José Ignacio Carmona Sánchez

Psicofonías. El enigma de la transcomunicación instrumental


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atónitos a cómo, en aparente ausencia de fraude, surgen voces de la nada en diferentes idiomas, incluso dirigiéndose a ellos.

      Existen asimismo instituciones públicas y privadas que dedican parte de sus fondos a impulsar proyectos relacionados con la TCI. Personalmente, he tenido la oportunidad de participar activamente en alguno de ellos, desarrollados en importantes universidades y estudios de grabación, y se considera que es la única manera de llegar a desentrañar los misterios que esconden las voces.

      No olvidemos que solo a través de protocolos y grabaciones controladas se puede acabar por discriminar los patrones.

      No quiero extenderme en este punto, pero pongo como ejemplo el Instituto de Parapsicobiología de Bolonia, que emplea los últimos avances científicotécnicos en el estudio y observación de la fenomenología fronteriza. Los resultados de estas investigaciones son recogidos en boletines especializados, como, por ejemplo, los prestigiosos cuadernos ITC journal, dirigidos por la reconocida investigadora y ex diplomática Anabela Cardoso.

      Considero que es a estas instituciones a donde tienen que dirigirse quienes quieran plantear sus dudas acerca del fenómeno, en vez de tomar como referencia la multitud de páginas que proliferan en Internet y que no dejan de ser reflexiones y opiniones de los aficionados.

       ¿QUÉ NOS CUENTAN LAS PSICOFONÍAS?

      Cabe resaltar su semejanza con comportamientos humanos ordinarios. A veces, departimos distendidamente a micrófono abierto y surgen las voces participando como uno más de la conversación. Saludan, nos llaman por el nombre, e incluso hacen bromas sobre nosotros. Recuerdo una voz que al hacer yo referencia a que había olvidado traer más baterías, apuntó en tono fastidioso: «pues vaya». Esta particularidad es la que más suelo recoger en mis grabaciones, pequeñas e insignificantes constataciones que en absoluto ayudan a revelar nada extraordinario sobre ellas mismas o la constitución de su mundo.

      Confieso que en un primer momento ese detalle me hizo pensar en una simple proyección de nuestros pensamientos durante la experimentación pero, a medida que vas profundizando en el fenómeno, vas advirtiendo que esas voces tienen su autonomía y te desvelan informaciones desconocidas por ti, e incluso hacen guiños sobre aspectos velados de tu propia intimidad. Recuerdo una experiencia en el monte de Ancos, en un alto desde donde se domina la ría de Ferrol. Era una mañana cualquiera en la que decidí improvisar una grabación, y me acompañaba mi hija, que por entonces contaba apenas tres años. Mientras ella permanecía jugando por los alrededores, una voz muy desagradable se grabó diciendo repetitivamente «no existen..., no existen». Por entonces mi hija estaba en la época de los terrores nocturnos, y esa frase era la que le repetíamos para darle tranquilidad, solo que en aquella ocasión la desconocida causa paranormal imprimía un tono entre irónico y malintencionado. Era una voz de hombre grave y transmitía no poca inquietud.

      Otra vez me dirigí a Santa María de Melque, una antigua iglesia visigótica que más tarde fue templaria y que, por entonces, estaba en estado de semiabandono. Para situar al lector diré que el lugar estaba en medio de la nada. Después de intentar infructuosamente grabar durante un par de horas, en el último arrastre de la cinta superponiéndose al sonido de nuestros pasos sobre el piso empedrado, se advierte una voz que parece dirigirse a otro invisible interlocutor diciéndole: «pss, cuidado que vienen». Completamente estremecedor si pensamos en qué o quién podía ser consciente de nuestra presencia y nuestros movimientos, permaneciendo allí callado, limitándose a observarnos. Figuradamente es como si aparte de nosotros dos, de carne y hueso, allí hubiesen al menos otros dos seres invisibles tan ciertos como nosotros mismos.

