casos de mujeres que me fueron abriendo el camino hacia la comprensión de una problemática que no solo cambió el rumbo de mi vida, sino que hizo que yo misma renunciara a muchas de mis creencias erróneas sobre la condición de la mujer.
Una de ellas fue «Nora», quien llegó a pedir auxilio al refugio por la violencia extrema que sufría en su casa y hoy es dueña de su propio negocio. Ahora ella y su hija viven tranquilas. «Nora» buscó ayuda y pudo cambiar el rumbo de su vida; es feliz y tiene una nueva mirada, ya no es la mirada de temor que tenía cuando la conocí, sino la de alguien que está viva, no solo sobreviviendo.
Otro caso que me conmovió mucho en aquel momento fue el de una mujer de 35 años, a quien llamaremos «Angélica». Ella tenía una bebé y llegó al refugio a pedir socorro, porque su pareja la golpeaba con solo abrir la puerta de la casa. Ya no podía más, pero por la misma situación de violencia e intimidación tenía miedo de denunciar. Empezó a tener ideas suicidas, como una forma de intentar escapar de esa situación. Me llamaba pidiéndome ayuda porque ya no podía más. No obstante, hoy la ves y su sonrisa es amplia, luego de un tratamiento a fondo con una psicoterapeuta. Se arregla y maquilla porque, dice, tiene ganas de verse y de sentirse bien, con un trabajo que le permite hacer frente a lo que ella y su bebé necesitan. No he perdido la comunicación con ella, y a menudo me escribe diciéndome lo agradecida que está por el respaldo recibido; es parte, además, de una red de apoyo. Pero la que hizo el trabajo principal fue ella al dar el primer paso: pedir ayuda.
«Vanessa», de 52 años, tuvo que dejar su localidad y refugiarse en otro estado del país, por el riesgo que implicaba su caso. Hoy rehízo su vida al lado de sus hijos, a pesar de que creyó que no saldría viva de ese lugar al que llamaba «hogar».
«Karina» tenía 28 años y su pareja la dejaba encerrada adentro de la casa, por lo que tuvo que escapar. Hoy imparte clases de música y camina por las calles con tranquilidad.
«Fabiola», de 22 años, creía que era una joven inútil porque su novio le decía que no servía para nada, la obligaba a vestirse según su capricho y ella empezó a sentirse deprimida cuando estaba a su lado. Hoy tiene otro compañero que la respeta y apoya, y luce feliz. Tomó decisiones.
Todas ellas y muchas mujeres más, ¿qué hicieron para salir de esas situaciones de maltrato? ¿Cómo lograron recuperar su vida?
No existe una fórmula mágica ni exacta para cada una, pero sí una serie de acciones que permiten a la mayoría de las mujeres transformarse desde el dolor y resurgir con una gran fuerza interior, como mujeres dispuestas a ser dueñas de su vida y su destino en armonía, paz, tranquilidad y felicidad.
En este libro plasmo esas acciones en pasos, los que a través de la experiencia y con el apoyo de profesionales han permitido generar cambios verdaderos en las mujeres, ya que están diseñados según un orden para ir avanzando de una decisión a otra.
A la vez, estos 14 pasos son una invitación para educar a Mujeres Púrpura, que se reconozcan como seres humanos independientes, libres, que abracen su paz interior, con un alto amor propio y sabedoras de su valía; capaces, además, de educar a nuestras niñas, niños y adolescentes en una nueva cultura de respeto pleno y con igualdad de derechos, oportunidades y obligaciones.
El color púrpura representa la reivindicación de los derechos de las mujeres, en primer lugar, el derecho a una vida plena; simboliza nuestra libertad. Pintar nuestro mundo de color púrpura significa tomar las riendas de nuestra vida, vivir conscientes de cada una de nuestras decisiones, las que tomamos o dejamos de tomar.
Lo primero que necesitas es decidirte a cambiar para así lograr transformar tu vida.
