Pablo Cervera Barranco

Vía crucis con los santos


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      Padre bueno, concédenos la gracia de celebrar con fe los misterios de la pasión de tu Hijo Jesús, para que podamos así experimentar la grandeza de tu salvación. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.

      R/ Amén.

      Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

      R/ Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí.

      Santa Teresa del Niño Jesús

      V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

      R/ Porque con tu Santa Cruz has redimido al mundo.

      Palabra de Dios

      Mc 15,13-15

      La gente volvió a gritar: «¡Crucifícale!». Pilato les decía: «Pero, ¿qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaron con más fuerza: «¡Crucifícale!». Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuera crucificado.

      Reflexión

      Al volver a mi celda, me preguntaba qué pensaría Jesús de mí, y al instante me acordé de aquellas palabras que un día dirigió a la mujer adúltera: «¿Ninguno te ha condenado?». Y yo, con lágrimas en los ojos, le contesté: «Ninguno, Señor... ni mi madrecita, imagen de tu ternura, ni mi hermana Sor San Juan Bautista, imagen de tu justicia, y sé muy bien que puedo irme en paz, ¡porque tú tampoco me condenarás...!».

      Oración

      Señor Jesucristo, que fuiste conducido al suplicio de la cruz por la redención del mundo, perdona, en tu bondad, nuestras culpas pasadas y presérvanos de las futuras. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

      R/ Amén.

      Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

      R/ Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí.

      Beata Teresa de Calcuta

      V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

      R/ Porque con tu Santa Cruz has redimido al mundo.

      Palabra de Dios

      Mt 27,1-2

      Llegada la mañana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Y después de atarle, le llevaron y le entregaron al procurador Pilato.

      Reflexión

      El pequeño niño que tiene hambre, que se come su pan pedacito a pedacito porque teme que se termine demasiado pronto y tenga otra vez hambre. Esta es la primera estación del calvario.

      Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

      R/ Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí.

      San Juan Pablo II

      V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

      R/ Porque con tu Santa Cruz has redimido al mundo.

      Palabra de Dios

      Mc 15,13-14

      ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!

      Reflexión

      La sentencia de Pilato fue dictada bajo la presión de los sacerdotes y de la multitud. La condena a muerte por crucifixión debería de haber satisfecho sus pasiones y ser la respuesta al grito: «¡Crucifícale! ¡Crucifícale!» (Mc 15,13-14, etc.). El pretor romano pensó que podría eludir el dictar sentencia lavándose las manos, como se había desentendido antes de las palabras de Cristo cuando este identificó su reino con la verdad, con el testimonio de la verdad (Jn 18,38). En uno y otro caso Pilato buscaba conservar la independencia, mantenerse en cierto modo «al margen». Pero eran solo apariencias. La cruz a la que fue condenado Jesús de Nazaret (Jn 19,16), así como su verdad del reino (Jn 18,36-37), debía de afectar profundamente al alma del pretor romano. Esta fue y es una realeza frente a la cual no se puede permanecer indiferente o mantenerse al margen.

      El hecho de que a Jesús, Hijo de Dios, se le pregunte por su reino, y que por esto sea juzgado por el hombre y condenado a muerte, constituye el principio del testimonio final de Dios que tanto amó al mundo (cf Jn 3,16). También nosotros nos encontramos ante este testimonio, y sabemos que no nos es lícito lavarnos las manos.

      Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

      R/ Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí.

      II. ESTACIÓN: Jesús carga con la cruz

      San Agustín

      V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

      R/ Porque con tu Santa Cruz has redimido al mundo.

      Palabra de Dios

      Mt 27,27-31; Jn 19,17

      Entonces los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»; y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza. Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle.

      Reflexión

      En la cruz están representadas las dimensiones del amor de Cristo, que sobrepasa todo conocimiento, como dice el apóstol: la amplitud, la longitud, la altura y la profundidad. La cruz es amplia en el travesaño sobre el que se extienden las manos del Crucificado: es el signo de las obras buenas, en la anchura del amor gratuito. La Cruz es larga en el travesaño que desciende hasta en tierra: allí se fijan la espalda y los pies como signo de la perseverancia en la extensión del tiempo, hasta el final. La cruz es alta en el ápice que se levanta sobre el travesaño como signo de la finalidad superior a la que están ordenadas todas las obras: todo lo que se realiza en anchura y en longitud, es decir, con amor y perseverancia, se hace por la altura de los dones divinos. La cruz es profunda en la parte de la viga que se hunde en la tierra: les está oculta y no se puede ver, pero de ahí surge su parte visible y gloriosa, precisamente como cada bien nuestro proviene de la profundidad de la gracia de Dios que escapa a nuestra comprensión y a nuestro juicio.

      Esta es la cruz de Cristo, este es el signo de Cristo que todos conocen, el signo que se pone en la frente de los creyentes, sobre el agua del bautismo con la cual renacen, sobre el aceite del crisma con el que son consagrados, sobre el sacrificio con el cual son alimentados. En la celebración de los sacramentos todo bien nos viene a través de la cruz de Cristo.

      Oración

      Oh Dios, principio y fin de todas las cosas, que reúnes a toda la humanidad en el templo vivo de tu Hijo; haz que mediante las vicisitudes, felices y tristes, de este mundo, mantengamos fija la esperanza de tu reino, seguros de que en nuestra paciencia tendremos la vida. Por Cristo, nuestro Señor.

      R/ Amén.

      Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

      R/ Pequé, Señor, pequé. Ten piedad y misericordia de mí.

      San Juan de Ávila

      V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

      R/ Porque con tu Santa Cruz has redimido al mundo.

      Palabra de Dios

      Is 50,5-7

      El Señor me ha abierto el oído. Y yo no me resistí, ni me hice atrás. Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban, mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y salivazos. Pues el Señor habría de ayudarme para que no fuese insultado, por eso puse