Valle Labrada

El secreto está en tu interior - 2da. edición


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con su ser natural favorecen su desarrollo y felicidad.

      Su certeza era tal que se mantuvo firme frente al criterio opuesto de su padre y hermanos en un primer lugar, pero eso no era nada frente a lo que le esperaba porque tuvo que resistir en su país y en los países europeos contaminados por el nazismo.

      El conocimiento y el corazón

      El relativismo al que se opone desde bien joven Dietrich queda totalmente vencido cuando Dietrich encuentra a Jesucristo y comienza una historia de amor donde el conocimiento es secundado por el corazón. A vosotros os he llamado amigos13, dice Jesús.

      Dios quiere al hombre no como criatura, sino como hijo que en Cristo, ofrece verdadera amistad. A esta amistad corresponde el hombre uniendo su voluntad a la de Dios.

      “Idem velle, ídem nolle” querer lo mismo rechazar lo mismo, lleva a un pensamiento y aun deseo común. La historia del amor entre Dios y el hombre consiste precisamente en que la comunión de voluntad crece en la comunión de pensamiento y de sentimientos, de modo que querer y voluntad coinciden cada vez más. La voluntad de Dios ya no es algo extraño unos mandamientos impuestos desde fuera, sino que es nuestra propia voluntad. Habiendo experimentado que Dios está más dentro de lo más íntimo de cada uno, crece entonces el abandono en Dios y Dios es la alegría del hombre.14

      La lucha de Dietrich es una muestra de la fuerza de la Verdad para resistir frente a la máquina de poder que puso en marcha el nazismo, en contra de la posición relativista que lleva a adaptar los valores a las circunstancias y por tanto a claudicar para salvar el pellejo.

      El relativismo abrió la puerta a un camino de injusticias y cesiones imparables que arrastraron a pueblos enteros. Ya en 1923 Dietrich se mostró enemigo del incipiente nazismo porque hay que saber que los procesos son largos para poder mentalizar a las personas. También hay que saber, que una vez que se inician y se acepta el proyecto, la degeneración de los valores alcanza escalas incomprensibles.

      Sobre el amor conyugal

      Dietrich en su conversión asumió con humildad el plan de Dios sobre las relaciones sexuales. “La fecundidad es un don, un fin del matrimonio, pues el amor conyugal tiende naturalmente a ser fecundo. El niño no viene de fuera a añadirse al amor mutuo de los esposos; brota del corazón mismo de ese don recíproco, del que es fruto y cumplimiento. Por eso la Iglesia, que está a favor de la vida, enseña que todo acto matrimonial debe quedar abierto a la trasmisión de la vida. Esta doctrina está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo (de los cuerpos) y el significado procreador.”15

      “Llamados a dar la vida, los esposos participan del poder creador y de la paternidad de Dios. En el deber de trasmitir la vida humana y educarla, que ha de considerar como una misión propia, los cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y en cierta manera sus intérpretes. Por ello, cumplirán su tarea con responsabilidad humana y cristiana.”16

      Fortaleza del carácter

      Dietrich tuvo que hacerse fuerte en su oposición al nacismo por lo que necesitó niveles extraordinarios de motivación para sufrir y superar las dificultades desde la lealtad. El compromiso o fortaleza ayuda a no desfallecer, el estado de ánimo y la disposición de entrega de una persona comprometida es opuesta a la de la persona que adopta el papel de víctima.

      No nos da miedo emprender ciertas cosas porque sean difíciles, son difíciles porque nos dan miedo. La persona responsable no culpa a los demás ni a las circunstancias, sino que por el contrario hace frente a la dificultad; porque sabe que, si trata de evitar el problema, crea otro mayor.

      La integridad, la honradez y la confianza guiaron la actividad de Dietrich que se desborda acompañada de una profunda magnanimidad y humildad, cualidades imprescindibles en todo comportamiento que deja huella

      Yo en mi casa, no tuve que discutir con mi padre sobre la existencia de valores permanentes. Mi padre también era hijo de artista como Dietrich. Fernando Labrada Chércoles17, pintor, fue director de la Academia de Bellas Artes de España en Roma, donde mi padre nació. Su hermano Antonio, arquitecto, reconstruyó la catedral de Sigüenza después de la guerra civil española.

