se enfrentaron a los sublevados. Esta decidida reacción, sorprendiendo a los sublevados, hizo fracasar el golpe en zonas donde éstos contaban con su éxito. Este fue el caso de Barcelona donde fracasó el general Goded, uno de los puntales de la conspiración. El paradójico efecto de la sublevación fue que en las zonas donde fracasó, se inició una revolución social, justo lo que se supone querían evitar los rebeldes al sublevarse.
Manuel Azaña, presidente de la República, cesó a Casares Quiroga y encargó la formación de un nuevo gobierno a Martínez Barrio que intentó formar un gobierno de concentración excluyendo a la CEDA por la derecha y a los comunistas por la izquierda. Barrio creyó que todavía era posible evitar la Guerra Civil y el 19 de julio se puso al habla con el general Mola, éste descartó toda posibilidad de reconciliación: "Ni pactos de Zanjón, ni abrazos de Vergara, ni pensar otra cosa que no sea una victoria aplastante y definitiva". Barrio, el 1 de agosto diría:
Simplemente se trata de sustituir la voluntad general del pueblo entero por la de una clase deseosa de perpetuar sus privilegios. Ni amor a España, ni inquietud por el cuerpo de la Patria, ni temores de desmembramiento, no zozobra por el desarrollo de su economía. Nada de lo que se ha dicho y propagado es el verdadero origen de la revuelta. Se disfrazan con frases sonoras para encubrir la turbia e inconfundible realidad.
El diario ABC de Sevilla, ese mismo agosto, recogía una proclama de Franco: "Este es un movimiento nacional, español y republicano que salvará a España del caos en que se pretendía hundirla. No es el movimiento de defensa de determinadas personas; por el contrario, mira especialmente por el bienestar de las clases obreras y humildes". Los sublevados pronto se auto denominaron "nacionales" y al levantamiento y posterior Guerra Civil los calificarían de "Cruzada": "Está probado hasta la saciedad que nuestra Cruzada fue una lucha clara como la luz entre el cristianismo y el espíritu del mal".
El inicio de la Guerra civil desató los odios incubados durante largo tiempo. En el territorio controlado por la República los revolucionarios se dedicaron al asesinato de todos aquellos que identificaba como enemigos. Los curas y frailes fueron especialmente perseguidos y en las grandes ciudades se generalizaron los paseos. En la zona nacional, al odio se unió la estrategia. Yagüe tras tomar Badajoz, después de desatar una feroz represión que acabó con la vida de miles de personas, comentaría a un periodista: "Naturalmente que los hemos matado, qué suponía usted iba a llevar a 4.000 prisioneros rojos en mi columna, teniendo que avanzar contra reloj o iba a dejarlos en retaguardia para que Badajoz fuese roja otra vez". Desde el primer día se pudo percibir el odio en las proclamas de los sublevados. Queipo de Llano el 18 de julio, el mismo día del levantamiento, diría a través de Radio Sevilla: "Los moros cortarán la cabeza a los comunistas y violarán a sus mujeres. Los canallas que aún pretendan resistir serán abatidos como perros”.
Inmediatamente iniciada la sublevación comenzaron los juicios sumarísimos y los fusilamientos. El General Mola ya había mandado instrucciones días antes de la sublevación: "Ha de advertirse a los tímidos y vacilantes, que aquel que no esté con nosotros está contra nosotros, y que como enemigo será tratado. Para los compañeros que no son compañeros, el movimiento triunfante será inexorable". Los generales Batet en Burgos, Campins en Granada, Romerales en Ceuta, Salcedo, Caridad Pita y el Contralmirante Azarola en Ferrol, Nuñez de Pardo en Zaragoza, así como otros, son fusilados por no sumarse a la sublevación. Y en la zona republicana los generales Goded y Fernández Burriel en Barcelona, Fanjul en Madrid, García Aldave en Alicante, González de Lara en Salamanca, Milans del Bosch en Menorca, Patxot en Málaga, también junto a otros, fueron fusilados por sublevarse contra el Estado. Cuando llegó Franco a Tetuán, su primo hermano Ricardo de la Puente Bahamonde, comandante del aeródromo, estaba en espera de que se tomase la decisión de fusilarlo por haber permanecido al lado de la República. Franco, fingiendo estar enfermo, cedió el mando para que otro firmase la orden de ejecución. Mola diría: "Esta es una guerra sin consideraciones. Yo veo en las filas contrarias a mi padre y lo mato".
La Guerra civil fue calificada desde el bando sublevado como una “gran cruzada”, un enfrentamiento entre “la verdadera España” contra la “anti-España”, entre “las fuerzas de la luz” y las “fuerzas de las tinieblas”.
