escisión de este grupo formó una secta no numerosa y terminó retirándose a Qumrán.
En el siglo II a.C. se constituye también, sin relación alguna con las comunidades anteriores e incluso en clara oposición a los fariseos, la secta político-religiosa de los saduceos. La mayoría de ellos pertenecía a la aristocracia sacerdotal y sí se sintieron atraídos por el helenismo.
Flavio Josefo ofrece una descripción de los tres grandes grupos en su obra Guerra de los judíos, II, 7.
Tras los gobiernos de Judas Macabeo y de Jonatán su hermano Simón pasó a dirigir en Judea la oposición al helenismo. Los primeros Macabeos ―denominados Asmoneos a partir de Simón― adoptaron los títulos de sumo sacerdote, etnarca y jefe y emplearon sus fuerzas en una exitosa política de expansión. Sin embargo, con Juan Hircano I comenzó a producirse un alejamiento entre los gobernantes y el pueblo: al rechazo a una vida en permanente estado de guerra se unió la oposición a la creciente influencia del helenismo, que introdujo costumbres ajenas a la tradición. Lejos ya el anhelo de los primeros Macabeos por conservar la integridad de la fe, los fariseos, continuadores de los hassidim, rompieron con Juan Hircano I.
Su hijo Aristóbulo fue el primero de la dinastía en adoptar el título de rey, sin abandonar el de sumo sacerdote. Pronto le sucedió su hermano Alejandro Janeo (103-76 a.C.), que tuvo constantes conflictos con los fariseos y aprovechó cualquier oportunidad para expulsarles, encarcelarles o asesinarles. Sí obtuvo en cambio éxito en el exterior, alcanzando la máxima expansión territorial de la dinastía: además de Judea, el reino de los Asmoneos se extendió a Samaria y Galilea al norte, Idumea al sur y algunas franjas de terreno en la costa mediterránea y en Transjordania. A su muerte el trono pasó a su viuda Alejandra (76-67 a.C.) y el sumo sacerdocio a su hijo Hircano, de carácter apocado. Durante su reinado Alejandra cambió radicalmente la política interna de su marido y contentó a los fariseos, cediéndoles buena parte del poder; también consiguió un período de paz del que estaban muy necesitados los judíos de esas tierras.
Los problemas volvieron cuando, muerta Alejandra, Aristóbulo II (67-63 a.C.) arrebató el poder a su hermano Hircano II. Este, animado por el rey de los nabateos, intentó recuperar el trono. Durante varios años se sucedieron las luchas entre los hermanos y los aliados de uno y otro. El 63 a.C. el asunto se sometió al juicio de Pompeyo, el general romano que meses antes había terminado con el reino seleúcida y convertido a Siria en provincia de Roma. Aristóbulo, temiendo que la decisión le fuera contraria, opuso resistencia hasta que Pompeyo entró con sus tropas en Jerusalén. Judea quedó reducida en tamaño y los territorios que dependían de ella pasaron a jurisdicción del gobernador de la provincia romana de Siria. A falta del título de rey, el débil Hircano tuvo que conformarse con el nombramiento de sumo sacerdote (63-40 a.C.) y etnarca, siempre en dependencia política de las decisiones de Roma.
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