Domiciano. Gregorio López lo fundamenta por su cronología de persecuciones, también basada en el Apocalipsis. Según esa cronología, hubo 10 emperadores persecutores y al momento de la aparición del libro de la Revelación, ya había pasado el reinado de los primeros dos, porque Domiciano ya estaba por morir cuando san Juan escribió su obra. Primero, Gregorio López dice en el prólogo de su Tratado:
Es de notar, que diez persecuciones generales que la Iglesia padeció, ya eran pasadas las dos, quando san Juan Evangelista escribió este Libro por mandado de nuestro Redentor, porque Nerón, que fue el primer perseguidor, ya era pasado Domiciano, que fue el segundo, el qual desterró a san Juan a la isla de Pathmos, donde escribió este Apocalipsi, murió estando desterrado aquí san Juan, y el Senado Romano le alzó el destierro, de donde volvió a Epheso.[32]
En el capítulo vi, Gregorio López da una breve explicación acerca de las circunstancias en las cuales apareció el libro de la Revelación:
Para entender mejor el principio de este libro, es de notar, que como se dixo en el prólogo de diez persecuciones generales que la Iglesia padeció de emperadores romanos, ya estaban pasadas dos, la de Nerón, que fue el primero, el qual acabó mal, porque él mismo se mató; la segunda, de Domiciano, al qual mataron los criados: éste desterró a san Juan a la isla de Pathmos, el año catorceno de su imperio, y el quinceno murió; y así fue alzado a san Juan su destierro, habiendo estado un año en la isla. Quando san Juan Evangelista escribió este libro por mandado de nuestro Redentor, porque Nerón, que fue el primer perseguidor.[33]
Es cierto que aquí Gregorio López reproduce las consideraciones que eran propias para la mayoría de los Padres de la Iglesia a partir de san Ireneo de Lyon, quien también estaba convencido en que el libro de la Revelación apareció en los últimos años del reino del emperador Domiciano, es decir, en los años 95-96. En el libro V de su tratado “Contra los herejes” Ireneo diserta sobre la personalidad del Anticristo, propone sus versiones acerca de su nombre posible y concluye sus razonamientos de la siguiente manera: “Sin embargo, no me atreveré a declarar eso como el nombre del Anticristo, sabiendo que si hubiera sido necesario anunciar su nombre abiertamente para el tiempo presente, lo declararía por aquella persona que experimentó la Revelación que aconteció no mucho antes de nuestra época, casi en nuestra propia generación (σχεδὸν ἐπὶ τῆς ἡμετέρας γενεᾶς), al final del reino de Domiciano (πρὸς τῷ τέλει τῆς Δομετιανοῦ ἀρχῆς).[34] El obispo de Petovio (actualmente Ptuj en Eslovenia) Victorino, quien murió como mártir en el año 304 durante las persecuciones de Diocleciano, se conoce también como el autor del Comentario sobre el Apocalipsis más antiguo escrito en la lengua latina. En el capítulo 10 de su obra Victorino, igual que Irineo, afirma que el libro del Apocalipsis apareció precisamente durante la época de Domiciano. En un párrafo que nos parece bastante importante, Victorino dice que san Juan fue exiliado para los trabajos forzados en las minas a la isla de Patmos (in insula Pathmos in metallo damnatus) por orden del emperador Domiciano y allí sufrió su experiencia visionaria en torno de los acontecimientos apocalípticos, y luego, cuando ya pensaba que pudiera recuperar la libertad por su vejez, aconteció el asesinato de Domiciano. Después de eso el apóstol resultó absuelto por el Senado[35] y recibió el permiso de mudarse a la ciudad de Éfeso, en donde nunca se cansó de predicar a las comunidades tanto de Éfeso, como de otras ciudades microasiáticas. Casi la misma información transmite san Jerónimo en su catálogo “Sobre hombres ilustres”, añadiendo también que después del asesinato de Domiciano sus órdenes fueron revisadas y anuladas por el Senado por su carácter demasiado cruel e ilegal. Así, por haber suavizado la ley por parte del Senado, san Juan pudo llegar a Éfeso durante el breve reino del emperador Nerva (96-98), en donde permaneció hasta la llegada al poder del emperador Trajano. Estando allá, dirigió sus mensajes pastorales a las comunidades del Asia Menor y falleció teniendo más de 90 años de edad (“en el año sexagésimo octavo después de la pasión de nuestro Señor) y fue sepultado cerca de la misma ciudad en donde residió.[36]
Parece importante que los fragmentos arriba citados del Tratado de Gregorio López reproducen de una manera similar los fragmentos de Victorino y de san Jerónimo; creo que no será desacertado decir que el ermitaño podría haber consultado esas fuentes. Al resumir la tradición anterior sobre la fecha de la aparición del Apocalipsis, el ermitaño novohispano la transmitió para las generaciones posteriores de los comentaristas. Más aun, ese punto de vista, formulado por Ireneo, Victorino y san Jerónimo, resumido por Eusebio y transmitido por López, de cierta manera permaneció incólume hasta el siglo xx. Por ejemplo, George Beasley-Murray afirma que “la tradición cristiana unánimemente representa a Domiciano como el primer perseguidor de los cristianos después de Nerón”.[37] Sin embargo, “la tradición cristiana”, a que se refiere el investigador, sólo se limita a los autores como Victorino, san Jerónimo y Eusebio. No podemos pasar por alto la importancia de aquellos autores, sin embargo, ha existido otra parte de la tradición que resultó ignorada tanto por Gregorio López como por los comentaristas de las épocas posteriores.
