a muchos tipos geniales que han resultado ser musulmanes. Pero, de niña, casarme con un musulmán significaba casarme con mi padre. Y eso era algo que, a la edad de cinco años, ya había decidido que no pasaría nunca.

      —Serás una buena esposa musulmana casada con un buen africano musulmán —continuó Tola.

      Entonces fue cuando me di cuenta de que, en realidad, no era vidente. Era imposible. Yo era incapaz de ser una «buena esposa musulmana», como tampoco lo había sido mi madre cuando se había casado con papá.

      Le expliqué a mamá lo de mis vaticinios y nos reímos juntas. ¿Gemelas? ¿Fama? ¿Yo una «buena esposa musulmana»? Supuse que la gente iba a videntes para poder reírse luego de sus predicciones. Tres años después, Tola dio a luz a gemelas. Dos niñas. Y aquella fue la última confirmación que necesitaba: Tola podía ser vidente, pero no veía bien.

      Diría que sí creo en los videntes. Lo confieso. Creo que algunas personas tienen la capacidad de ver las cosas con más claridad que la mayoría. Y creo que todos tenemos un sentido de la intuición, pero que algunos de nosotros tenemos una capacidad innata de ver algo que aún no ha sucedido. Y si esa habilidad es tan potente que puedes cobrarles a los demás por ponerla en práctica, me parece bien. Mi madre asegura que su madre era vidente, que si MaDear (así es como mi familia llama a mi abuela) decía que iba a ocurrir algo, acababa ocurriendo. Mi madre también dice que, cuando era niña, descubrió que también era vidente. Dice que soñó con una familia en África que era igual que la suya en Georgia y que más que un sueño le pareció un recuerdo. Pero aquello la asustó, de manera que rezó a Dios para que le quitara ese poder y, según mi madre, lo hizo. Acabo de telefonear a mi madre para confirmar todo esto y dice que no se acuerda de pedirle a Dios que le quitara ese poder y que, desde luego, ella nunca diría que su madre o ella eran videntes. Aun así, yo sigo creyendo que somos una familia intuitiva y que esa intuición es solo parte de ser mujer. Las mujeres son las que dan a luz y también son las que saben que vas a echar tu vida a perder si te haces un tatuaje en el cuello. Quizá lo de ser vidente nos venga de familia. O quizá lo que me venga de familia sea pensar que eres mucho más especial y tienes mucho más talento que nadie.

      Si me dejo llevar por la sospecha, podría pensar que Tola me dijo lo que creía que yo quería escuchar. A fin de cuentas, yo no era más que una niña. Si realmente podía leer aquellas conchas, ¿por qué no le revelaban cuánto los odiaba a papá y a ella? ¿Dónde estaban aquellas conchas cuando tuve que compartir mi habitación y mi cama con la amante de mi padre que fingía ser solo su prima? ¿Fueron esas conchas las que le revelaron a Tola que yo era infeliz y sufría en aquel apartamento con ellos? Lo más probable es que se compadeciera de mí y decidiera decirme que sería rica y famosa para que me sintiera mejor. (No lo digo como algo malo, pero eso no convierte a Tola en vidente). Si de verdad hubiera sido vidente, me habría dicho que me pusiera ropa interior aquel día de séptimo en el que me rompí el tobillo y tuvieron que enyesarme el pie mientras me intentaba tapar la vagina con una libreta. ¡Muchas gracias, Tola! El hecho de que yo haya acabado siendo famosa no demuestra nada. Es pura coincidencia.

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