de estudio, surge formalmente a finales del siglo xix y principios del xx con las ideas de autores como Alfred Mahan, Rudolf Kjellén, Friedrich Ratzel Halford Mackinder y Karl Houshofer. Una fortaleza de esta rama del conocimiento es que pudo explicar los principales conflictos bélicos hasta esa fecha; por ejemplo, Napoleón inició las guerras napoleónicas a principios del siglo xix para aumentar el poder de Francia expandiendo su territorio.
La geopolítica, como campo de estudio, tuvo un auge muy importante antes de la Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, a finales del siglo xix, Mahan afirmaba que era un requisito tener predominio marítimo para que un Estado se pudiera erigir como potencia. Más adelante, Estados Unidos utilizó estas ideas para la construcción del Canal de Panamá y para buscar el control del golfo de México y del océano Pacífico cuando obtuvo Cuba, Puerto Rico y Filipinas luego de una guerra con España. Más adelante, Ratzel le otorgó una base científica que buscaba predecir el comportamiento de los Estados por medio de leyes vinculadas a su entorno geográfico. Este autor alemán planteaba al Estado como organismo territorial e introdujo dos conceptos clave para la Geopolítica: lebensraum (espacio vital) y raumsinn (sentido del espacio). Más adelante, el sueco Kjellen, quien acuñó el término “geopolítica” para referirse a la relación entre poder y geografía, veía al Estado como “ser vivo” que nace, crece, se reproduce y muere. Esta visión explicaba el auge y caída de los grandes imperios, como fueron el griego, egipcio, romano, otomano, ruso, etcétera.
Por su parte, el alemán Haushofer convirtió a la geopolítica en un instrumento científico para el poder del Estado y se refería a las fronteras como organismos vivos (flexibles), lo que posibilitaba que los límites territoriales pudieran modificarse. El principal problema es que estas ideas fueron utilizadas como un justificante de la expansión nazi en los años cuarenta del siglo pasado. Por su parte, el británico Mackinder planteaba que el poder marítimo había perdido poder frente al terrestre. Fue este autor quien propuso la teoría del “pivote” o heartland (zona central y oriental de Asia). El argumento era que “quien controle el heartland, controla el mundo”. Sin embargo, el estadounidense Spykman contraargumentó y afirmó, basado en las tesis de Mahan, que el poder marítimo era vigente. Así, este autor desarrolló su teoría del rimland, cuyo principal planteamiento era que el poder se encontraba en las costas: “Quien controle el rimland, controla el mundo”.
Luego de la Segunda Guerra Mundial, la Geopolítica cayó en desuso e inclusive adquirió una fama negativa porque había sido utilizada por los nazis para justificar sus invasiones territoriales. Sin embargo, el tema era altamente relevante. Prácticamente todos los hechos ocurridos durante el periodo de la Guerra Fría estuvieron vinculados, directa o indirectamente, con la geopolítica. Los principales eventos pudieron explicarse en función de la relación entre poder y geografía, como fueron las guerras de Corea y Vietnam, la crisis de los misiles en Cuba, la invasión soviética a Afganistán, etcétera. A pesar de que la Geopolítica estaba ausente en el análisis científico, en la práctica estaba presente. Fue en los años setenta y ochenta cuando esta disciplina empezó a tener auge de nuevo. Los analistas de los temas internacionales reconocieron que muchos de los conflictos se podían explicar a través del prisma de la Geopolítica, lo cual incentivó el interés por la disciplina.
Hoy no podemos negar la importancia de la geopolítica. Los principales eventos, al inicio del siglo xxi, están vinculados de una manera u otra al territorio, a los recursos naturales, a las rutas comerciales, a la necesidad de otorgar seguridad, mantener rutas, etcétera. Los conflictos como el de Siria, Crimea, Yemen, Venezuela, la guerra comercial entre China y Estados Unidos, la confrontación entre Estados Unidos e Irán y Corea del Norte, el proyecto de construir un muro fronterizo entre Estados Unidos y México, la crisis del petróleo de 2020 e, inclusive, la expansión del covid-19, son asuntos que tienen un origen geopolítico y que se pueden explicar a partir de esta disciplina.