      Es curioso, cuando empiezas a familiarizarte con experiencias como aquella, conforme pasa el tiempo se establece una sutil relación entre los comunicantes y el experimentador. Una vez me hice acompañar por unas personas, a una de las cuales tuve que llamarle la atención porque tenía el teléfono encendido. Este me dijo que había sido un descuido. No obstante, más tarde, en mi casa al procesar la grabación, la sensibilidad del micrófono delató que había otro interlocutor al otro lado del aparato curioseando con la experiencia. Lo sé porque una voz paranormal, en el preciso instante en que aquel personaje se excusaba, apuntillaba: «cuidado... te está engañando». No solo es reseñable que el mensaje fuera tan claro, sino que emplease la segunda persona, ¿cómo sabía que entre los presentes su mensaje acabaría siendo oído solo por su destinatario, en este caso yo?

      Relato estas pequeñas anécdotas porque en mi experiencia son las que representan más gráficamente el fenómeno. Que nadie imagine largas y fluidas conversaciones, generalmente hay un poco de trampa por parte de ciertos experimentadores al respecto. El hablar de comunicaciones en relación a las psicofonías, no es otra cosa que hacer referencia a mensajes telegráficos del tipo pregunta-respuesta que muy excepcionalmente pueden llegar a ser locuciones largas.

       ¿ENTRAÑA RIESGOS EXPERIMENTAR CON LAS PSICOFONÍAS?

      Para determinadas personas, generalmente aprensivas o que están pasando un momento emocional delicado, como la pérdida de un ser querido, su práctica en mi opinión no es aconsejable. En esos trances uno pierde la objetividad al confundir la realidad con el deseo. No nos equivoquemos, a pesar de que el estudio más preciso relacionado con las psicofonías (del que hablo en el segundo capítulo, proyecto Sfinge) apunta a la hipótesis de la comunicación con los seres fallecidos, las psicofonías no son un hilo directo con el más allá. Ya adelanto que las psicofonías pudieran tener diversos orígenes, y que a veces podríamos estar resonando con capas no muy agradables del inconsciente, además de encontrarnos recurrentemente con el riesgo de convertir la experimentación en una obsesión. Jürgenson, uno de los primeros investigadores y de los más celebres, llegó a sufrir una necesidad enfermiza por contactar con esas voces, aislándose del mundo exterior y recluyéndose en su laboratorio. Terminó por sufrir «alucinaciones auditivas», creyendo oír voces escondidas en los ruidos más inverosímiles, como en el simple chirrido de una puerta.

      Si creemos oír voces sin ayudarnos de un aparato grabador, cuidado con rebuscar en el cajón de sastre de la fenomenología paranormal en busca de respuestas, sin acudir antes a un médico especialista. Existen patologías donde el individuo, al escuchar sonidos primitivos elementales (acúfenos), los trasforma delirantemente en voces plenas de contenido, sin embargo estaríamos hablando de sonidos que parecen provenir del ambiente, nunca de sonidos recogidos por soportes registrables.

      Mucho cuidado con convertir este fenómeno de las voces en una segunda religión, y lleguemos a creer todo lo que nos dicen. Tampoco nos dejemos engañar por esa extraña complicidad que se genera entre el experimentador y la causa paranormal, y nos creamos elegidos o tocados de no se sabe bien qué gracia, no vaya a pasar, como dice el entrañable profesor Sinesio Darnell, que «de experimentadores pasemos a ser experimentados». O algo mucho más mundano, que pasemos a descuidar nuestra propia realidad y nuestros quehaceres cotidianos.

       ¿QUÉ SABEMOS A CIENCIA CIERTA SOBRE LAS PSICOFONÍAS?

      Hoy sabemos a ciencia cierta que no son ondas remanentes que impresionan las grabadoras, ni ondas hercianas, ni reverberaciones que se repiten según los movimientos periódicos de rotación sobre un punto fijo (que nunca es fijo, obviamente), ni resonancias de una conformación holográfica del espacio.

      Los investigadores psíquicos han buscado con especial atención lo que denominan OPP (objetos paranormales permanentes), y han encontrado en las psicofonías un interesante fenómeno, ya que son, en definitiva, una interacción «psi» instrumental auditiva que deja huella física y, por tanto, es mensurable.

      Con el transcurso del tiempo se ha evidenciado cierta evolución en las características de las psicofonías. En un