Carmen Gloria Fenieux y

Sexo y psicoanálisis


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con el placer de la diferenciación de la vida. “Uno mandando y otro mandado, todo mezclado”, dicen los versos.

      Las diferencias, según lo planteado, hablan, entonces de sexualidad. La búsqueda de las mezclas señalan a la perversión. El riesgo de afirmar esto reside en considerar que un pensamiento que se asiente sobre la clasificación y la jerarquización de las ideas sea necesariamente, por su interés en distinguir, lo opuesto a lo perverso.

      Es así la intimidad adulta la que permite que el “perverso polimorfo” que todos llevamos dentro se exprese plenamente y se dé la libertad de ser creativo e imaginativo en la conducta sexual. Sin embargo pareciera ser que lo que principalmente caracteriza esta intimidad es la posibilidad de satisfacer la pulsión muda y extremadamente egocéntrica considerando al otro como otro y no como un objeto de satisfacción y de descarga.

      Sin embargo todo esto en la intimidad implica la posibilidad de asumir y expresar la polimorfía de una perversión de un modo adecuado. Se equivocaba Hartmann, en mi criterio, cuando decía que el objeto de estudio del psicoanálisis es la adaptación. Pero no me parece que se equivocaba al darle a la adaptación un sentido tan primordial en nuestra existencia.

      El problema está en considerar cuán cerca está la adaptación de lo reprimido, lo que implica que somos adultos en tanto reprimidos. La intimidad como condición para no reprimirse. Sabemos que esto no es cierto. Estamos siempre, cuando nos asumimos como “normales”, sometido a una escala de valores que, sin duda tiene un sentido radical, pero que es apta para instituirse subrepticiamente como forma de la represión. Aún en la intimidad. El psicoanálisis como terapia debería lograr esta liberación.

      Capitulo II

      Pensando con Winnicott la erótica y

      el amor en la sociedad contemporánea

      Noemi Lutsgarten

      Relaciones entre la satisfacción pulsional y el amor.

      1.- En la constitución subjetiva.

      2.- En la vida amorosa y en la contemporaneidad.

      3.- En la clínica psicoanalítica, en la transferencia.

      Freud propone la paradigmática experiencia de satisfacción. En esta experiencia de satisfacción pulsional con el pecho materno se inicia ese primer amor oral canibalístico. Las vicisitudes de esa experiencia van a dejar marcas, satisfacciones gozosas placenteras dolorosas. Primeros sentidos, vividos, sentidos en el cuerpo. Antecesores de sentidos a advenir a ser pronunciados, adjetivados, pero que nunca podrán ser recubiertos totalmente por las palabras. Satisfacciones particulares que han de marcar los senderos de la pulsión, y sus descargas. Sabemos que a estas primeras marcas en este nivel semiótico (Kristeva) pre edípico, se han de agregar otras, simbólicas, ligadas al atravesamiento edípico, a sus elecciones de objeto, a las identificaciones a que éste dio lugar.

      Kristeva retoma la relación con el pecho como el prototipo de la relación amorosa, en la que el amor incluye el goce.

      Me parece interesante retomar esta perspectiva de la relación entre sexualidad, satisfacción pulsional y amor y pensarla a partir de la noción de experiencia. Hablamos desde el psicoanálisis de experiencia de satisfacción, experiencia de dolor , experiencia de ilusión con Winnicott. La idea de experiencia, no se deja definir con precisiones rigurosas, conserva una raigambre corporal multisensorial.

      En relación a la sexualidad, Foucault destaca como fue “puesta en discurso”. Desde fines del siglo XIX, cada vez se habla más de ella. Esta puesta en discurso de la sexualidad queda entramada en nuevas relaciones de poder.

      No es lo mismo la época victoriana que corresponde al paradigma de la soberanía que la época actual. Época en la cual Freud descubre el psicoanálisis, en la que el juego de relaciones de poder validaba la sexualidad en especial de la mujer solo dentro del marco del amor consagrado en matrimonio y al servicio de la reproducción.

