Él no podría resistir a los comunistas solo.
Presidente: ¿Qué podemos hacer?
Luns: Creo que tiene que hablar claro sobre lo que está pasando. Creo que los franceses también lo harán. Deberíais apoyar a España.
Kissinger: Estoy de acuerdo. La situación en España es muy preocupante.
Luns: En el peor de los casos nos arriesgamos a perder por completo el extremo sur. Afortunadamente, parece algo que también perjudica a la URSS”.
Este perjuicio aludía a una posible desestabilización en Yugoslavia y sobre ello continuaba el resto de la conversación. El texto es maravilloso y evoca temas centrales en la historia europea de los setenta: una nueva cara de la Guerra Fría, el comunismo en Occidente; el papel de los socialistas; el paralelismo que las dos potencias establecen entre Portugal y Yugoslavia a efectos del equilibrio entre bloques… Pero hemos de situarnos sobre España. La Revolución del 25 de Abril generó tal preocupación en la Administración norteamericana por sus repercusiones en el conjunto peninsular que he enunciado que, al menos en la historia de las relaciones internacionales, habría que hablar de una Transición Ibérica con dos fases: una de ruptura en Portugal que influye en España y otra reformista que se inicia en España y se extiende a Portugal (Lemus, E., 2001). Y el peligro de la desestabilización peninsular no se detenía ahí sino que su efecto multiplicador podría extenderse sobre la complicada situación de Italia con un Gobierno que necesitaba el apoyo de la izquierda y un partido comunista en franco avance, al igual que en Francia. Desde el punto de vista norteamericano esta otra eventualidad también ligaba el futuro de España al conjunto del Occidente europeo.
Al menos para la Administración Ford pudo ser así –y ese convencimiento y como vemos también para el Secretario de la OTAN– les guía en tres momentos: en la cumbre atlantista de Bruselas de mayo de 1975, en la conferencia de Seguridad y Cooperación de agosto del mismo año en Helsinki y en los meses de octubre y noviembre de 1975, en sus gestiones para arrancar “el beneficio de la duda” con respecto a la gestión de don Juan Carlos y sus propósitos liberalizadores, promoviendo la asistencia de los socios europeos a la ceremonia de su proclamación, como manifestación de apoyo al proceso en los primeros pasos.
Este otro aspecto, el de la evolución española como temática inserta en las relaciones norteamericanas con sus socios europeos, incluye matices esenciales. Por un lado, porque ya ha quedado claro que para Estados Unidos la estabilización española pasaba por su completa inserción a las instituciones occidentales y en lo que le incumbía trataba sin éxito alguno de incorporarla a la Alianza. En este momento aumentó su insistencia con el argumento de que la tranquilidad del futuro español dependía de una mayor vinculación a la Comunidad Económica Europea. Se desemboca así en dos ideas doblemente relacionadas: asegurar un futuro democrático para España dependía, según la Administración, del “ferviente apoyo” –courageous support– de los colegas europeos, si el discurso se orientaba hacia un interlocutor europeo, y, simultáneamente, libertad y democracia constituían las puertas para Europa y la Alianza si el discurso se dirigía a la oficialidad española. En suma, Europa para garantizar democracia y democracia para llegar a Europa. Tal argumento esgrime el Senado en la ratificación del Tratado de Amistad y Cooperación en junio de 19768:
“Los Estados Unidos, reconociendo la aspiración de España para conseguir la completa participación en las instituciones políticas y económicas de Europa Occidental y reconociendo, además, que el desarrollo de las instituciones libres en España es un aspecto necesario para la completa integración dentro de la vida europea, esperan e intentan que este tratado sirva para apoyar y fomentar el progreso de España hacia instituciones libres y hacia su participación en las instituciones occidentales de cooperación política y económica”.