      Siendo ingeniero de caminos, mi padre se crio en un ambiente cultural de belleza y verdad. Cada día me estimula la generosidad y altura de miras de mis padres que fraguaron nuestro crecimiento en su amor generoso y según mi percepción bajo dos coordenadas.

      Una sería el interés por la búsqueda y el conocimiento de la verdad; recordamos sin duda los hermanos las conversaciones en las comidas sobre el Ente, en las que apenas me atrevía a intervenir por ser de los pequeños y que marcaron mis inquietudes. Pero en mi casa, a diferencia de Dietrich las respuestas a la pregunta sobre el hombre: su origen, destino y misión, o valores que anclan a la persona en su identidad, estaban inspiradas en valores permanentes procedentes de la cultura greco-romana, realzados por el humanismo cristiano.

      La otra coordenada que orientó nuestro crecimiento fue el estilo de vida austero. En los años sesenta, en España y la mayoría de los países, no había peligro de vivir del despilfarro, pero el estilo de vida austero es más una elección libre de vivir sin apego a los bienes materiales, que no poder disponer de ellos. Se elige valorar todo lo que tienes como regalo y disfrutar de ello sin crearte necesidades, ataduras ni ansiedad. Es un estilo que aligera la vida de todo lo superfluo y desarrolla la capacidad de sorpresa: ante la naturaleza en todas sus versiones, ante una hoguera a la luz de las estrellas, ante el ruido del mar o la escucha del silencio; ante una conversación que abre horizontes; ante la música y el canto con la guitarra; ante todo aquello que es reflejo de la Belleza, de la Bondad y de la Verdad. “Llevemos ya desde ahora una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación de la gloria de Dios”18

      “La sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora. No es menos vida, no es una baja intensidad sino todo lo contrario. En realidad, quienes disfrutan más y viven mejor cada momento son los que dejan de picotear aquí y allá, buscando siempre lo que no tienen; son los que experimentan lo que es valorar cada persona y cada cosa y saben gozar con lo más simple. Así son capaces de disminuir las necesidades insatisfechas y reducen el cansancio y la obsesión. Se puede necesitar poco y vivir mucho, sobre todo cuando se es capaz de desarrollar otros placeres y se encuentra satisfacción en los encuentros fraternos, en el servicio, en el despliegue de los carismas, en la música, en el arte, en el contacto con la naturaleza, en la oración. La felicidad requiere saber limitar algunas necesidades que nos atontan, quedando así disponibles para las múltiples posibilidades que ofrece la vida”.19

      Mi infancia y adolescencia transcurrió entre el colegio, el Parque del Oeste próximo a nuestra casa, las reuniones semanales de los equipos de Boy Scouts en el garaje de Nieves Blanco en la C/ Nervión en el barrio del Viso, las excursiones de fin de semana y el campamento anual. La familia Blanco también puso a nuestra disposición un año para acampar su finca de Rascafría. Nieves, que nos amenizó muchas veladas y bailes con su acordeón, perdió la vida junto con su madre muy joven en la peligrosa carretera de bajada de Navacerrada a Rascafría. Su pérdida me advirtió de la fragilidad de la vida y de que a pesar de nuestra juventud la muerte se presenta para recordar la temporalidad de todo lo que nos ocupa y la fragilidad de la condición humana. La muerte de un ser querido invita a un buen vivir para un buen morir.

      En los veranos mis padres nos mudaban a Sigüenza, la ciudad del Doncel, a la que arribábamos con los baúles y el famoso saco familiar de zapatos para instalarnos tres meses como poco y es que el colegio comenzaba a primeros de octubre.

      A los 14 y 15 años hice mis primeras escapadas a Tapia de Casariego a casa de Pilarchu. Las estancias en Tapia donde estrenábamos cada mañana la playa de la Paloma con las hullas de las gaviotas, en busca de percebes en las rocas y de quisquillas en la bajada de la marea; las visitas al puerto; las excursiones a los lagos con