decálogo de Enrique Rojas
Enrique Rojas, catedrático de Psiquiatría en Madrid, habla con frecuencia de temas palpitantes, relacionados sobre todo con la comunicación y la armonía. Prepara un libro sobre la depresión. Y al hilo de los problemas que vivimos, con sus propias palabras, me he permitido confeccionar este Decálogo orientador para el ciudadano de a pie.
1. Hoy son muchas las personas que viven el «síndrome de amaro». El amaro es una planta labiada, que huele muy mal, pero cura ciertas afecciones de la piel. Extrapolando eso al lenguaje de la televisión, el síndrome de amaro es el deseo, el interés por conocer la vida de los famosos siempre que esté rota. La vida ajena de los llamados «famosos» sirve de pasatiempo, de entretenimiento; uno se sumerge en esas vidas truncadas y se olvida de la propia por un rato.
2. Uno de los azotes de la sociedad actual es el de las separaciones y parejas tan débiles. Para mí, no se trata de una crisis de la sociedad, sino que su origen es más profundo y preciso: es una crisis de la persona que, cada vez menos madura, con poco criterio y bombardeada por tantos mensajes tan contradictorios, se ve perdida y sin rumbo.
3. ¿Cómo mantenerse enamorado con el paso de los años? En la vida conyugal, uno sigue el rastro del otro muy de cerca. Conoce lo positivo y lo negativo del otro al milímetro. Mantenerse enamorado significa seguir admirando al otro, valorar sus esfuerzos para mejorar muchas vertientes y para sacar lo mejor que lleva dentro. Y después: complicidad, sentido del humor y desdramatizar adversidades...
4. ¿Por qué tantas depresiones? La depresión es uno de los signos de nuestro tiempo. Es la enfermedad del desencanto. Pero la palabra «depresión» se usa en exceso, y a cualquier descenso del estado de ánimo le llamamos depresión. La depresión auténtica es una enfermedad presidida por una tristeza profunda, que lleva al abatimiento y a la desesperanza; en ella se alinean una serie de síntomas muy concretos: sentimientos de culpa, ansiedad, vivir el presente empapado de un pasado que se percibe como negativo, dificultad para proyectarse hacia delante, ausencia de placer en las cosas que habitualmente lo producían y, en los casos más graves, ideas de suicidio.
5. Hoy se curan más del 90% de las depresiones llamadas endógenas, es decir, las que son biológicas, inmotivadas, de fondo hereditario. Las exógenas o reactivas dependen de los motivos que las hayan producido, por eso tienen una evolución más incierta. Hoy estamos en la década del cerebro. Los avances son espectaculares: los nuevos fármacos para la depresión cada vez mejores; los diseñados últimamente adelgazan, lo cual es de enorme interés, sobre todo para las mujeres. Otro ejemplo: en las depresiones resistentes a los fármacos habituales, contamos con un aparato que puede ayudarlas mucho: el estimulador magnético transcraneal, que, sin anestesia, activa ciertos neurotransmisores y produce una mejoría evidente del ánimo.
6. Ansiedad y depresión suelen ir asociadas. Se mezclan a la vez la melancolía y la inquietud interior. El resultado es un sufrimiento singular, de gran desgaste.
7. ¿Cuál es la mayor ansiedad del hombre moderno? Ansiedad es siempre miedo anticipatorio, vivir el presente lleno de un futuro incierto. Durante todo el siglo XX ha flotado en su atmósfera el mito del progreso indefinido, que ha culminado con grandes avances técnicos y con dos desastres humanos: el nazismo y el comunismo.
8. Contemplemos el futuro de nuestra sociedad: ¿por dónde irá el ser humano en las próximas dos o tres décadas? Debe ir por la senda de un nuevo humanismo: el gozo de ser persona, de vivir en una tecnología cada vez más precisa y refinada y, a la vez, abierta a los nuevos valores: la solidaridad, la secularidad bien entendida y, por supuesto, no relegar lo religioso al ámbito de lo privado, como una vuelta a las catacumbas.
