José Ignacio Carmona Sánchez

Psicofonías. El enigma de la transcomunicación instrumental


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4: Teorías e hipótesis

       Los protagonistas del fenómeno

       Los investigadores

       Las máquinas

       Los lugares

       Las voces

       El inconsciente

       El factor humano

       La telepatía

       Sociología del contacto

       Las experiencias

       La noche de las psicofonías

       Extrañas patologías y curiosidades asociadas a la personalidad y al lenguaje

       Capítulo 5: Técnicas para la práctica psicofónica

       Sobre el equipo

       Sobre las cintas de casete

       Sobre los micrófonos

       Sobre las grabadoras

       Diferencias entre grabadoras analógicas y digitales

       Métodos de grabación

       Proceso de grabación

       Software

       Estudio de la voz

       Digitalización de las psicofonías, proceso y archivo

       ¿Cómo se suprime la onda portadora?

       Cómo es el método de la transradiocomunicación

       Epílogo de Anabela Cardoso

       Directorio web de psicofonías y fenómenos extraños

       Glosario

       Obra consultada

       Bibliografía

       Anexo 1: Informe íntegro del proyecto Updated replication of EVP experiments with Jürgenson and Raudive using contemporary experimenters and more sensitive equipment (VIGO) 5/6/7 AGOSTO 2008

       Anexo 2: Ejemplos reales de psicofonías y VDR

       Anexo 3: Otros documentos gráficos

       PRÓLOGO

      La primera vez que escuché hablar acerca de las psicofonías apenas tenía edad para entender de qué se trataba. Recuerdo que debió de ser a finales de la década de los sesenta; cuando el fenómeno estaba casi recién descubierto. Por aquel entonces yo no debería tener más de siete u ocho años. Como todos los niños, tenía la fea costumbre de escuchar las conversaciones de los mayores y alguien comentó el tema sin saber que yo estaba con la oreja bien dispuesta:

      —En el extranjero han grabado voces de muertos.

      —Parece ser que poniendo un magnetófono a fun cionar en un lugar totalmente silencioso, han conseguido gra bar voces que nadie escuchó mientras se registraban.

      Aquello era terrible, ¿cómo podía alguien grabar las voces de los muertos?, ¿acaso los muertos podían hablar?, y si es así, ¿cómo lo hacían?

      Curiosamente, más que sufrir temor (que también lo hubo), aquel niño que fui, hace tanto tiempo, se sintió invadido por una enorme curiosidad. Una sensación de atractivo misterio llenó todo mi ser y provocó en mí el deseo de saber más de aquellas voces im posibles, de aquel fenómeno tan extraño como escalofriante.

      El tiempo pasó y mi interés por el misterio de las «voces sin rostro», como las bautizó el maestro Sinesio Darnell, creció con los años. Poco a poco me fui informando sobre el tema y formándome en aquellas materias que necesitaba para poder estudiarlo, hasta llegar a un punto en que me percaté de la verdadera dificultad de su estudio, así como de la necesidad de derrochar grandes dosis de esfuerzo y dedicación para trabajar seriamente en el mismo.

      Debido a esto, no es fácil encontrar investigadores que dediquen el tiempo y los recursos necesarios para desarrollar un trabajo con las mínimas garantías de rigor y metodología. Por eso, cuando conocí a José Ignacio Carmona me di cuenta de que estaba ante un investigador singular.

      En un tiempo en el que muchos se llaman a sí mismos «investigadores» y lo único que hacen es hablar de cosas que raras veces —o que tal vez jamás— han experimentado, encontrarse con una persona centrada en la verdadera investigación, ajena a la búsqueda gratuita de la fama y volcada por completo en el estudio empírico de un fenómeno tan especial, es todo un lujo.

      He tenido la suerte de seguir muy de cerca los últimos trabajos de José Ignacio Carmona, Iñaki para los amigos, y puedo dar fe del tesón con que los ha desarrollado, así como de la ilusión que ha impregnado toda su actividad.

      El fenómeno de las psicofonías requiere de estudiosos que desprovistos de prejuicios, y con la cabeza muy fría, planteen hipótesis y diseñen experimentos para comprobarlas. Es un camino duro donde se puede tender con facilidad al desánimo y al abandono. Por otra parte, la dimensión trascendental que, querámoslo o no, presenta el fenómeno supone también un riesgo emocional para el experimentador. No saber guardar las «distancias mínimas» puede acarrear malas consecuencias para el equilibrio psicológico a quien no sepa enfocar adecuadamente el trabajo. Desgraciadamente existen casos muy tristes que nunca debieron haberse producido. Esto no es un juego.

      Para