que los hombres fueran instruidos acerca de lo divino por Revelación divina. Por todo ello se deduce la necesidad de que, además de las materias filosóficas, resultado de la razón, hubiera una doctrina sagrada, resultado de la Revelación27.
Estudiar y enseñar esta doctrina sagrada fue su vocación, razón de ser de sus clases y de sus escritos. Los superiores no obstaculizaban la labor docente de Tomás; por el contrario, todos sus destinos se ordenaban siempre a fructificar sus talentos para bien de la Iglesia. Y, en esa línea, le fue encomendada una nueva responsabilidad, la de lector del convento de Viterbo; el nuevo papa, Clemente IV, se había trasladado a dicha ciudad, y el capítulo general de la Orden deseaba que hubiera cerca de la curia pontificia frailes que pudieran servirla adecuadamente.
Poco duró, sin embargo, la estancia en Viterbo, pues el estallido en París de nuevos ataques contra los mendicantes llevó al maestro general, Juan de Vercelli, a poner de nuevo en la cátedra parisina al Angélico y a Pedro de Tarantasia, aun estando el curso a medias. Su segunda regencia fue extraordinariamente fecunda: cumplió sus deberes profesionales, sin abandonar las clases a pesar de la huelga de los maestros; defendió a los mendicantes; disputó contra los averroístas y redactó gran parte de la Summa Theologiae, importantes cuestiones polémicas y densos comentarios a las principales obras de Aristóteles, destinadas ahora a jóvenes maestros de filosofía. Su estilo docente también había madurado, apreciándose un tono más humano y menos intelectualista. Durante su estancia en París fue solicitado en numerosas ocasiones para dar su opinión sobre diversos asuntos; su opúsculo De motu cordis lo escribió precisamente como respuesta a una consulta del médico Felipe de Caestrocaeli.
Al ser requerido nuevamente a Italia, la Facultad de Artes de París reaccionó a fin de que Tomás no marchara; el mismo claustro de profesores, con el rector a la cabeza, envió una infructuosa carta oficial al capítulo general de los dominicos. El Aquinate había sabido ganarse el respeto no sólo de los teólogos, sino de los filósofos, en cuya facultad tanto había cuajado el averroísmo por él combatido. Su nueva misión iba a ser fundar otro studium generale en el convento de la provincia romana que Tomás considerara más conveniente. Y escogió San Domenico en Nápoles, no por razones sentimentales, sino pedagógicas: un lugar estable, con un clima favorable para los estudios y de gran vitalidad; se encontraba allí, en efecto, la universidad fundada por Federico II, de la que parece seguro fue nombrado Tomás maestro regente de teología. De su enseñanza en Nápoles es de destacar la profunda impresión que causó en su discípulo Guillermo de Tocco, quien llegó a ser promotor de su causa de canonización. La obra académica de esta época es la Postilla super Psalmos, en la que pretendió sobre todo el aprovechamiento de los fieles al interpretar los salmos siempre con relación a Cristo y la Iglesia. Además, se dedicó con todas sus ansias a intentar terminar la Summa Theologiae y los comentarios aristotélicos. Otro fruto destacable de su magisterio escrito, dedicado a su fiel secretario Reginaldo de Piperno, fue el inconcluso Compendium theologiae, breve y pedagógica exposición de la doctrina cristiana.
El 6 de diciembre de 1273, como ya hemos indicado antes, su boca enmudeció y su mano dejó de escribir: no se veía capaz de enseñar lo que le desbordaba. Aun su estado, y siempre en obediencia, se puso en camino hacia el segundo Concilio de Lyon; mas no llegó, el Divino Maestro le visitó en la abadía cisterciense de Fossanova el 7 de marzo de 1274 y lo llevó consigo.
1.3. La filosofía de la educación en la obra de santo Tomás
¿Estuvo acompañada esta fecunda actividad docente del maestro Tomás de Aquino por una doctrina acerca de la educación a la que nos podamos acercar? Cierto es que quien la busque por vez primera se encontrará ante una grave dificultad, capaz de desanimarlo ya en sus primeros pasos, y es que no hay en su obra ningún tratado sistemático dedicado a dicha temática. Esto podría llevarle a pensar que no es posible adentrarse en el saber pedagógico desde el pensamiento del Ángel de las Escuelas, y nada más lejos de la verdad. Santo Tomás afirmó los principios fundamentales de la pedagogía, tanto desde el dato revelado -teología de la educación-, como por medio de la luz natural de la razón humana -filosofía de la educación-, pero lo hizo con ocasión de estudiar otras cuestiones28. Nos toca ahora a nosotros hallar dichos principios, ordenarlos y deducir las consecuencias.