      Destaquemos que esta puesta en discurso de la sexualidad entramada en las relaciones de poder y apoyada en la ciencia como casi único referente del criterio de veridicción, permitió tipificar la sexualidad en normal y anormal, produciendo de este modo efectos de control y de dominación que hacían invivible la satisfacción sexual, para aquellos que no encajaban en los criterios validados de normalidad.

      También permitió la creación del psicoanálisis y su método. En relación a la mujer, le dio acceso a la posibilidad del placer en la sexualidad al darle la palabra a las histéricas y reconocer los efectos de la represión de su sexualidad. Religó la sexualidad al placer, a los placeres con la afirmación de que la sexualidad humana era perversopolimorfa. La liberó de su función exclusiva en relación a la procreación, y le otorgó un valor individual como fuente de placer.

       Escuchemos a Roland Barthes en su libro “Fragmentos de un discurso amoroso” dice: “El ser amado es reconocido por el sujeto amoroso como “átopos” (calificación dada a Sócrates por sus interlocutores), es decir como inclasificable, de una originalidad incesantemente imprevisible.

      Atópico, el otro hace temblar el lenguaje, no se puede hablar de él, sobre él; todo atributo es falso, doloroso, torpe, mortificante. El otro es incalificable, ese sería el verdadero sentido de átopos.

      Y continúa Barthes en Lo obsceno del amor, (pág. 194), dice: “La carga moral decidida por la sociedad para todas las transgresiones golpea todavía más hoy la pasión que el sexo. Todo el mundo comprenderá que X... tenga “enormes problemas” con su sexualidad; pero nadie se interesará en los que Y... pueda tener con su sentimentalidad: el amor es obsceno en que precisamente pone lo sentimental en el lugar de lo sexual.”

      Me pregunto: ¿esto sigue vigente hoy? ¿Es posible que haya una mayor aceptación de la afectividad en el amor para el hombre? Hay una liberación de la satisfacción sexual, que desliga esa satisfacción de la pareja consagrada como única alternativa o como alternativa dominante en la época victoriana tanto para el hombre como para la mujer.

      ¿Cómo afecta esa liberación cuando preexiste la tendencia a la retracción y a la escisión como defensa frente a las vicisitudes de la dependencia? El desengaño amoroso suele ser motivo de consulta. La subjetividad actual está más expuesta a sufrirlo, efecto de una mayor posibilidad y libertad de elección y de una mayor frecuencia y legitimación de las separaciones.

      ¿Qué sucede hoy entre la afectividad, el amor y la sexualidad a partir de estos cambios?

      Volvamos a la experiencia de satisfacción acompañados por Winnicott.

       Winnicott es un autor que nos trae los modos singulares en que se experimento la experiencia de satisfacción, ese primer amor. Su enfoque se centra en el lugar del Otro en la constitución subjetiva, en la dependencia y sus modos de presentación. Nos habla de satisfacción con o sin ilusión, satisfacción con o sin acoplamiento rítmico. Satisfacciones que se dan en un clima intrusivo traumático. Los ritmos, presencia ausencia de la madre, sus modos de darse, más o menos sensibles, tiernos, seductores, rutinarios, incluso violatorios, dejan su impronta en los destinos pulsionales prerrepresivos, en la fijación a determinados modos y vías de descarga pulsional a sus intensidades, incidiendo en la gramática pulsional, en la condición erótica y en los modos de descarga. Son modos de satisfacción que nos constituyen, somos esos modos de satisfacción.

       Por otra parte, la calidad en que se dieron esas satisfacciones incide también en la disposición a creer y confiar en el otro, invitando a investir al objeto y evitando la escisión y sus efectos de empobrecimiento en la investidura pulsional (falso self) .Estas experiencias primarias presubjetivas facilitan o perturban integrar la satisfacción pulsional y la entrega amorosa. Facilitan el goce de la intimidad o llevan a evitarla y a sufrir sus consecuencias.

      Resulta interesante considerar con los aportes de Winnicott las vicisitudes prerrepresivas de las pulsiones, el nivel semiótico según Kristeva y su incidencia en la sexualidad y el amor.

      “¿Qué quiero