Tampoco podemos negar que la geopolítica está íntimamente vinculada a la vida cotidiana de las personas hoy día. En general, las personas buscan vivir en un lugar que cumpla con ciertos requisitos, como son precios accesibles, seguridad, disponibilidad de servicios y vías de acceso fluidas. Los trabajadores, para acudir a su lugar de labor, eligen rutas que sean más cortas y de menor tiempo. La gente que migra, sea por razones climáticas, desastres naturales, sequías, o falta de trabajo en sus lugares de origen, entre otros motivos, busca lugares en donde pueda encontrar mejores condiciones. Incluso, los turistas toman decisiones en función de las características geográficas del lugar de destino, como son distancia, bellezas naturales, climas benignos, disponibilidad de infraestructura, fácil acceso, existencia de transporte, entre otras. Todo lo anterior está claramente vinculado a la geopolítica puesto que el ser humano busca algún beneficio en función de la geografía.
Regresando al tema central del libro, una aportación importante es que analiza un tema poco estudiado: Asia Central. La mayoría de los trabajos que analizan Asia normalmente se enfocan en la Cuenca del Pacífico o en el Medio Oriente debido a que son regiones con cierta dinámica económica, una mayor presencia de conflictos, cierto tipo de recursos naturales o se generan temas de seguridad. Por ello, las principales potencias en el mundo están más enfocadas a estas dos subregiones de Asia y prestan menor atención a los países centrales. Además, muchas de las naciones que conforman la región surgieron muy recientemente, como es el caso de las repúblicas ex soviéticas, lo que explica la escasez de estudios centrados en el centro asiático. En México, ocurre una situación muy similar. Los estudios se concentran en el Asia Pacífico debido a que el país pertenece a su cuenca. Así, el interés por estudiar la parte media de ese continente es escaso. Por ello, la publicación de este libro resulta una decisión atinada. La región tiene una importancia geopolítica muy relevante, por su tamaño, sus recursos naturales y por la repercusión que varias naciones tienen en el tablero global.
El libro abre con el capítulo sobre el islam en la región, escrito por un destacado experto en el área, como es el caso del Dr. Enrique Baltar, a quien conozco de hace muchos años y me une una estrecha amistad. El siguiente capítulo versa sobre Kazajistán y Kirguistán, dos Estados postsoviéticos recientes. La autora es Soledad Jiménez Tovar del prestigioso Centro de Investigación y Docencia Económicas (cide). En la siguiente colaboración, Abner Munguía plantea un tema novedoso, como es el mercado de las “tierras raras” de la subregión. Por su parte, Juan Alberto Trujano plantea un tema de suma importancia para esa región y el mundo: las armas nucleares. México ha sido un importante promotor del desarme y ha tenido diplomáticos sobresalientes reconocidos en el asunto, como fueron Alfonso García Robles y Miguel Marín Bosch, a quien está dedicado este trabajo.
El papel de actores externos involucrados en el área no podía faltar. Por ello, Ana Teresa Gutiérrez del Cid, una de las principales expertas mexicanas en Rusia, analiza la influencia de Estados Unidos en Asia Central y la respuesta de Rusia. En la misma lógica, sigue la colaboración de Mauricio Alonso Estevez, quien diserta sobre las relaciones ruso-europeas en el Asia Central postsocialista. El siguiente capítulo es de Mohamed Badine El Yattioui, uno de los coordinadores y un promotor de los estudios de la Geopolítica en México, quien analiza las implicaciones geoeconómicas de las relaciones entre Turquía y las repúblicas de Asia Central.
El tema energético también está incluido en la obra. Por ello, Aura Cruz y Mariana Aparicio discuten sobre el afianzamiento del control de los recursos energéticos en Asia Central por parte de Rusia y China. Las autoras definen esa relación entre la disputa y la cooperación. En el siguiente capítulo, Enrique Catalán plantea los intereses y las estrategias de China en su disputa por la hegemonía regional del territorio ex soviético. Finalmente, una de las principales expertas mexicanas en Irán, Marcela Álvarez Pérez, analiza el papel de ese país como un actor estratégico para la región. Como se puede observar, el libro es muy completo en cuanto al análisis de Asia Central. Su aportación es muy amplia para los estudios en México sobre esa subregión y llena un vacío en los estudios de los escenarios regionales en nuestro país. Por ello, extiendo una sincera felicitación a los coordinadores del libro y a cada uno de los coautores.
Rafael Velázquez
Profesor de la Universidad Autónoma de Baja California (uabc)
Expresidente de la Asociación Mexicana de Estudios