9. Lo religioso debe estar presente en la vida social, sencillamente, porque la religión es la rebeldía del hombre que no quiere vivir como un animal, presidida por el amor verdadero. Europa está vieja y enferma. Los padres de ella, Monnet, Schuman, De Gasperi, eran profundamente creyentes. Hoy está vigente el nuevo código social, llamado «lo políticamente correcto», y el que se sale de ahí, lo pasa mal, pero hay que ir contracorriente. Gianni Vattimo habla del pensamiento débil; yo me refiero al hombre «light», centrado en el hedonismo, el consumismo, la permisividad y el relativismo.
10. Hay dos modos contrapuestos de relación sexual: el sexo sin amor y la sexualidad con amor comprometido. El primero es cuerpo a cuerpo, contacto sin vínculos, desechable, de «usar y tirar»; en él se utiliza el cuerpo del otro como objeto. El amor comprometido es una relación de persona a persona. Su principal característica es la integridad.
Ciertamente, el panorama de la sociedad, sus pilares principales y una visión trascendente del futuro, son recogidos en este decálogo, extraído de las palabras y declaraciones de Enrique Rojas. Puede servir de pauta para el hombre y la mujer de hoy, tantas veces inmersos en las tinieblas exteriores e interiores.
El hombre «light»
El hombre «light» es el hombre descafeinado, sin sustancia, sin valores, sin convicciones, sin firmeza, sin brújula. Es el hombre superficial y frívolo, pragmatista, incapaz de mantener compromisos serios.
Se alimenta de noticias, sigue la moda, vive la «cultura kleenex», la «cultura del usar y tirar, me gusta-me interesa». Tiene un gran vacío moral y no es feliz aunque tenga materialmente de todo. San Agustín planteó el vacío de su vida con esta plegaria anhelante:
Señor, nos hiciste para ti,
nuestro corazón está inquieto
hasta que descanse en ti.
Un día, san Agustín pudo decirle a Cristo:
«Luz de mi corazón,
no dejes que mis tinieblas me hablen».
Y Saint-Exupéry, el autor de El principito, muestra su lamento en esta frase:
«Estoy profundamente triste porque mi generación está vacía de ideales. El hombre se muere de sed. No hay más que un problema, uno solo en todo el mudo: dar de nuevo a los hombres sin sentido espiritual, inquietudes espirituales. Hacer llover sobre ellos algo que se parezca al canto gregoriano».
Y Malraux lo dijo más proféticamente:
«El siglo XXI será religioso o no será, porque una sociedad de consumo a la ultranza no basta para saciar las aspiraciones humanas y más nobles del hombre».
El poema más breve sobre Dios
El poema más breve sobre Dios, lo ha escrito un obispo misionero, monseñor Pedro Casaldáliga. Y dice así:
«Mi Dios,
¿me deja ver a Dios?».
Porque, a veces, ese Dios, forjado por los vaivenes culturales, por la casuística enseñada o novelada, nos va presentando a un Dios que nada tiene que ver con el Dios revelado en Cristo Jesús.
Quizá por eso, Casaldáliga, en un arrebato de sinceridad consigo mismo, clama por la pureza de un conocimiento de Dios, alejado de nuestras propias limitaciones, de esas cápsulas en las que tantas veces lo encerramos o lo enterramos para que no nos moleste. Sin darnos cuenta, nos fabricamos un Dios a nuestra medida, o lo que es peor, alguien lo fabrica a su medida y nosotros lo asumimos como si fuera el verdadero Dios.
A este obispo misionero se debe también un hermoso «Yo pecador»:
«Yo, pecador y obispo,
me confieso de haber llegado a Roma
con un bordón agreste;
de sorprender el viento entre las columnatas
y de ensayar la quema a las barbas del órgano;
de haber llegado a Asís,
cercado de amapolas.
Confieso
de soñar con la Iglesia,
vestida solamente de Evangelio y sandalias;
de creer en la Iglesia,
a pesar de la Iglesia, algunas veces;
de