Tendremos, pues, que comenzar rastreando los lugares en los que Tomás dice algo expresamente sobre el tema:
a) Los más claros son aquellos que tratan de la educación intelectual29. Destaca la cuestión undécima del De veritate (conocida como De magistro), consistente en una toma de posición frente a la tesis del neoplatonismo agustiniano según la cual la causa eficiente principal en el enseñar y el aprender es el Verbo divino. La polémica contra los averroístas latinos, quienes consideraban que el entendimiento posible de todos los hombres es sólo uno, le llevó a precisar aún más respecto de la causalidad propia del discípulo, y no instrumental, en la adquisición de la ciencia; escribió entonces la «Solutio rationum quibus videtur probari unitas intellectus possibilis» en el capítulo 75 del libro segundo de la Summa contra gentiles; los dos primeros artículos de la cuestión 117 de la primera parte de la Summa Theologiae y un denso texto del capítulo 7 del De unitate intellectus contra Averroistas Parisienses. Son textos, pues, de pedagogía especulativa -aunque pueden extenderse sin problemas a toda educación-, centrados en la cuestión de la causa eficiente. También se puede citar la Epistola de modo estudendi, en la que santo Tomás da varios consejos al hermano Juan acerca del mejor modo de estudiar, y las cuestiones que dedica a la virtud de la estudiosidad y al vicio de la curiosidad (Summa Theologiae II-II, q.166-167).
b) Otro grupo de textos fácilmente identificables son los referidos a la educación de la fe. Tomando como modelo la enseñanza de Cristo (Summa Theologiae III, q.42), y basándose en lo que es esencialmente educar, explica en diversos lugares el oficio de enseñar la Sagrada Doctrina. Así, por ejemplo, cuando habla de las gracias gratis datae (Summa Theologiae I-II, q.111, a.4; Summa contra gentiles III, q.154), al explicar el sacramento del bautismo (Summa Theologiae III, q.66-69), en el comentario a la analogía paulina entre la Ley antigua y el oficio de pedagogo (Super Epist. S. Pauli Apost. ad Galatas expositio III, lect.8), en el prólogo de la Summa Theologiae, etc. Mas el texto que consideramos capital al respecto es el Principium, su lección inaugural como nuevo magister in Sacra Pagina en la Universidad de París.
c) Muy dispersos son los textos que hablan de la educación en general. La mejor pista nos la proporciona su análisis del sacramento del matrimonio, cuyo fin no sólo es la generación de la prole, sed traductionem, et promotionem usque ad perfectum statum hominis, inquantum homo est, qui est virtutis status30. Tenemos aquí un precioso obsequio de Tomás, su definición de educación. Estos textos en los que la educación es explicada como fin del matrimonio los hallamos, sobre todo, en las distinciones 26 a 42 de su comentario al libro cuarto de las Sentencias de Pedro Lombardo, en los capítulos 122 a 127 del libro tercero de la Summa contra gentiles y en la cuestión 15, dedicada a la lujuria, de la cuestión disputada De Malo. Podemos mencionar además su sermón Puer Jesus -con su continuación Jesus proficiebat-, que trata del perfeccionamiento del hombre.
Una vez localizado lo que dice santo Tomás sobre la educación se podrá después partir en busca de aquellos otros lugares en los que, aun sin hablar de aquélla, da las razones que la explican o proporciona los puntos de apoyo necesarios para extraer las consecuencias debidas. Así, por ejemplo, aun no apareciendo sobre la educación moral nada en concreto, nos es posible a partir de la Prima Secundae de la Summa Theologiae o de la cuestión disputada De virtutibus in communi construir una recia pedagogía moral31. Tendremos de este modo una filosofía de la educación ad mentem del Aquinate, cimentada en lo expresamente escrito por él. Intentaremos de este modo eludir la crítica realizada por Millán Puelles en el prólogo a su obra La formación de la personalidad humana, cuando asegura que el pensamiento de santo Tomás acerca de la educación suele estar poco o mal estudiado, precisamente, por no remitirse a sus textos:
Los escasos estudios sobre las ideas de santo Tomás acerca de la educación suelen, en efecto, consistir en las propias ideas de los autores de estos mismos estudios, inconcretamente referidas a unos pocos textos y acogidas al cómodo expediente de una filosofía ad mentem Divi Thomae que se dispensa de acudir