Liliana Aguilera
Eli Martínez*
Ser mujer representa un camino de mucho sufrimiento por el alto índice de abuso económico, sexual, físico y psicológico en el que hemos vivido a lo largo de generaciones. Las creencias que hemos venido acarreando desde hace 8 000 años antes de la era cristiana, cuando comienza el sedentarismo y con ello la propiedad privada, llevan a convertir a la mujer en una «propiedad» del esposo, donde el hombre pareciera que puede hacer cualquier cosa con ella. Si bien cada día hay más información con relación al abuso, así como apoyos para su prevención y atención, este va en aumento tanto en cantidad como en tipologías. ¿Qué ocurre? En la mayoría de los casos son patrones heredados y no cuestionados. Las mamás muchas veces entrenan a las hijas para seguir los mismos pasos de servilismo, incondicionalidad y sumisión. Un árbol de peras, ¿qué da? Pues, peras…
Asimismo, aunque ya existe bastante literatura, procesos terapéuticos y grupos de Al Anon o Codependientes Anónimos que pueden ayudar, el trabajo que nos propone Liliana Aguilera en este libro me parece fundamental dada su experiencia en el tema, su profesionalismo, una comprensión profunda del problema y, sobre todo, una metodología práctica, fácil de entender y de aplicar, lo que sin duda permitirá obtener resultados. Coincido con ella en la importancia de establecer estos grupos de apoyo como los hay en otros países. Llama la atención que hasta el momento no existieran en México. Por eso estoy segura que será de muchísima utilidad la metodología aquí propuesta, incluso me atrevo a afirmar: salvará vidas, reorientará la de muchas otras hacia su desarrollo personal, y muchas niñas y niños evitarán ver y experimentar en carne propia este abuso y perpetuarlo.
Necesitamos regalar, compartir, promover y difundir este contenido a cuantas mujeres conozcamos hasta que logremos terminar con los atropellos en nuestro país y en el mundo.
En mi experiencia como psicoterapeuta he tenido la oportunidad de atender muchos casos de mujeres abusadas, yo misma lo fui… y créanme, me habría encantado que en su momento yo hubiera recibido este manual y ser parte de un grupo de Mujeres Púrpura. Solamente quien lo vive, lo entiende… El miedo, la culpa, el enojo, la vergüenza, la impotencia y la frustración que se experimentan muchas veces impide tomar decisiones que incluso nos pudieran salvar la vida.
Las mujeres no somos propiedad de nadie, necesitamos recuperar nuestra dignidad y valía, ser independientes económica y emocionalmente, aprender a reconocer los focos rojos de una relación abusiva, aprender a poner límites y a dejar de soñar con ese amor romántico tipo Hollywood del príncipe y la princesa, con su «Y fueron felices para siempre…» que tanto daño nos ha hecho. El amor representa otra cosa completamente distinta, es una decisión, pero de ninguna manera implica ningún tipo de maltrato.
Es tiempo de evolucionar, de dejar atrás la cultura del sufrimiento, atrevernos a vivir una vida plena, digna y libre. Sin embargo, esto requiere en primera instancia reconocer si estamos en una relación abusiva, aceptar que no se puede salir de ella por sí misma, que nuestra vida se ha vuelto ingobernable, buscar ayuda profesional, un grupo de Mujeres Púrpura, así como trabajo espiritual. Asumir la responsabilidad sobre nuestra participación en una relación de ese tipo. ¿Cuáles eran mis expectativas acerca de esta persona que me llevaron a elegirla? ¿Volverías a elegirla? ¿Qué estrategias de control y manipulación has usado para que cambie y actúe de acuerdo con tus expectativas? ¿Cuál es el costo que has pagado por ello? ¿Por qué a pesar de lo dolorosa que es esta situación decides permanecer allí? En fin, confrontarse muchas veces no es fácil, pero es la única forma de crecer y de convertirte en una mejor versión de ti, para los que los que te rodean y para ti misma. ¡Es el mejor regalo que te podrás dar!
Finalizo con una frase que le escuché a Mario Guerra: «No es el amo el que va a liberar al esclavo jamás, es el esclavo el que tiene que dejar ir a su amo…».