El trabajo de aprenderse la historia le llevará diez días.
MENZINSKI
—Ahora vete —dijo Isaiev—. Vete, Walter, porque tengo mucho sueño. Quiero dormir mucho.
Walter vio la cajita del preparado del sueño y sonrió.
—La psicoterapia es una gran cosa —comentó—. Rudnik hace este preparado de aspirina y valeriana. Es una engañifa.
—Es posible —convino Isaiev—. Pero ahora quiero dormir, no por Rudnik ni por su preparado. Todo ha vuelto a su cauce y hasta estoy contento, porque un hombre liberado del presidio teme la libertad.
—Debes dormir, Maxim.
—No puedo.
—Por favor, duérmete, querido.
—No puedo ni tengo deseos de dormir.
—Te suplico que duermas… Cuando despiertes, será de noche, volverán a pasar estos cinco años y será como si nunca nos hubiéramos separado.
—¿A qué olía la casa de Timoja?
—A miel y a estopa.
—¿A qué mas?
—No me acuerdo.
—A nieve. A nieve de marzo.
—Por favor, por favor, duérmete, Maximushka.
—No me gusta engañarte.
—Vuélvete; te acariciaré y te dormirás.
—¿Me has querido siempre?
—Sí.
—¿Siempre, siempre?
—Sí.
—¿Y…?
—¡Sí, sí, sí, duerme!
—¿Por qué lo dices tan rudamente?
—Porque tú me lo has preguntado así.
—¿No tengo nada que preguntar?
—Nada. Duerme, querido, por favor, te lo suplico, duerme… Ya ha pasado todo y estás en casa… Duerme…
—Desde Berlín es más fácil regresar a casa que desde aquí.
—Sí. Tienes razón. Lo entiendo todo. Pero ahora vete; me acostaré y me dormiré. Me siento como un perro que se ha cansado de ladrarle a un hueso. Y no sé bien lo que digo. Puedo decir alguna inconveniencia y te ofenderías. Vete, vete, Walter…
Volvió a casa en junio de 1946: diecinueve años, siete meses y cinco días después de su encuentro con Walter en Shanghái, en la duodécima planta del Hotel Británico.
Moscú
1 Félix Yerzinski (1877-1926), comunista polaco, fundador de la Policía secreta bolchevique, la Checa, dedicada a combatir la contrarrevolución.
DIECISIETE INSTANTES
DE UNA PRIMAVERA
A la memoria de mi padre.
1
¿QUIÉN ES QUIÉN?
Al principio, Stirlitz no podía creerlo: en el parque cantaba un ruiseñor. El aire estaba helado, y aunque por los alrededores se advertían tímidos signos primaverales que recordaban ligeramente a una acuarela, la nieve aún permanecía compacta, sin ese elegante azul interno que precede siempre al deshielo nocturno.
Los viejos y poderosos troncos de los árboles eran negros; el parque olía a pescado recién congelado. Aún no se percibía el intenso olor a pino y a álamo temblón, podrido desde el año anterior y que acompaña siempre a la primavera; pero el ruiseñor cantaba con todas sus fuerzas: un torrente de trinos y cadencias, frágiles e indefensos en aquel parque sombrío y tranquilo.
Stirlitz recordó a su abuelo. El viejo barbudo de espesas cejas sabía hablar con los pájaros. Llamaba a los estorninos y se sentaba bajo un árbol para contemplarlos largo rato, hasta que sus ojos empezaron a parecerse a los ojos móviles de los pájaros, y estos no le tenían ya miedo alguno.
—Fiu, fiu, fiu —les silbaba su abuelo.
Ellos le respondían confiados, alegremente.
Con la puesta del sol, los troncos negros de los árboles volcaron sus sombras uniformes y lilas sobre la nieve blanca. «Se helará, pobrecito —pensó Stirlitz y, envolviéndose en el abrigo, regresó a la casa—. No es posible ayudarle; solo hay un pájaro que desconfía de la gente: el ruiseñor».
Consultó el reloj. Las siete en punto.
«Ahora vendrá —se dijo—. Siempre ha sido puntual. Le dije que viniera de la estación a través del bosque, para que no se encontrara con nadie. Esperaré. Es agradable esperar rodeado de tanta hermosura.»
Stirlitz recibía siempre a aquel agente allí, en la pequeña villa junto al lago. Aquella vivienda clandestina resultaba cómoda y tranquila, alejada de las miradas indiscretas, en medio de un bosque de robles. Durante tres meses estuvo pidiendo a Pohl, Obergruppenführer de las SS, la suma para comprarle la villa a los hijos de los bailarines de la Ópera muertos durante un bombardeo. Pedían mucho por ella, y Pohl, responsable de la política económica de las SS y del SD, se negaba categóricamente.
—¡Se ha vuelto usted loco! —decía—. Puede alquilar algo más modesto. ¿Por qué este afán de lujo? ¡No podemos despilfarrar dinero a tontas y a locas! ¡Es deshonesto actuar así con la nación que soporta el peso de la guerra!
Stirlitz tuvo que hacer venir a su jefe, Walter Schellenberg, del espionaje político del servicio de seguridad, Brigadenführer de las SS. Treinta y cuatro años, fino conocedor de la belleza, intelectual y hombre perspicaz, Schellenberg comprendía perfectamente que era imposible encontrar otro sitio mejor para entrevistarse con agentes de alto nivel. La compra se había realizado a través de testaferros, y un tal Bolsen, ingeniero jefe de Robert Ley, planta química del pueblo, obtuvo la autorización para utilizar la villa. Él mismo contrató a un guarda por un sueldo alto y buenas raciones extra. Bolsen era el Standartenführer de las SS Von Stirlitz.
Después de poner la mesa, Stirlitz conectó la radio. Londres transmitía una música alegre. La orquesta del norteamericano Glenn Miller ejecutaba una pieza de Sun Valley Serenade. Esta película le había gustado tanto a Himmler, que se compró una copia en Suecia. A partir de entonces la proyectaban con frecuencia en el sótano de Prinz-Albrecht-Strasse, sobre todo durante los bombardeos nocturnos, cuando no se podía interrogar a los detenidos.
Stirlitz llamó al guarda.
—Hoy puede irse a la ciudad, a ver a sus hijos —le dijo—. Venga mañana a las seis de la mañana, y si aún no me he marchado, hágame un café fuerte, lo más fuerte que pueda.
De Justas a Álex. Desde Berlín.
Información sobre fuerzas y efectivos de los grupos de ejércitos en el frente oriental durante el mes de febrero.
1. Grupo de ejércitos Curlandia | 20 divisiones |
Total | 232 000 |
Efectivos | 110 000 |
2. Grupo de ejércitos Norte | 28 divisiones |
Total
|