El factor Europa, esencial para Estados Unidos, garantizaba el éxito del modelo reformista, pero quiero llamar la atención sobre que, en el caso de España, Europa cumplió ese objetivo, existe sobre ello una total coincidencia en la investigación. Europa actuó como un imán e intervino como un elemento de consenso entre reformistas y opositores, así que, curiosamente, la apreciación norteamericana coincidía sobre esto con la convicción de la oposición española, incluidos los comunistas9.
Como otra consecuencia determinada por el momento político internacional, la desestabilización del flanco sur mediterráneo, aconteció la retirada española del Sáhara, un nuevo elemento inserto en las relaciones multilaterales norteamericanas, que promovieron la defensa de los intereses marroquíes frente a los argelinos. La tercera parte de este ensayo trata del nivel de intervención –en este caso sí– norteamericana en el anómalo proceso descolonizador. Si en los dos primeros capítulos se ha subrayado cómo Kissinger contemplaba España desde la desestabilización del Mediterráneo y desde el peso comunista en Portugal, sobre el Sáhara la conexión persiste, por el impacto que la independencia de las colonias portuguesas causó en la política internacional, y en la Guerra Fría obviamente. Hay que reconocer que si los acontecimientos en España y en el Sáhara Occidental alcanzaban importante repercusión en la geopolítica regional siempre se trataría de un conflicto menor, en tanto que, por ejemplo, solo la independencia de Angola adquirió un interés internacional extremo, dada la cantidad de países que se implicaron en su guerra civil: La URSS, Cuba, EE.UU., China, Alemania Democrática, Gran Bretaña, Francia, Rumanía, India, Israel, Argelia, Zaire, Sudáfrica, Uganda, Vietnam del Norte y Corea del Norte.
1 “We should try to take preventive action so as not to be overtaken by events”, en GFC; NSA Memoranda of Conversation, Box 12, 3 junio 1975.
2 “liberalization at a reasonable pace” en GFC, NSA, Presidential Country Files for Europe and Canada, Box 12 Spain State Department Telegrams: From Secstate Exdis, 1 noviembre 1975.
3 GFC, NSA, Memoranda of Conversation, Box 12, 29 mayo 1975: “this is a slow step by step process but Spain could move in a democratic direction”.
4 Los liberalizadores de los sesenta no se orientaban hacia la transición ni la democratización, “las corrientes liberalizadoras y modernizadoras son, en definitiva, productos que genera el propio régimen para cumplir las demandas de adecuación a las cambiantes coyunturas históricas […] acomodar los regímenes autoritarios a las nuevas demandas que se generan desde arriba, provenientes del sistema internacional, o desde abajo, las propias de una sociedad modernizada y en cambio […]. La pretensión de los liberalizadores es asentar el autoritarismo sobre unas bases más objetivas y racionales, pero para que pueda perdurar”, Juan Carlos Jiménez Redondo, España y Portugal en transición. Los caminos a la democracia en la Península Ibérica, Madrid, Sílex, 2009, pp. 48 y 49.
5 GFC, Transition Presidential Papers, Box 1, Memorandum for Major Brent Scowcroft enviado por George S. Springsteen, 20 agosto 1974. El mismo documento aparece en NSA, Presidential Country Files, Box 12 Spain (1).
6 Samuel D. Eaton, The Forces of Freedom in Spain, 1974-1979, Stanford University, California, 1981, p. 16. Una conclusión similar alcanza Ángel Viñas estableciendo que para la dictadura la conexión con EE.UU. en el campo de la seguridad y la defensa exteriores tenía fines esencialmente políticos y que, por el contrario, para los americanos la conexión respondía a una finalidad militar y se concretaba en poder usar lo más libremente las bases, Ángel Viñas, “La política franquista de Seguridad y Defensa”, en Historia Contemporánea 30, 2005-I, p. 109
7 National Security Adviser. Memoranda of Conversation Box 9, 24 febrero 1975:
“Luns: We are worried about Portugal […]. If Portugal falls, it will be very hard on Spain.
President: