4: Teorías e hipótesis
Los protagonistas del fenómeno
Extrañas patologías y curiosidades asociadas a la personalidad y al lenguaje
Capítulo 5: Técnicas para la práctica psicofónica
Diferencias entre grabadoras analógicas y digitales
Digitalización de las psicofonías, proceso y archivo
¿Cómo se suprime la onda portadora?
Cómo es el método de la transradiocomunicación
Directorio web de psicofonías y fenómenos extraños
Anexo 2: Ejemplos reales de psicofonías y VDR
Anexo 3: Otros documentos gráficos
La primera vez que escuché hablar acerca de las psicofonías apenas tenía edad para entender de qué se trataba. Recuerdo que debió de ser a finales de la década de los sesenta; cuando el fenómeno estaba casi recién descubierto. Por aquel entonces yo no debería tener más de siete u ocho años. Como todos los niños, tenía la fea costumbre de escuchar las conversaciones de los mayores y alguien comentó el tema sin saber que yo estaba con la oreja bien dispuesta:
—En el extranjero han grabado voces de muertos.
—Parece ser que poniendo un magnetófono a fun cionar en un lugar totalmente silencioso, han conseguido gra bar voces que nadie escuchó mientras se registraban.
Aquello era terrible, ¿cómo podía alguien grabar las voces de los muertos?, ¿acaso los muertos podían hablar?, y si es así, ¿cómo lo hacían?
Curiosamente, más que sufrir temor (que también lo hubo), aquel niño que fui, hace tanto tiempo, se sintió invadido por una enorme curiosidad. Una sensación de atractivo misterio llenó todo mi ser y provocó en mí el deseo de saber más de aquellas voces im posibles, de aquel fenómeno tan extraño como escalofriante.
El tiempo pasó y mi interés por el misterio de las «voces sin rostro», como las bautizó el maestro Sinesio Darnell, creció con los años. Poco a poco me fui informando sobre el tema y formándome en aquellas materias que necesitaba para poder estudiarlo, hasta llegar a un punto en que me percaté de la verdadera dificultad de su estudio, así como de la necesidad de derrochar grandes dosis de esfuerzo y dedicación para trabajar seriamente en el mismo.
Debido a esto, no es fácil encontrar investigadores que dediquen el tiempo y los recursos necesarios para desarrollar un trabajo con las mínimas garantías de rigor y metodología. Por eso, cuando conocí a José Ignacio Carmona me di cuenta de que estaba ante un investigador singular.
En un tiempo en el que muchos se llaman a sí mismos «investigadores» y lo único que hacen es hablar de cosas que raras veces —o que tal vez jamás— han experimentado, encontrarse con una persona centrada en la verdadera investigación, ajena a la búsqueda gratuita de la fama y volcada por completo en el estudio empírico de un fenómeno tan especial, es todo un lujo.
He tenido la suerte de seguir muy de cerca los últimos trabajos de José Ignacio Carmona, Iñaki para los amigos, y puedo dar fe del tesón con que los ha desarrollado, así como de la ilusión que ha impregnado toda su actividad.
El fenómeno de las psicofonías requiere de estudiosos que desprovistos de prejuicios, y con la cabeza muy fría, planteen hipótesis y diseñen experimentos para comprobarlas. Es un camino duro donde se puede tender con facilidad al desánimo y al abandono. Por otra parte, la dimensión trascendental que, querámoslo o no, presenta el fenómeno supone también un riesgo emocional para el experimentador. No saber guardar las «distancias mínimas» puede acarrear malas consecuencias para el equilibrio psicológico a quien no sepa enfocar adecuadamente el trabajo. Desgraciadamente existen casos muy tristes que nunca debieron haberse producido. Esto no es un juego.
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