Primeros meses de guerra
Inmediatamente llegó a Tetuán, Franco, entre las primeras medidas que tomó, una fue la de procurar la ayuda internacional. Envió a Bolín en el Dragon Rapide a Lisboa para informar a Sanjurjo y posteriormente viajar a Italia para garantizar su apoyo y negociar la compra de aviones. También envió emisarios con la misma misión a la Alemania de Hitler. Otras medidas fueron: subir el sueldo a la legión para garantizar su fidelidad, la recluta de mercenarios marroquíes y condecorar al visir Sidi Ahmed el Gamnia con la más prestigiosa medalla al valor militar, la Laureada de San Fernando, para procurarse el beneplácito de Marruecos.
El 20 de julio tiene lugar un acontecimiento crucial en la carrera de Franco hacia la jefatura del Estado. En Estoril se estrella, al intentar despegar, el avión que, conducido por el falangista Ansaldo, trasladaba a Sanjurjo a Pamplona. Sanjurjo, el encargado de capitanear el golpe de Estado, muere carbonizado.
Entre tanto, Franco se encuentra con dificultades para el traslado de las tropas a la península. Antes de su llegada a Tetuán, por mar, se había logrado transportar a varios cientos de hombres a Cádiz (tropas que fueron decisivas para la toma de la ciudad) y Algeciras; pero pronto, las tripulaciones se amotinaron y el transporte de tropas se limitó al que permitían pequeñas Falucas marroquíes. Casualmente, el general Kindelán, fundador de la aviación española y participante en la sublevación, se encontraba en Cádiz y propuso a Franco el traslado de tropas por aire. Kindelán organizó un puente aéreo que seguió siendo insuficiente para transportar los más de 30.000 hombres de las tropas africanas.
El 22 de julio, el Marqués de Luca de Tena y el propio Bolín, se entrevistaron con Benito Mussolini en Roma. Pocos días después, el 27 de julio de 1936, llegó a España el primer escuadrón de aviones italianos. La ayuda alemana tampoco tardaría en llegar. El 25 de julio el Führer recibe al grupo enviado por Franco. Las primeras reticencias, al conocer la falta de fondos, se salvaron apelando a la lucha contra el peligro comunista. Al terminar la entrevista, Hitler, bajo el nombre de operación "Fuego Mágico" decidió duplicar la ayuda enviando 20 aviones en lugar de los 10 solicitados. La ayuda se llevó en secreto a través de dos empresas privadas que se crearon para tal fin. Las ayudas de Alemania, como las de Italia, se canalizarían a través de Franco.
Los aviones italianos y alemanes se sumaron al transporte de tropas. No obstante, su capacidad siguió siendo insuficiente. Franco esperó la oportunidad para poder transportar las tropas por mar, tomando la decisión de hacerlo el 5 de agosto cuando se consiguió suficiente cobertura aérea. Ese día, anulando la fuerza aérea italiana la resistencia de la marina republicana, se lograron transportar 8.000 soldados en el denominado Convoy de la victoria. Al día siguiente a la cobertura aérea italiana se sumó Alemania enviando 6 cazas Heinkel He-51 y 95 pilotos y mecánicos voluntarios de la Luftwaffe. Desde ese día los rebeldes recibieron con regularidad armamento y municiones de Hitler y Mussolini. Los barcos de transporte rebeldes cruzaron el estrecho con regularidad y se intensificó el transporte aéreo. En los tres meses siguientes 868 vuelos transportaron a cerca de 14.000 hombres, 44 piezas de artillería y 500 toneladas de pertrechos, constituyendo una estrategia militar innovadora que contribuyó a aumentar el prestigio de Franco.
El paso del estrecho de las tropas africanas causó el desánimo en la zona republicana donde todavía mantenían el recuerdo de la brutal actuación de estas tropas en octubre de 1934 al sofocar la revolución de Asturias. Este traslado de tropas supuso un difícil reto que Franco solventó brillantemente, posibilitando la consolidación de las posiciones rebeldes en el Sur. A principios de agosto, la situación en el oeste de Andalucía es suficientemente estable y permite organizar una columna de unos 15.000 hombres bajo el mando del entonces teniente coronel Juan Yagüe que el 2 de agosto marcha a través de Extremadura hacia Madrid. En los dos primeros días logra avanzar 80 kilómetros. El terror que rodeaba el avance de los moros y los legionarios fue una de las mejores armas de los nacionales en su camino hacia Madrid.
Con la superioridad aérea local que les proporcionaba la aviación