En primer lugar se tiene que mencionar a Clemente de Alejandría, quien escribe que el trabajo pastoral de todos los apóstoles (incluyendo lo de san Pablo) se ha terminado durante el reino de Nerón (ἡ δὲ τῶν ἀποστόλων αὐτοῦ μέχρι γε τῆς Παύλου λειτουργίας ἐπὶ Νέρωνος τελειοῦται);[38] será lógico concluir que, además de Pablo, aquí se debería agregar también el nombre de san Juan como Apóstol. Parece muy interesante la nota de Epifanio de Salamina, quien en su catálogo de herejías llamado Panarion caracteriza a aquellos que no aceptan el Apocalipsis como libro sagrado. Afirma que san Juan fue exiliado a la isla de Patmos durante el reino del emperador Claudio (προφητεύσαντος ἐν χρόνοις Κλαυδίου Καίσαρος..., ὃτε εἰς τὴν Πάτμον νῆσον ὑπῆρχεν).[39] Esa afirmación parece sorprendente, pero algunos investigadores opinan que aquí no se habla del emperador Claudio quien reinó entre 41 y 54, sino de Nerón, cuyo nombre completo es Nerón Claudio César Augusto Germánico.[40]
Los fragmentos que acabamos de citar podrían parecer poco significantes y quizás por eso Gregorio López los omite para no desviarse de la tendencia básica formulada y transmitida por Eusebio y por los comentaristas latinos del siglo iv. Mientras tanto, es curioso notar que los comentarios que ponen la fecha del Apocalipsis en el tiempo de Nerón son los más antiguos, aunque no hayan formado una rama distinta de la tradición. Sin embargo, merecen una atención especial, porque por su antigüedad y por mantenerse cronológicamente más cerca a los tiempos de san Juan, podrían haber conservado una información perdida o tergiversada por las generaciones posteriores.
Parecen significativos los datos que contiene el famoso Fragmento Muratoriano, cuyo texto, aunque conservado en un manuscrito del siglo viii descubierto por Ludovico Antonio Muratori en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, se remonta a la segunda mitad del siglo II (eso indica, entre otras cosas, la referencia a la muerte del papa Pío I como un acontecimiento reciente, o la afirmación que el Pastor de Hermas, uno de los textos más importantes de la literatura cristiana antigua, fue escrito muy recientemente, en nuestros tiempos –nuperrime temporibus nostris–, cuando el hermano de Hermas, Pío, ocupaba la sede episcopal de Roma en los años 142-157), aunque la lengua del escribano se ve como un “latín bárbaro”, muy característico para el alto medievo, con una ortografía desigual; es un ejemplo de la negligencia con la cual los escribanos medievales copiaban los textos antiguos.[41] Veamos un extracto de ese Fragmento Muratoriano en donde se menciona a san Juan como el predecesor de san Pablo apóstol:
47. […] cum ipse beatus
48. apostolus paulus sequens prodecessoris sui
49. iohannis ordine non nisi nominati sempte
50. ecclesiis scribat
[…]
56. tamen per omnem orbem terrae ecclesia
57. deffusa esse denoscitur et iohannis eni in a